Ante la LX Legislatura del Congreso local, el gobernador interino de Puebla, Guillermo Pacheco Pulido, rindió un informe sobre la gestión de cinco meses que le ha tocado encabezar. Aunque no se trató de un acto obligado por la ley, es importante resaltar la disposición de los diputados y del titular del Poder Ejecutivo para llevar a cabo un acto protocolario de evaluación de un periodo por demás atípico para la entidad.
Las fracciones parlamentarias coincidieron todas en señalar que el priista estuvo a la altura de las circunstancias y se desempeñó con la sobriedad y seriedad que demandaba un momento particularmente crítico en todos los sentidos.
Hubo también confluencia de las bancadas en el pendiente de no haber resuelto la inseguridad ni la violencia que cunde por prácticamente todo el territorio local.
En efecto, el breve lapso que Pacheco Pulido tuvo para conducir el estado no se trató de un mero periodo de transición administrativa sino de un trance en el que se recuperó la normalidad democrática y se brindó desde el gobierno estatal la estabilidad necesaria para que los partidos y actores políticos que venían de un encarnizado conflicto poselectoral y una tragedia inimaginable como la del 24 de diciembre del año pasado, pudieran tener el espacio y tiempo de llegar a acuerdos mínimos de civilidad.
Guillermo Pacheco Pulido tuvo el tino de entender que su trabajo tenía que ser discreto, alejado de protagonismos y banalidades, pero riguroso en la conducción de una gestión breve y en el tejido de un entramado de diálogos entre rivales que parecían irreconciliables.
El experimentado jurista también el acierto de no incurrir en la tentación de hacer del erario una fuente de negocio, luego de los excesos en materia financiera que cometió el morenovallismo.