Fernando del Paso (1935-2018), uno de los más grandes novelistas en lengua española de los años recientes, fue también un gran sonetista.
Se sabe profusamente de sus catedralicias novelas, José Trigo, Palinuro de México, Noticias del Imperio, escritas en un lapso de veintiún, cabalísticos años, aunque poco de su obra en verso.
Fue el Colegio Nacional, institución a la que perteneció, la que rescató hace dos años Sonetos del amor y de lo diario, libro que De Paso publicara en 1958, a instancias de su maestro Juan José Arreola.
Una obra sólida, perfecta, la primera publicada por el autor que siempre tributó a su editor, el jalisciense Arreola.
Arreola, escribió Del Paso, “quien acabó por despabilar mi incipiente vocación por las letras. No a la sombra de Juan José: a su luz”.
Autor de una obra narrativa vertebrada por las novelas señaladas, Del Paso tuvo oportunidad de evocar en diferentes ocasiones su inicio en las letras: Tirso de Molina, Lope de Vega, Garcilaso, Góngora, el Arcipreste de Hita, Quevedo, Baltasar Gracián y varios otros.
“Fue allí también, en la casa de mi tío donde me enfrenté con Don Quijote en desigual y descomunal batalla: él, las más de las veces jinete en Rocinante o a horcajadas en Clavileño y yo, en miserable situación pedestre […]. Salí de su lectura muy enriquecido y muy contento de haber aprendido que la literatura y el humor podían hacer buenas migas. De esto colegí que también los discursos y el humor podían llevarse”.
Después vendrían Benito Pérez Galdós, Ramón Menéndez Pidal, Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle Inclán, Antonio y Manuel Machado, Rafael Alberti y otros autores “que me hicieron enamorarme profundamente de la lengua. En aquel entonces yo me regocijaba mucho leyendo a estilistas como Gabriel Miró. Antonio y José me dieron también a conocer a Joyce, Faulkner, Dos Passos, Erskine Caldwell, Julien Green, Marcel Schwob y otros muchos grandes autores de las literaturas anglosajona y francesa”.
Otra reconocida influencia fueron los “maravillosos sonetos” de Miguel Hernández, antecedente directo de la publicación de Sonetos del amor y de lo diario, en “Cuadernos del Unicornio”, 1958.
La obra tuvo una segunda edición de 1997, entonces a cargo de la editorial Vuelta, extensión de la revista fundada por Octavio Paz. El libro está integrado, desde su original, por Sonetos de lo diario (Para Socorro), Sonetos para un cuerpo ajeno y propio, Sonetos para una margarita, Dos adivinanzas (Para Carmen Balcells), Sonetos de arte antigua, Primeros sonetos marianos, Sonetos de la rosa enamorada de sí misma (Para Xavier Villaurrutia In Memoriam), Nuevos sonetos marianos, Sonetos con lugares comunes y Sonetos del huevo pasado por agua (Para Ulalume González de León).
La versión más cercana se acompaña de dibujos a tinta china y de colores (5) que se nombran Destrucción del orden, autoría del mismo Del Paso.
En poesía Del Paso es además autor de la A la Z, Paleta de diez colores, Castillos en el aire y PoeMar. Tiene también títulos en ensayo (especialmente uno donde declara su devoción por Cervantes, Viaje alrededor del Quijote), obras de teatro (Palinuro en la escalera quizá la más conocida y que se desprende de la novela).
Ahora que se acumulan los atributos de su obra —tantos como lectores tuvo y tendrá— ríos de continente y contenidos, bien haríamos volver a sus sonetos.
Un redescubrimiento más de azoro con su gran obra. La de quien dijo, “si volviera a nacer, volvería a escribir José Trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio sin cambiarles ni una sola coma”. Y no, nadie se las podrá cambiar ni cambiará. Como nadie tampoco podrá igualarlas.
“No he hecho nada para ser longevo, ni mucho menos para llegar a cumplir ochenta —dijo hace unos años—. Mi suerte se extiende también al hecho de haber nacido en México y de hablar y escribir en lengua castellana. Tuve también la suerte de nacer en el seno de una familia aficionada a la lectura y de contar con grandes profesores de literatura y amigos como José de la Colina que me guiaron por los mundos mágicos de grandes autores como Joyce, Proust, Kafka y Faulkner”.
Imposible despedir a Del Paso.
Mejor recrearnos en su obra.
Para tu muerte lenta, tengo un cirio.
Para tu boca, un cáliz funerario.
Para velar tu pecho, un tenebrario
tengo, si me convidas al martirio.
Ave María, flor del valle, lirio:
para tu cuerpo tengo yo un sudario.
Tengo, si me encaminas al calvario,
digo, si me acompañas al delirio.
Si me acompañas, para atravesarte,
bocarriba tendida y yo de bruces,
tengo una lanza ungida de saliva.
Y para amarte más, para matarte,
tengo un amor que ha muerto entre dos cruces,
para nacer de nuevo en carne viva.
***Fernando del Paso, Sonetos del amor y de lo diario, El Colegio Nacional, México, 2016, 60 pp.
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