Miedos electrónicos

Si antes nos sentíamos vulnerables como colectivo, ahora nos sentimos vulnerados como individuos. Los miedos van de la mano de la época que los alberga. Atrás quedó el miedo a que el planeta entero terminara frito por la pulsación del famoso “botón rojo” o a que occidente fuera invadido por la ola comunista.

Hay un miedo brutal a ser vigilado y a la vez una necesidad de exhibición de nuestros hábitos privados. Entramos a redes sociales y a sitios de internet sin leer los contratos, sin saber cómo configurar a quién mostramos lo que mostramos. La misma persona que sube una foto familiar a vistas de todo el mundo después cree que pegando una falsa declaración sin fundamento jurídico ni racional, mantendrá a buen recaudo su intimidad y los derechos de autor de todo lo que suba a la red.

Que habría que informarnos mejor y con más detalle de lo que nos ofrece, nos da y nos quita cada plataforma de internet, sí, pero hay cosas que quedan fuera de nuestro alcance. Estos días ha estado sonando mucho el programa de vigilancia electrónica del gobierno de los Estados Unidos conocido como PRISM. El PRISM no es nuevo, data de 2007. Lo que vino a traerlo otra vez a escena fueron los documentos filtrados por Edward Snowden, un soldado norteamericano, en los que pone de relieve que es un medio para la vigilancia centrado en los ciudadanos que viven fuera de Estados Unidos.

Aunque Apple, Facebook y Google han negado rotundamente su participación, legalmente están obligadas a facilitar información si el gobierno de Estados Unidos se lo requiere. Esto viola las garantías individuales y colectivas y nos recuerda que internet no es ese espacio libre con el que alguna vez soñamos, pero, ojo, tampoco caben ahí todas las paranoias de los miedos creados, porque esos miedos son una forma adyacente de control. La gente se preocupa porque no le roben sus fotos familiares y sus chistes malos, pero quizá habría que pensar también: ¿En qué medida nos afecta esto como sociedad? ¿Cómo repercutirá por ejemplo, en el activismo político?