ue la economía mexicana está en proceso de estancamiento no es una novedad. Salvo privilegiados y pequeños grupos de la población que pueden vivir sin problemas económicos, la gran mayoría se las ve difícil para la sobrevivencia diaria, ya que la pérdida salarial en términos reales, es decir en lo que se puede comprar con el salario y/ o ingreso individual o familiar, se ve mermado por la inflación y la inestabilidad o falta de empleos y prestaciones que obliga a refrendar día a día los lazos de solidaridad familiar para la sobrevivencia.
Las autoridades hacendarias y financieras tardaron mucho en aceptar las dificultades de la economía, y en la actualidad si bien se reconocen las dificultades hay una visión que pone énfasis solo en las condiciones externas de funcionamiento de la economía mundial sin valorar las vulnerabilidades internas y sin tomar acciones para enfrentarlas. Existe toda una propaganda gubernamental de las bondades de las reformas que nos estarían permitiendo estirar los salarios al haberse reducido los precios de algunos servicios, y entonces la realidad se impone, es la evidencia que contrasta día a día la narrativa gubernamental.
Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, expuso la semana pasada, en la 25 Convención de Aseguradores de México, que México vive “la cola” de la crisis financiera internacional que estalló en el otoño de 2008 en el sistema financiero de Estados Unidos, y de ahí al resto del mundo; sin embargo, la recuperación del crecimiento y del empleo en Estados Unidos permitiría normalizar su política monetaria, incrementando las tasas de interés que en ese país han estado en un nivel cercano a cero, lo que ha generado volatilidad en los mercados financieros, generando una transición que va a ser de cierta turbulencia. (La Jornada, 7/05/2015)
Lo anterior es un presagio claro de la mayor salida de capitales y/o una profundización de la depreciación del peso frente al dólar, pero según el titular del Banco de México, el país tiene un “arsenal de 270 mil millones de dólares para enfrentar cualquier contingencia”, afirmación que realizó ante los integrantes de la Comisión de Hacienda del Senado para presentar el informe anual del Banco de México. En esa ocasión recalcó que aunque la inflación llegó a 4.08 por ciento, la tasa inflacionaria cerrará el año 2015 por debajo de 3 por ciento. Lo anterior es una afirmación de que coloca a la economía en una situación de mayor estancamiento, reflejo de ello el recorte del gasto gubernamental y la imposibilidad de salir de la contradicción que mantiene la competitividad del país en los bajos salarios.
Por ello no es sorpresa que la Secretaría de Desarrollo Social ha reconocido que los niveles de pobreza entre los mexicanos, según datos de 2012, que son los más recientes, son similares a los de 1992, a pesar de los programas de transferencias, como Solidaridad, Oportunidades, Progresa y Prospera.
Según datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto, entre 1992 y 2012 el poder adquisitivo promedio de los mexicanos disminuyó, y los ingresos de las familias no crecieron en más de dos décadas. Lo anterior se indica en el Informe de la Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2014, del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), y se señala que ello “no solo implica una falla en el desarrollo económico y social del país, sino también demuestra que la pobreza no puede reducirse a pesar de los relativamente buenos resultados en el incremento de las coberturas básicas de educación, salud y vivienda”.