Que sufra mucho

“Que sufra mucho, pero que no muera; y que cuando muera, no se acabe el sufrimiento”, con esta frase se puede describir la negligencia, incapacidad e impunidad que ha caracterizado, por un largo e infame tiempo, a nuestras autoridades en el tema de violencia contra las mujeres.

La semana pasada la sociedad tlaxcalteca fue sacudida ante el artero crimen cometido contra una mujer, que fue ultimada con 27 puñaladas, y que al momento de morir tenía tres meses de embarazo. Sí, un feminicidio más, esos que para la procuradora no son cosa grave en el estado y que en este caso la funcionaria se reservó a decir si se trató o no de un feminicidio, ya que “la ley es clara y se tienen que analizar los elementos para integrar la averiguación previa y, así, evitar fracasar en el caso”.

En medio de nuestros altos niveles de permisibilidad y tolerancia ante la violencia contra las mujeres, casi en automático, las autoridades y varios medios de comunicación comenzaron a hablar de “crimen pasional”, situación bastante reprochable desde el punto de vista de quien esto escribe, pues al calificarlo como “pasional”, abrimos la puerta a buscar atenuantes para el feminicida, pues al estar cegado por celos, furia o desengaño, no tenía la conciencia de lo que hacía; y por otro lado, se empiezan a buscar en la conducta de la víctima los motivos que la llevaron a la muerte; se empieza a hurgar en su vida personal y cuestionarla, juzgarla y culparla de su propia muerte; sin el menor respeto por el dolor de sus deudos, que difícilmente encontrarán justicia.

En este momento, seguramente las y los diputados se sentirán muy “orgullosos” porque aprobaron la tipificación del feminicidio en marzo pasado; en su soberbia no reconocerán que en su mediocridad olvidaron, entre otras cosas, hacer las adecuaciones necesarias en el Código de Procedimientos Penales para hacer que la investigación pericial, ministerial y policial del delito de femincidio, así como las necropsias, se realicen bajo protocolos especializados con perspectiva de género y la integración de un Banco de Datos de Información Genética; permitiendo que nuestra Alicia viva en el país de las maravillas, en el que el término feminicidio no existe.