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Mujeres migrantes, economía y relaciones de género

Por: La Redacción

2012-12-05 04:00:00

María Martina Salazar

Hemos sido testigos en décadas recientes de una mayor participación femenina en las corrientes migratorias internacionales. Ello se da en el marco de la reestructuración de la economía mundial en la década de los setenta, la cual conllevó una mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral. En países desarrollados, como es el caso de Estados Unidos, la incorporación de la mujer estadunidense al mercado laboral trajo aparejada la necesidad de contratar mano de obra femenina, principalmente migrante, para el trabajo doméstico que, no pudiendo ser realizado ahora por aquellas, se lleva a cabo por las migrantes que vienen de países subdesarrollados, en los que la escasez de trabajo provoca también un incremento en la migración.

Pero las migrantes no sólo participan en el trabajo doméstico, también están, incluso en forma mayoritaria, en sectores de la economía cuya mayor ganancia depende de la mano de obra femenina, sin la cual no podrían competir. El trabajo femenino ha crecido en actividades ligadas al comercio internacional dado que a menudo se considera que esta mano de obra es más hábil y disciplinada y también porque en muchos casos, la dependencia familiar de los ingresos de las trabajadoras hace que las mujeres tengan un contexto más adverso para sindicalizarse y exigir condiciones de trabajo y salarios más justos[1].

De esta manera, la contribución de la mano de obra de las migrantes es fundamental para la economía. Con el trabajo doméstico y de cuidados que ellas asumen en la nueva sociedad, se posibilita la participación de las mujeres nativas en la economía estadunidense, ya que el Estado no tiene una política social que atienda el trabajo reproductivo que tradicionalmente se asigna a las mujeres, las necesidades de cuidado de los niños, de adultos mayores y de los enfermos; asimismo, su incursión en el mercado laboral en sectores como el textil, enlatado de frutas y de servicios, permiten a estos sectores obtener las ganancias para competir en el mercado. En el aspecto social también es muy importante el papel de las mujeres migrantes, ya que han participado significativamente en la institucionalización de la vida de los barrios, en las comunidades mexicanas en el estado de California, principalmente en Los Ángeles. Son quienes más activamente participan en la integración de las familias a la “nueva” sociedad en Estados Unidos.

En el caso de México, como país de origen de las migrantes, son ellas las que están a cargo de la familia a distancia, como proveedoras del sustento de los hogares en donde permanecen la madre, el padre y, en muchos casos, los hijos que dejaron al cuidado de la abuela o de otros familiares –en tanto muchas de ellas trabajan cuidando a los hijos de sus patronas en Estados Unidos. Se convierten en el pilar de los hogares en el país que no les brinda oportunidades laborales, porque los espacios de trabajo no son suficientes y los pocos que hay son para los hombres, quienes tradicionalmente son los que están a cargo del sustento familiar, asumiendo el rol productivo en la economía. Ahora son ellas las que están al frente de las familias, transformando su rol tradicional de género. Están empoderadas, son independientes, se hacen cargo de sí mismas y de su familia. Deciden que las hijas e hijos estudien y los apoyan para que tengan las oportunidades a las que ellas no tuvieron acceso, porque en muchas ocasiones, sobre todo en el medio rural, sólo se podía dar estudio a una parte de los hijos y fueron los hombres –sus hermanos– quienes pudieron hacerlo, ya que de acuerdo con la cultura patriarcal, las mujeres van a estar en el hogar, a cargo de la familia, por tanto no es tan importante que ellas estudien.

Invierten en la construcción y/o ampliación de la casa para tener espacios más dignos donde vivir. Ahorran e invierten en el comercio, para no depender de los bajos salarios que hay en su localidad. Promueven que otras mujeres también emigren, crean sus propias redes migrantes para que otras mujeres familiares y amigas también tengan la oportunidad de trabajar y percibir mejores salarios y así puedan ayudar a sus familias para que sus hijos estudien.

Las migrantes están en la sociedad de destino contribuyendo a la economía y articulando a las familias en esa nueva sociedad, están más allá del espacio doméstico que tradicionalmente se les había asignado como mujeres; han abandonado la “comodidad” de ese espacio privado, han traspasado las fronteras territoriales y las de género; hacen su contribución en la economía del país de origen, se hacen cargo de sus vidas y de la familia. Han avanzado en la ruptura del confinamiento al hogar, al espacio doméstico que como género se les asigna. Pero aún hay mucho camino por recorrer para lograr que como trabajadoras tengan las mismas oportunidades laborales y salariales que los hombres, que sus ingresos no sean menores por el hecho de ser mujer, que el acceso al trabajo no esté sesgado por el género, que la ley castigue a quienes aplican reglas diferenciadas por género. Y, por último, pero no menos importante, una política pública que considere las especificidades de género que atienda y apoye a las mujeres y a sus familias tanto en la sociedad de origen como de destino. Ellas ya están haciendo lo que les corresponde.

[1]El incremento de los hogares que dependen totalmente del ingreso de la mujer, las vuelve más vulnerables , perciben salarios más bajos, aceptan trabajar con menores prestaciones , lo cual permite mayor ganancia a las empresas, por ello el trabajo femenino es más funcional para dichas empresas.

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