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La noche otomí, una dimensión fundadora del el orden social: Jacques Galinier

Por : Paula Carrizosa

2013-01-17 04:00:00

Jacques Galinier señaló que la transición del
momento es un aspecto femenino, ya que el
crepúsculo y la noche son momentos de apertura y
de clausura, de captación y robo, señales de lo
femenino

 

Desde 1969 el antropólogo francés Jacques Galinier ha trabajado sobre un tema particular: la noche en la cosmovisión de los pueblos otomíes en el oriente de México, quienes reflejan un “temor hacia la noche”, una actitud de miedo al crepúsculo, mismo que ha matizado las acciones cotidianas, el parentesco, la vida ritual y la organización social.

El especialista ofreció la conferencia “Topografías de la noche otomí”, en el marco de la cátedra Alfonso Vélez Pliego del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Puebla. A partir de mañana impartirá un seminario como parte del Posgrado en Antropología Sociocultural, que es coordinado por Antonella Fagetti.

Galinier, académico de la Universidad de París, vino al país en 1969 como parte del proyecto “Misión arqueológica y etnológica francesa en México”, permaneciendo durante tres años para estudiar al grupo indígena otomí.

“Mi primer contacto fue al atardecer de un día de noviembre de l969, cuando una mujer me indicó de los peligros del paso de día a la noche y de la necesidad de abandonar los espacios públicos por los de una casa. Enseguida, advertí una cierta actitud de temor al crepúsculo, lo que ha matizado mis investigaciones en la zona otomí oriental”, comenzó el etnólogo.

Indicó que cuatro décadas después “la noche sigue siendo un espacio de terror, ahora causado por lo narcotraficantes en la huasteca o por el viejo costal, un personaje de carnaval que asusta a los niños y que es uno de los protagonistas de la puesta del sol”.

El autor del libro La imagen del cuerpo notó que la transición espacio temporal del pueblo otomí ha recibido poca atención en la antropología latinoamericana. Agregó que “la noche” sigue siendo algo incógnito en la disciplina, a pesar del boom de investigaciones que ha habido en los años recientes.

Para el especialista eso “impide considerar los matices para poder entender de qué manera los actos nocturnos no son solamente liminares, sino etapas decisivas de lo social, lo político y lo cósmico”.

Jacques Galinier señaló que la transición del momento es un aspecto femenino, ya que el crepúsculo y la noche son momentos de apertura y de clausura, de captación y robo, señales específicas de lo femenino.

Sobre las topografías enlistó que el espacio doméstico es el principal lugar de la experiencia de lo nocturno. Para los otomíes es importante la disposición del petate, la defensa contra las brujas, el que no se pueda dormir en el umbral de una puerta, ni en el corredor ni al pie del altar o de la escalera.

Continuó que para este grupo indígena la entrada de la habitación es particular, lo mismo que el alrededor de las casas y las iglesias, que son espacios limpios. “La casa es como la noche: espalda”, citó el especialista recordado una frase que le dijo un chamán en la sierra alta, y agregó: “la casa espanta, más cuando ha sido un espacio habitado por un chamán, pues la gente cree que es peligroso después de su muerte”.

Dentro de las habitaciones, continuó el etnólogo, existen los oratorios mayores dedicados al  santísimo, y los menores para los santos que custodian las fuerzas terrestres. Al primero se le reza de día, al segundo oraciones de noche. En los días de fiesta, el sacerdote celebra una misa al mediodía en el oratorio principal, y al atardecer, los miembros de la casa hacen un ritual de purificación en el oratorio menor donde se almacenan jarras y muñecos de papel.

“La inseguridad es una obsesión de los vecinos, lo mismo en las casas abiertas de tierra caliente o semiabiertas, ya que piensan que seres malévolos los agredirán. Así, el alto índice de alcoholismo o la pobreza es justificada por la acción de las brujas y del diablo, que son como figuras que custodian al espacio clínico del chamán, quien construye un cuadrilátero de personajes de papel”, señaló Galinier.

Para los otomíes, incluidos los de San Pablito Pahuatlán, en Puebla, la casa es una réplica del cosmos nocturno en el que circulan las entidades nombradas por el chamán y el diablo, quien es la figura mayor del panteón otomí.

Por último, el antropólogo francés señaló que para la comunidad otomí las dualidades día–noche, orden–desorden, ocurren en “lugares de aparición” como lo son los acantilados, cerros, cuevas y barrancos, que son propicios para las visiones; las lagunas y camposantos, que logran la comunicación con lo intraterrestre, o las rocas y las puertas que se abren a la oscuridad. “La noche es la dimensión fundadora. Todo empieza aquí: la civilización, el orden social, lo primitivo de la oscuridad”, concluyó.

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