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Tiempo roto

Por: Yassir Zárate Méndez

2012-06-01 04:00:00

(Introitus)

Discontinua, inconexa, paradójica. La vida de muchos contemporáneos es ante todo adjetiva, no sustantiva ni verbal.

Describe pero no acciona. Está rota; es no lineal. Va a saltos, en un frenético paseo por los canales de la existencia. Se prueba de todo y con todos, pero sólo por unos momentos.

La vida contemporánea es el sueño húmedo de los futuristas, que anhelaban un mundo vertiginoso, que encuentra su mejor paradoja en la velocidad promedio a la que se mueven los vehículos en la ciudad de México: 20 kilómetros por hora.

El zapping, la manera frenética de pasar los canales del televisor podría sintetizar este espíritu. El Homo zapping es no lineal, vive a saltos, con trozos de vida, casi siempre prestada. Así este texto: roto, discontinuo, casi esquizofrénico.

Un espécimen que salta una y otra vez, imposibilitado a arraigarse, y aún así, es víctima del sedentarismo. Una paradoja más, gallero. Adulto aniñado, entregado al placer de la fugacidad, de lo superfluo, de la ignorancia, del gadget de moda, de novedad.

Por aquí, por el introitus, se entra al placer, al abandono: olviden toda esperanza, porque nunca la hubo, ni lo habrá en este mundo raro.

(Ars longa)

Camino por el Schiphol de Ámsterdam, casi a ciegas, inédito en holandés. Y de repente, la revelación: Rembrandt en todo su esplendor: uno de sus cuadros enjaulado tras un cristal a prueba de balas. A mi alrededor, el vértigo de miles de pasajeros en tránsito.

Y aquí, este paradójico oasis que a casi nadie le importa. Demoledor para el ego de Rembrandt.

(Remix)

Vivimos los días de la mezcla, de la recombinación, de la mixtura.

En esta línea, el ensayo evolucionó saludablemente de centauro a quimera, apropiándose de adjetivos como inestable, ambiguo, excéntrico, híbrido, mestizo.

Ecléctico, versátil, volátil, voluble, quimérico y camaleónico, el ensayo de nuestros días mantiene su aceleradísima evolución genérica. Cruza de especies literarias, ejemplifica el sálvese quien pueda de la enmarañada teoría que trata de darnos sentido.

Así, en el oleaje epistemológico de estos tiempos, retorna el ensayo, inestable, confundido por su sexo.

La vitalidad biotecnológica de nuestros días permite enunciar y anunciar el alumbramiento de una variante, un inédito espécimen textual.

El centauro ensayístico esbozado por el taxónomo mitológico regiomontano ha dado pie a una variante: la quimera discursiva. 

(Philosophia  & Melodrama)

La gente ha hecho de los remordimientos un medio para apaciguar la culpabilidad. Otro tanto hace con el arrepentimiento, que se utiliza para no rompernos el cráneo al darnos de cabezazos contra la pared.

¿Cuántas veces se han hecho la siguiente pregunta?: ¿qué hubiera pasado si…? A veces ni el arrepentimiento ni los remordimientos son suficientes para darnos alivio y tranquilidad por las tonterías que hemos cometido. A veces la culpa es demasiado grande, como para desear que el tiempo marche hacia atrás. A veces quisiéramos romper un círculo invisible pero resistente.

¿Cuántas veces han deseado una segunda oportunidad para hacer las cosas de manera diferente a como las ha hecho?

(Tempo)

La existencia es un jardín de senderos que se bifurcan. Dotados de libre albedrío, los seres humanos se enfrentan todos los días a la necesidad de elegir, de escoger entre dos o más posibles caminos.

Cuando se opta por uno, entonces viene la duda, la incertidumbre de la probabilidad. La angustia, el miedo, el vacío.

Implacable, la vida nunca da marcha atrás, a pesar de nuestros sueños pueriles por querer viajar al pasado para arreglar todo aquello que hayamos hecho mal. Imposible. La línea del tiempo es despiadada: el pasado siempre se queda arrumbado en un rincón de la memoria.

Como todo mundo sabe, la eternidad no tiene fecha de caducidad. Por lo tanto, especular sobre las alternativas se convierte en un juego esquizoide, que nos desgaja, pero al mismo tiempo nos redime ante nosotros mismos. Nos hace pensar que podemos hacer mejor las cosas en el futuro inmediato… aunque la experiencia se empeña en demostrar lo contrario.

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