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Llama Rosa Álvarez a recordar al pintor Faustino Salazar, el retratista de Puebla

Por : Paula Carrizosa

2012-02-15 04:00:00

Este 15 de febrero, el pintor Faustino Salazar (Barrio de Xonaca, 1912–2000), conocido como el “retratista de Puebla”, cumpliría 100 años. Para conmemorar su aniversario, su esposa y compañera de oficio Rosa Álvarez, llamó a las universidades locales para que por una semana exhiban una de las pinturas que actualmente tapizan las paredes del estudio personal del artista, el cual podría convertirse en un museo dedicado a difundir su obra.

La iniciativa ya fue atendida por Marie France Desdier, coordinadora de Patrimonio Artístico de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), quien en próximas fechas exhibirá en la Biblioteca la pieza Abarabas en la que se muestra un grupo de personas, que con las manos levantadas y las bocas abiertas, parecen pedir a gritos una mayor justicia.

“Esta pieza es tan contemporánea que a pesar de haber sido pintada en 1978, luce como si hubiera sido hecha el año pasado. Plásticamente, se nota la maestría y la técnica de su autor”, indicó Desdier, quien precisó que en 1989 Faustino Salazar recibió un homenaje en la Universidad de las Américas Puebla.

“Es una crítica, una forma de representar lo que sucede actualmente”, irrumpió Rosita Álvarez –como le llaman sus amigos–, y consideró que en eso México no cambia: “Es una masa que no piensa. Ahora nos hablan de democracia, y lo que concebimos como tal es a un copetón al que seguimos porque sale en la tele”.

Otro de los propósitos para celebrar el aniversario, acotó su hijo Sixto Salazar, es que las autoridades de Cultura en el estado adquieran y protejan de alguna forma el innumerable acervo pictórico de quien fuera el fundador de la Unión de Artistas Plásticos y egresado de la Academia de Bellas Artes de Puebla.

Al respecto, Rosita Álvarez indicó que Faustino Salazar le dejó toda su obra, por lo que es necesario “dejarla en buenas manos”. Otro de sus deseos, es saber qué pasó con las pinturas que fueron compradas por el ex gobernador Guillermo Jiménez Morales. “Antes se podía tener acceso a Casa Puebla –sede del gobierno estatal–, pero ahora ya no sé ni quién manda ahí. Si voy es seguro que no me reciban, y no sepan ni quién soy ni quién fue mi esposo”, consideró.

 

Entre el Renacimiento y la

decepción de la Revolución

 

Rosita y Faustino se conocieron pintando. Ella le pidió ir a su casa, para aprender sobre pintura y arte. “Vine de manera regular porque me invitó a estudiar, y sin saberlo nos fuimos uniendo, sin darnos cuenta, hasta que tenía el niño en los brazos”, recordó sonriendo.

Él era 13 años mayor que ella, y desde un principio compartieron la pintura y la crítica. “Mientras yo quería a Picasso, él pensaba que el Renacimiento era la base del arte”, dijo Rosita. Un ejemplo de ello es el fresco La materia venciendo al espíritu que adorna su estudio, y en el que un hombre fuerte trata de romper las paredes de piedra.

Lo que aprendió con Faustino Salazar fue la disciplina. “Me enseñó una clave para ser artista: no hagas que haces, sino haz; estudia y profundiza en las cosas que quieres decir”, recordó Rosita.

Luego de una pausa, acotó: “Faustino nunca pintó como para no decir nada, es como el que escribe, pues tiene la responsabilidad de decir y hablar de su época. Por eso su pintura expresa lo que pasó y tiene un carácter de denuncia, por eso en sus retratos están las reacciones y los gustos de quien posó para él”.

Memoriosa, la entrevistada recordó que en las últimas pláticas que estableció con su esposo se hablaba del arte contemporáneo, el cual calificaron como “un arte que no dice nada”. También, coincidieron en que la “pintura ya no estaba de moda, sino lo que está en boga era no decir la realidad”.

Una de las realidades de Faustino, prosiguió Rosita, fue la Revolución Mexicana. Entre sus historias, estaban aquellas que referían a los estallidos y las cabalgatas que el pintor oía pasar frente a su casa cuando era niño, de las cuáles tan sólo alcanzaba a ver las crines de los caballos y los sombreros de los jinetes.

“Era un creyente de la Revolución pero murió decepcionado. Pensaba que de nada había servido ese movimiento que estalló porque el pueblo tenía hambre, ya que casi 100 años después, se vivía la misma condición”, señaló en voz baja.

 

El último Ícaro

 

Entre los autorretratos destacan dos obras: El adiós y El último Ícaro. En la primera, Faustino Salazar yace muerto mientras sus amigos, de espaldas, caminan alejándose de su tumba. “Siempre imaginaba lo extraño de esa despedida: sus amigos yéndose vivos, y el quedándose cubierto por la tierra y la muerte”, dijo Rosita de manera pensativa.

El otro, explicó, lo hizo poco antes de morir. La mitología griega cuenta que Ícaro –el hijo de Dédalo– voló peligrosamente hacia el sol y se acercó tanto que el astro derritió la cera que mantenía unidas las plumas de sus alas, por lo que cayó estrepitosamente al mar y murió. “Cuando él lo pintó no entendí la relación, pero ahora tras 12 años de su fallecimiento, pienso que plasmó lo que estaba por suceder”, acotó Rosita Álvarez.

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