El colonialismo interno se cuela en la vida cotidiana hasta hacerse sentido común y las prenociones vulgares (en términos de Pierre Bourdieu) permiten reforzar la hegemonía impuesta por el dominante, aceptada desde la mirada subordinada. Es común escuchar entre la burguesía, la defensa del capitalismo y los criterios estrechos que intentan explicar el “atraso y pobreza” en México, defienden su proyecto de dominación. Sin embargo, resulta aterrador, que las voces dominadas concuerden con ese reduccionismo que acepta los problemas actuales como resultado de la ignorancia, pereza, la mediocridad de los mexicanos y por la sobrepoblación (aunque esté probado que el mundo tiene los recursos suficientes para garantizar una vida digna a todos los que actualmente poblamos el mundo, pero no se tiene acceso por parte de todos, por las condiciones estructurales de injusticia social y acumulación).
Pero es el colonialismo interno que, a través de años de lavado de cerebro por la colonial Europa y el imperio estadounidense, entre otros, ha modelado la opinión de muchos mexicanos que incluso reniegan de serlo y de forma consciente o inconsciente favorecen las formas de discriminación y pobreza, reproduciendo discursos de dominación que los mantiene subordinados.
Los indígenas y campesinos en estos días, comparten el pan con vivos y muertos, mientras en otro lugar se les discrimina e insulta. La humanidad va perdiendo su carácter solidario, pues a quién le interesaría la redistribución (necesaria pero insuficiente) con las clases más oprimidas y explotadas, si se les considera parias sociales.
En México, las comunidades indígenas han sido históricamente segregadas, infantilizadas y silenciadas por el Estado, la ciencia colonial y el vox populi (de los sujetos sociales colonizados ideológicamente). No pretendo dar voz a los sin voz, puesto que los pueblos y comunidades primigenios tienen voz propia, historia y son constructores de su devenir histórico. No sin reconocer que esto se ha realizado, y es realizado aún, en condiciones adversas, subordinadas, enmarcadas en la violencia y la precariedad. En las diversas formas de discriminación, material y simbólica, producto del proceso de acumulación de capital que cosifica y se impone violentamente, el sometimiento se impone, desde la colonialidad del poder y del saber, en el imaginario colectivo, favoreciendo la reproducción de la dominación que, a propósito del día de muertos, va matando historias, culturas, identidades y personas. Se sigue pensando, que lo ajeno es mejor, que el capitalismo es posible, pero en México no ha funcionado por flojera. Miradas ciegas ante luchas cotidianas, como las de los migrantes que se parten el lomo en largas jornadas para intentar enviar las remesas a sus familias. Los incansables labradores de la tierra que de sol a sol intentan sacar un poco de cosecha. Mujeres limpiando la mugre de otros para ganarse el sustento, y muchas otras experiencias para la reproducción precaria de la vida, pese a que en el mundo tenemos los recursos suficientes para alimentar a todos. Pero eso no será posible si seguimos pensando Nuestra América desde la mirada del dominador.