El sol caía a todo lo que daba sobre el piso de cemento dejando las calles vacías. Los pocos que se atrevían a cruzar las calles eran obligados por la necesidad. Sólo un chilango inconsciente de la mortandad del sol, como yo, podía atreverse a caminar las siete calles que separan la sede de Horas de Junio de este año del Hotel Kino, cuartel general y sitio de locura donde cada año...