Jueves, abril 25, 2024

Un 2018 poco memorable

Destacamos

Fue año de transición, como se dice. Hecho más que notorio en el tenis y en el futbol, pese a la renovada tenacidad de Nadal y a la inmutabilidad de Messi y Cristiano. Como telón de fondo, una F–1 estancada en la insultante superioridad de Mercedes –quinta corona para Lewis Hamilton–, con Ferrari y Vettel sin acabar de cuajar y el resto haciendo la comparsa. Cansado de servir de pera loca, el bicampeón Fernando Alonso emigra a los óvalos de Norteamérica. Y el futuro que hace temblar a todos se llama Max Verstappen.

En los deportes típicamente estadounidenses brilló con intensidad Medias Rojas de Boston al blanquearon a los Dodgers en la mal llamada serie mundial de un deporte que en México, pese al declarado fanatismo de AMLO, permanece en el hoyo. El boxeo, mientras tanto, baraja dólares por millones a cambio de realidades tan mediocres como Saúl Álvarez “El Canelo”, el deportista profesional de este país mejor pagado de la historia.

Ver para creer.

Rusia 2018. Se supone que en año mundialista, la Copa FIFA tendría que ser tema central. Pues sí, pero no. La máxima justa del balompié no alcanzó esta vez mayor vuelo y su única trascendencia fue la económica. Muy lejos de los mundiales que hicieron historia, del de Rusia 2018 quedará el recuerdo borroso de uno más, sin hechos memorables para el archivo mental del aficionado. Coronó a una Francia que nunca acabó de convencer –pese a Mbappé y tres o cuatro más– y de subcampeón una Croacia más carismática que otra cosa. Bélgica, el único gran equipo, se tuvo que conformar con el bronce. Bien Inglaterra y Brasil que, sin embargo, no acaba de recobrar su aire de primer actor. Y decepcionantes por completo Alemania, España, Argentina… Y el continente americano, pese al bajo nivel de la competencia, no fue capaz de colar un solo semifinalista.

¿México? De más a menos, con la deuda eterna del quinto partido pese al promisorio arranque con aquel 1–0 sobre el campeón saliente, para muchos el mejor resultado de nuestro historial mundialista. No, desde luego, para los que con tanto entusiasmo le movían el tapete a Juan Carlos Osorio, tragado al fin por su propio remolino de rotaciones.

Mundial sin novedades tácticas comentables como no fuera la original manera de defender y atacar córners del equipo inglés, que tuvo en Harry Kane al goleador del certamen, con seis pepinos. Claro que cinco se los anotó a Panamá, el novato de la Copa, distinguible sólo por la inusitada euforia con la que festejó –en la cancha y en la grada– su primer y único tanto el día del 1–6 bajo botas inglesas. Lo anotó un viejo conocido nuestro, Felipe Baloy y nunca antes, que recuerde, un equipo goleado con saña en un encuentro de Copa del Mundo dejó la cancha en semejante estado de feliz exultación.

Vencer sin convencer. Los torneos de clubes siguen siendo lo más entretenido del panorama internacional. Mas, siempre sobre la línea de un año a la baja, ninguno de los orgullosos triunfadores de 2018 pasará a la historia, si acaso a la estadística. Robaron cámara la tercera orejona consecutiva para la atiborrada vitrina del Real Madrid –3–1 sobre el Liverpool en la final, atribuible más a la temprana llave de lucha libre de Ramos que eliminó a Salah y los increíbles errores del guardameta contrario, un tal Karius–, y la tormentosa final de la Libertadores que se estiró hasta Madrid y coronó a un River Plate que luego sería incapaz de pasar de tercero en el mundialito recién finiquitado en Abu Dabi. Allí donde las Chivas, inadvertidas para el resto del orbe, hicieron el peor ridículo de equipo mexicano alguno, y eso que ninguno había conseguido sacar los pies del tiesto.

Con México fuera de la Copa Libertadores por voluntad propia –increíble–, la final de tuvo que cambiar de continente para conocer al ganador de 2018 –otra vez, increíble–, en un episodio con destino directo a la antología del disparate que se saldó con la victoria del River Plate sobre Boca Junior (3–1) en duelo que no se distinguió por su calidad futbolística. Pese a lo cual el tan postergado y discutido encuentro tuvo su encanto, con suspenso prolongado hasta los tiempos extra, que el perdedor jugó en su mayor parte con diez hombres y en su parte final con solamente nueve. Si el golazo del colombiano Juan Fernando Quintero que rompió la paridad cayó durante la primera inferioridad numérica, el de Gonzalo Martínez sorprendió a los boquenses con su portero en el área contraria, arrastrado por el inútil envión final en busca del empate. De modo que, quieras que no, lo que los argentinos llamaron “partido del siglo” y “mayor clásico de la historia” tuvo su miga, su intriga y sus emociones.

Torneos menores. Así como existe una Liga de la UEFA para entretener a las aficiones de los equipos europeos de segundo nivel –este año la alzó el Atlético de Madrid tras derrotar al Olimpique de Marsella (3–0) con goles de Vrsaljko, Correa y Greizmann–, en América del Sur existe un segundo torneo, la Copa Sudamericana (a la cual también renunció en su momento el futbol mexicano, que participando como invitado vio coronarse en 2006 al Pachuca). En este 2018 salió campeón el Atlético Paranaense, venciendo en penales al Júnior de Barranquilla luego de un doble 1–1 en el que lo sobresaliente fue la insistencia del equipo colombiano en errar disparos desde los 11 pasos no ya en la serie definitoria (que terminó 4–2) sino durante la marcha normal de los partidos, que para no romper con la tónica del año resultaron bastante opacos.

Y dejemos que los americanistas gocen y disfruten su merecida victoria sobre Cruz Azul aunque, para el planeta futbol, nuestra Primera División “profesional”, con sus muy rentables (para la tele) minitorneos, prácticamente no exista. Como tampoco puede equipararse un título cuya vigencia se reduce a seis meses con aquellos en que el campeón lo era durante todo un año, luego de conquistar una liga auténtica. No hay comparación posible, aunque la publicrónica lo oculte y el América los contabilice igual.

Madrid, River… y Chivas. El peor Real Madrid de los últimos tiempos viajó a los Emiratos Árabes para, casi sin ganas, coronarse vencedor del engendro que la FIFA de Blatter se inventó al despuntar el siglo XXI para aniquilar la antigua Copa Intercontinental –un clásico fuera de su control– y hurgarles el bolsillo a japoneses y árabes, al tiempo que les da atole con el dedo a sus federaciones repartidas en los cinco continentes, para contento de las televisoras. Patrimonio casi exclusivo del anual campeón de la Champions, no hubo novedad en ese sentido y el Real Madrid se coronó el sábado último arrasando con un voluntarioso equipo local, el Al Ain por 4–1, goles de Modric (14’), Llorente (60’), Ramos (78’) y autogol de Nader a centro de Vinicius (91’). Para el Madrid fue su cuarto título de este torneo anual, tercero que consigue en forma consecutiva. El balón de oro se lo dieron a Bale (que le marcó al Kashjima los tres goles del Madrid en la semifinal), el de plata fue para Caio, brasileño del Al Ain, y el de bronce premió el pícaro desempeño de Rafael Santos Borré, delantero colombiano del River Plate, que ganó 4–0 a Kashima en la pugna por el tercer puesto.

Una pregunta que sin duda revoloteó en la mente de muchos fanáticos del Guadalajara luego de su derrota inicial fue qué hubiera sucedido si su enflaquecido Rebaño no hubiera perdido con el Kashima Artles (2–3) y llega a toparse con el enfiestado River que se dejó arrebatar el pase a la final en penales por el Al Ain (2–2 el partido y 6–5 el desempate). La respuesta no tardaría en llegar, pues a la debacle rojiblanca, rematando con el oprobioso sexto puesto reservado al perdedor de su pugna con el flojísimo Esperance de Túnez, que le sostuvo el aburrido 1–1 pese a jugar 50 minutos con diez hombres, y lo liquidó en los lanzamientos desde los 11 pasos, cuando la última palabra al respecto fue emitida por un River algo más repuesto goleando 4–0 en el partido de consolación a la misma escuadra nipona que había eliminado a los tapatíos.

Todo mundo sabe que habían viajado a Abu Dabi con un equipo de circunstancias y sin la menor esperanza de lograr algo importante; sin embargo, nunca imaginamos que ocuparían al final el puesto de cola. Pero todo es mejorable en esta vida.

O empeorable, según se vea.

Salvados. Puestos a escarbar en el fondo del costal que se llevará a cuestas el Año Viejo algunas razones razones para el contento: ni la Franja ni Lobos BUAP, pese a los agigolones padecidos en el año, correrán el riesgo de descender en 2019. Y, rescatados a última hora, los Pericos seguirán en Puebla. Algo es algo.

Suerte para los tres. Y para más que sus pacientes seguidores.

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