Puede mudarse el mundo
cuando revienta el fruto,
cuando cae de maduro
y se anhela una boca
que muerda y cicatrice
las rupturas del nido,
la savia abandonada.
Así cambia la tierra:
arar y arar su polvo,
mojar la semilla,
levantar la espiga,
florecer de mañana
y alumbrar los luceros
al compás de cien grillos.
No son cifras y cuentas
las líneas espirales
que alejan del ombligo.
No son grados, pues saltan
en mudares de casas,
pelos, pieles y amores.
Son historias que se hacen.
Cambiar por pertinaz
u ocasionar sorpresa,
nada está dicho y es voz
que levanta el murmullo.
Rompes y ases la paz.
Giras y haces revueltas.
El caos es plan y azar.
Amar es asombrarnos.