Jueves, abril 25, 2024

Las cartas de Woolf y Korolenko

Mucho de exaltación, por no decir algo más, tienen los libros que recuperan las cartas signadas entre dos o más autores. Uno se adentra en ellos desde el sitio del voyeur, sin importarle mucho convertirse en un tercero en discordia, una visita inesperada.

En sí un género de la literatura, el epistolar, no siempre se frecuenta con abundancia por los creadores y menos aún por los lectores. Lo que no excluye la obligada mención de grandes obras logradas a lo largo de la historia, precisamente en tales órdenes.

Nuestro canon hispanoamericano tiene ahí grandes referencias. A la mano están los ejemplos de Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges, quienes con sus pares contemporáneos discurrieron acerca de diferentes temas, en primer interés la propia realidad de la literatura. Del primero pueden destacarse las misivas insertas en sus Obras Completas; del segundo su permanente diálogo con Adolfo Bioy Casares.

Dos libros de cartas se han puesto en circulación recientemente, distintos entre sí, pero similares al momento de revelar la importancia del ejercicio del género, contenedor de pistas para el entendimiento cabal de sus personajes, obras y tiempo. 600 libros desde que te conocí. Correspondencia, de Virginia Woolf y Lytton Strachey, y Seis cartas sin respuestas. La correspondencia frustrada entre G. Korolenko y Anatoli V. Lunacharski.

La Woolf

En 600 libros desde que te conocí el lector recorre más de dos décadas en torno a la vida de la célebre inglesa, la autora de El cuarto de Jacob, Orlando, La señora Dalloway, et. al., siempre contenidas en sus misivas intercambiadas con el también escritor británico Lytton Strachey, un innovador del género biográfico y cercano a la primera por ser amigo de su hermano.

Es curioso, pero para entonces, la costumbre de enviarse cartas no radicaba principalmente en la distancia entre los emisores sino de un gusto distinto; aunque sea imposible dejar del lado las dificultades que para entonces tenían los traslados, por pequeños que fueran destino y origen. Así, esta correspondencia inicia con una invitación de la Woolf a Strachey a visitarla en su casa, ciertamente no lejana.

Al adentrarnos en la personal correspondencia, si bien no íntima, se irán identificando los intereses compartidos por ambos, en su mayoría referentes a la labor escritural y su entorno cultural. La bohemia de una época identificada en el famoso Círculo de Bloombsbury.

Imaginémonos a la Woolf (1882-1945):

“¿Podrías venir a tomar el té conmigo el jueves? Estoy tan miserablemente enfrascada en la ópera y la lengua alemana que creo que sólo podré tener esa tarde libre, pero sería maravilloso si pudieras venir. Te alegrará saber que he estado ordenando mis libros: los huecos entre los libros son horribles. Tuya siempre. V. S.”

Punto de partida de una amistad que se desenvolvería en el tiempo, desde entonces augurada por el propio Strachey:

“Para mi imaginación algo arruinada, en este preciso momento tú eres una mujer de un sentido común sólido y firme. Yo desvarío y tú pides pastillas para el hígado. ¿Es así? Todo mi ser es tan débil y frágil que no se me ocurre ni una sola idea. Mi único consuelo es que mi salud, de hecho, es casi tolerable. Estoy bronceado por el sol y consigo digerir los alimentos. Escríbeme si puedes […]. Tuyo, Lytton Strachey”.

No se necesita ser un erudito literario para encontrar en las misivas recuperadas el talante intelectual de la Woolf, que, alentada por la confianza encontrada en su receptor, se revela sin presunciones impuestas. E incluso más, puesto que de la confidencia personal pasa al estado intelectual, al tiempo en que la autora se inventaba una escritura propia.

“Yo estoy realmente bien otra vez, ¡y peso 76 kilos! —escribe la Woolf—. Tres más de los que nunca pesé, y por lo tanto apenas puedo subir la colina, muy trabajosamente, aunque hacerlo sin duda es bueno para la salud. No te imaginas lo feliz que estoy, y espero poder deshacerme de la enfermera cuanto antes (ahora está aquí desempolvando la habitación y ordenando los libros). El 5 subiremos, ya que el verano parece haber terminado”.

Para, a renglón seguido, retomar los temas literarios:

“Creo haber leído unos 600 libros desde que nos vimos. Dime por favor que mérito le encuentras a Henry James. A Leonard lo he desengañado, pero aquí tenemos sus obras, así que las leo y no logro encontrar otra cosa que agua teñida de rosa; cortés y pulcra, pero vulgar, y tan pálida como Walter Lamb. ¿A ti te dicen algo? Admito que no me tomo la molestia de intentar desentrañar el sentido cuando éste es muy oscuro. Estoy empezando Humillados y ofendidos, que me cautiva. ¿La has leído? […]”.

La correspondencia continuará y con ella la amistad y la confianza, los encuentros, la Woolf ya casada con Leonard. Lo sólo dicho en papel y tinta. Como escribe Lytton:

“Qué encantador de tu parte escribirme. Por favor, hazlo más seguido, pese a mi demora en responderte… y mi incapacidad. Yo, que alguna vez logré llenar varias páginas en un día, ahora me siento a roer la pluma después de la primera frase. ¿La vejez? ¿La mediana edad? ¿O qué? En cualquier caso, algo lamentable”.

600 libros desde que te conocí, traducción de Socorro Giménez, tuvo una primera edición (1956) bajo el título Letters, y preparado por los herederos de los autores que decidieron suprimir algunos fragmentos y nombres incluidos en las misivas. La versión actual repone toda censura y se acompaña de notas que ubican lector en el mundo literario inglés de la época.

Humanista destacado

Considerado uno de los escritores fuertes de la gran literatura rusa, (Vladímir Galaktiónovich) Korolenko experimentó en carne propia los dilemas de la historia de su país. El auge y la decadencia del cruel zarismo y las no muy diferentes prácticas entre aquél y el bolchevismo, una vez triunfante la Revolución Rusa.

Militante en ambos frentes, podríamos identificarlo, puesto que a la llegada del socialismo a la vieja Rusia el escritor permaneció en ella ejerciendo su oficio de escritor y, paralelamente, su postura crítica ante la realidad. “Un humanista destacado”, define bien María del Mar Gámiz, traductora de Seis cartas sin respuestas… Entre los libros de Korolenko destacan Sin lengua, El músico ciego, El sueño de Makar

Estamos ante una correspondencia frustrada puesto que la misma nunca fue recibida de manera formal por Anatoli V. Lunacharski, señalado como el responsable por Lenin para atender lo expuesto en ellas: la denuncia de los excesos del naciente poder bolchevique.

Duras críticas en verdad que obtuvieron una respuesta de cerrazón, y que si el mismo Korolenko (1853-1921) hubiera vivido para que le fueran respondidas, seguramente hubiera sido testigo de una contestación negativa y hasta represiva. Las cartas serán contestadas tras la muerte del escritor, “diálogo imposible”, identifica Jean Meyer, prologuista de la nueva edición.

“Los gobiernos mueren por sus mentiras… —se atrevió a escribir Korolenko en los recién inaugurados años 20—. Puede ser que todavía haya tiempo para regresar a la verdad. Estoy seguro de que el pueblo, que los ha seguido ciegamente por el camino de la violencia, con la alegría de una conciencia que despierta, los seguirá por el camino de regreso a la libertad. Si no para ustedes, ni para su gobierno, esto sería benéfico para el país y para el crecimiento de la conciencia socialista en él.

Pero ¿acaso es esto posible para ustedes? ¿No es demasiado tarde, incluso si de repente quisieran hacer esto?”.

Muerto Korolenko, Lunacharski y toda la Unión Soviética lloraron su muerte:

“…indiscutiblemente el mayor maestro de la palabra entre todos los escritores contemporáneos; si bien es verdad que por su fisonomía literaria, moral y política pertenece a la generación anterior y representa uno de los mohicanos rusos del último florecimiento del populismo ruso”.

Aunque antes, el mismo Lunacharski, había escrito:

“Las aburridas filípicas de Korolenko contra nosotros no tejerán laureles en su corona […]. ¿Se nos unirá? ¿Y para qué? Con nosotros no es fácil. Las personas de amor puro no pueden llevar el paso de la gente poseída por el espíritu de la historia, que lucha con sus manos y que crea en los momentos fatídicos de la vida densa y precipitada.

Dejemos que se haga a un lado. Nosotros lo queremos, lo respetamos y nos orgullecemos de su talento y su generosidad, tan espléndida en tiempos de paz”.

Las seis misivas de Korolenko sólo se harían públicas en París, un año después de su muerte, y su primera edición en Rusia data de 1988 (Novy Mir); las respuestas a ellas (tres) de Lunacharski, tras la muerte del primero, e incluidas en Literatúrnye siluety, en 1930.

 ***

Virginia Woolf y Lytton Strachey, 600 libros desde que te conocí. Correspondencia, Jus, México, 2018, 144 pp. Seis cartas sin respuestas. La correspondencia frustrada entre G. Korolenko y Anatoli V. Lunacharski, Secretaría de Cultura, México, 2018, 120 pp.

@mauflos

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