Jueves, abril 25, 2024

A todo VAR

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El martes, Gremio de Porto Alegre y River Plate jugaban, en casa del primero, su partido de vuelta, semifinal de la Copa Libertadores. Los brasileños arribaban con la ventaja adquirida en Buenos Aires (0–1, gol de Michel), y un gol medio fortuito (Leo Gomes, 35’) los acercaba todavía más a la final. River, que aun privado antes de la media hora de su capitán Ponzio, lesionado, perdió el hilo del partido en el segundo periodo, con los brasileños dedicados a la especulación y el juego destructivo. Pero en el minuto 81, sobre el cobro de una falta, el colombiano Borré cabeceaba el tanto del empate. Y a los 84 córner desde la derecha, peloteo en el área, media vuelta de Scocco, con Bressan a sus espaldas, brazos abiertos, un remate que se desvía y sube. ¿Otra vez córner? El paraguayo Acuña, informado por el VAR, revisa la jugada y decreta penalti. Estupor, silencio en el estadio. Diez minutos de interrupción y expulsión de Bresaan, que se volvió loco, antes de que el zurdo Gonzalo Martínez, en ejemplar ejecución del penalti, pusiera ese 2–2 que calificaba a los argentinos por el doble valor de los goles de visitante.

El VAR fue decisivo. Ni los jugadores en la cancha ni los cronistas desde arriba cantaron la mano de Bressan. Scocco –autor de ese remate que, una vez desviado, viajó sin perder fuerza muy por encima de la portería– apenas reclamó otro córner. Pero el VAR revisó las imágenes y puso las cosas en su lugar. También hay que reconocerle valentía al silbante guaraní, cuya rectificación hacía justicia a un River que, superado táctica y anímicamente en la ida, supo sacar fuerzas de flaqueza y, en Porto Alegre, superó en ambición y futbol al medroso cuadro local. Como quien dice, el VAR y su ojo electrónico se devoraron a un campeón defensor insulso, conformista y conservador.

Y ahora, River–Boca. Clásico argentino y final inédita porque Boca Juniors, que había tomado ventaja en casa sobre Palmeiras con dos goles de Darío Benedetto –aquel “9” temperamental que no hizo huesos viejos en el América–, devolvió la visita a los paulistas el miércoles último y sacó un buen empate a dos del Morumbí. Hubo un penal pero sin VAR por medio (Gómez Portillo a los 60’, para poner en ventaja de 2 –1 al Palmeiras), anotaron también Ábila por los xeneizes (18’) y García Teixeira para el local (53’). Y de nuevo fue Benedetto quien apagó el fuego palmeirense con el empate definitivo (70’). Boca a la final mediante un cómodo 4–2 global.

Para meditar. Seguramente, los porteños estarán vueltos locos como si de una final mundialista se tratara. Pero la realidad es que tanto el futbol argentino como el brasileño dejaron de ser lo que eran hace ya bastante tiempo. El tiempo que lleva comiéndose su mercado interno los clubes europeos grandes, medianos y chicos. El tiempo que tiene la Libertadores de América perdiendo uno a uno los desafíos planteados por el poderío del dinero sobre la cada día más precaria producción de talentos en América del Sur, con las dirigencias y los agentes confabulados para vender, vender y vender en vez de trabajar la cantera como en los viejos tiempos, cuando un Santos o un Peñarol hacían tiras al campeón de la Copa de Europa –previa a la Champions League– y la anual pugna Intercontinental entre los campeones de América y Europa era una verdadera competencia, que al cierre del siglo XX estaba inclinada en favor de la Libertadores.

Y pensar que por tres veces, ya en su etapa declinante, tuvieron a tiro de piedra esa Copa Cruz Azul en 2001, Guadalajara en 2006 y Tigres en 2015. Tres subcampeonatos infinitamente más valiosos que el título de la Concachampions, cuya ganancia es en realidad una pérdida. Digna, por lo demás, de los dirigentes de la Concacaf que forzaron el retiro de México de la Libertadores, y de los de la Femexfut que, por razones y promesas económicas, aceptaron mansamente la afrenta.

Más del VAR. Nuevo protagonismo cobraría el video arbitraje cuando aclaró que la entrada de Alan Pulido sobre Paco Acuña era merecedora de la tarjeta roja que dejó a las Chivas en inferioridad numérica a los 63’ de su duelo del viernes en el Cuauhtémoc. Como ya el 2–2 final estaba plasmado en la pizarra no podrán argumentar Cardozo y los suyos que la expulsión los perjudicó, más bien fue el Puebla quien no aprovechó al hombre de más. Partido cerrado, con el Guadalajara sin saber qué hacer con la temprana ventaja adquirida (Pulido a los 6’ y Jair Pereira a los 11’). Goles poblanos de Robles (50’) y Arreola (60’), emociones concentraron en los primeros minutos de ambas etapas y nítida demostración de por qué ninguno de los dos estará en la liguilla.

En cambio, Lobos sigue su marcha ascendente. Recibía a Xolos en CU, y aunque el clima era de perros, el licántropo impuso su ley. Entre dos medianos, el que navega en la cresta de la ola no tuvo inconveniente en derrotar al que sufre las consecuencia de un vestidor roto y una racha nefasta. Goles de Colin Kazim Richards (30’ y 50’, bien asistido en ambos por Leo Ramos) y de Eliseo Láinez, en escapada solitaria por toda la banda izquierda, coronada con remate raso y cruzado (91’). Y aunque la zaga universitaria sigue siendo bastante porosa, allí estaba Toño Rodríguez para enmendar yerros y desatenciones de sus compañeros. Xolos había empezado ambos tiempos a todo tren –el gol de Rivero cayó a los 49’–, pero cayó en las intermitencias propias de equipos sin brújula ni timonel.

Más VAR en el Azteca. No respondió a las expectativas el América–Toluca, dos oncenas más preocupadas por defenderse que por vencer, tendencia más acentuada en los diablillos sin que el América hiciera gran cosa por inquietar a Talavera. Abrió el fuego Alexis Vega por los choriceros con un albazo (1’), media hora tardó Henry Martín en igualar (34’) y lo demás fue puro forcejeo. No obstante, el VAR cobraría protagonismo.

Y es que, a los 54’, los Rojos volvieron a marcar por medio de Vega cuando González le entregó un bombón con la frente. A celebrar todo el Toluca, mientras los aguiluchos bajaban resignados la cabeza: pero la intercomunicación con el silbante irrumpió para mostrar que la jugada estuvo viciada de origen, un tiro libre lateral con hasta cuatro mexiquenses adelantados. En cambio, el mismo VAR permaneció ciego y mudo al producirse una entrada criminal de Paul Aguilar sobre Vega que hubiera significado la segunda amarilla para el azulcrema. Pero el yerro no corresponde a los videoinspectores sino al disparatado reglamento que limita el uso del dichoso VAR a unas cuantas situaciones muy acotadas. En síntesis, mucha tecnología pero poca justicia.

Cruz Azul va en serio. El miércoles, viajó para ganarle al Monterrey la Copa México, título menor que ya habían conquistado los cementeros en 2013. Y ayer, también a domicilio, dispuso 2–1 de los Pumas para recobrar el liderato general a dos fechas de la terminación del torneo regular. Debe ser el de Caixinha el equipo de estructura más dinámica de toda la Primera División. Pero lo que llama más la atención es su actitud, tan alejada de la que durante tantos años dio patente al verbo cruzazulear. Éste, por cierto, parecen empeñados en tomarlo para sí sus incondicionales, que armaron un alboroto monumental y del todo improcedente al recibir al plantel, ya dueño de la Copa, en el aeropuerto capitalino. Habría que avisarles que ese trofeo lo han ganado en años precedentes, sin hacer tanto escándalo, equipos como Dorados. O como el mismísimo Puebla.

FIFA=corrupción. Blatter dejó el sillón presidencial de Zúrich porque, des’nudadas sus corruptelas, no le quedaba de otra. A su vez, Gianni Infantino lo ocupó prometiendo ejercer una vigilancia férrea sobre los muchos interesados en ensuciar el futbol con el poder –y la avidez– del dinero. Y ahora resulta que, debajo de cualquiera de sus trajes de corte italiano, el presunto mesías tiene lodo hasta el cuello, según acaba de salir a la luz a propósito de ciertas gestiones suyas que libraron al PSG y al Manchester City de las duras sanciones reservadas a los equipos que vulneran el juego limpio financiero impuesto por la UEFA desde 2010.

Simplemente se confirma lo que sabíamos: ni la FIFA está saneada –entre otras cosas porque los encargados de hacerlo son juez y parte en medio del lodazal–, ni las medidas anunciadas aquel año han tenido el efecto de frenar el exponencial crecimiento económico de unos cuantos clubes multimillonarios, que se despegan de la mayoría a un ritmo muy similar al que acumula el gran capital internacional mientras masas ingentes se mueren de hambre. Y mientras Infantino y compinches miran para otro lado, ya se perciben gestiones de los super ricos de Europa para evitar rozarse con los pobretones que aun se cuelan a las actuales Copas de clubes distinguidos a fin de instaurar su propia y exclusiva Super Liga, un circo aparte, mucho más caro de vender a la tele.

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