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Los 18 de Wembley

Por: Yassir Zárate Méndez

2012-08-17 04:00:00

La materia prima de la épica pasa por el ejercicio colectivo del músculo y de la inteligencia, con una buena dosis de astucia.

En nuestros días, moribundo el heroísmo, salvo algunas contadísimas excepciones, el deporte ha venido a ocupar lo que antaño cubría la guerra, la que ahora se ha súper tecnificado y ha reducido el espectáculo de la lucha a un conglomerado de pantallas, videograbaciones y transmisiones vía satélite.

El cuerpo a cuerpo en el combate se ha dejado para los países que carecen de los monstruosos presupuestos para matar a distancia al prójimo, como bien lo atestiguan las dos guerras de Irak.

El combate y la sublimación de nuestros instintos agresivos se expresan sobre una cancha o un tatami. Y la obtención del triunfo es motivo de loas, que si bien no llegan a la altura de las loas que compuso Píndaro a los ganadores de los Juegos en la anciana Tebas, sí alcanzan cierta altura que las coloca al nivel de la gesta.

Ese fue el caso de lo que se vivió en el césped de Wembley el pasado sábado. Los 18 de la tribu (perdón, Villoro, pero la frase es magistral), saltaron al campo con los genes bien puestos, a pesar de la larga herencia de derrotas a cuestas.

A fuerza de músculo y paciencia, con una buena dosis de suerte  y mucha inteligencia, los 18 futbolistas de la Sub 23 escenificaron el mejor episodio colectivo en el deporte mexicano. Superaron lo hecho por los equipos que obtuvieron los subcampeonatos en las copas América de Ecuador y Colombia.

De paso, se quitaron el gafe, el horrible estigma de ser unos perdedores consuetudinarios. Tomaron por asalto un sitio histórico, para hacer historia, una que se acabó desbordando en una alegría que debería de tener mejores causas, pero que al menos sirve para pasar mejor los tragos amargos que vivimos en estos días post fraude electoral.

Ahora que todos se quieren colgar el triunfo de los 18 de Wembley (más el equipo técnico, que tuvo sus aciertos), es correcto afirmar que las dificultades pueden llegar a superarse con un buen trabajo de conjunto (aunque esta frase suene cañonamente a barata palabrería de superación personal). Pero visto lo visto en el campo sagrado inglés, no queda más remedio que rendirse a la evidencia.

¡Salve! Nada hay como la victoria. Y eso lo saben troyanos y aqueos. 

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