El orden caníbal

Así denomina Jean Ziegler, relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, al momento que se vive actualmente alrededor de todo el planeta, en el marco del capitalismo neoliberal y que se sintetiza en el hecho de que el mercado mundial de los alimentos es controlado a nivel mundial por 10 corporaciones transnacionales, encabezadas por la criminal Monsanto, que junto con otras menores (Sygenta, Cargill, Bayer, Novartis, entre otras) avanzan por todos los frentes (acaparamiento de tierras, patentes sobre organismos genéticamente modificados, destrucción de la biodiversidad, desmantelamiento de la autonomía alimentaria de las pequeñas comunidades rurales, contaminación de los centros de origen de los cereales, como Oaxaca, centro de origen del maíz en México; y todo ello con un solo objetivo: lucrar con el hambre, sacar y acumular ganancias a partir de la necesidad básica de satisfacer el hambre para mantener la vida.

Esto explica por qué en el mundo se están produciendo alimentos para 16 mil millones de personas (cuando la población mundial asciende a unos 7 mil millones), si casi un tercio de la población mundial muere de hambre, de sed y de desnutrición; eso quiere decir que más de la mitad de la comida, se tira o se destruye, una vez que su vida útil en los anaqueles de los grandes mercados, ha caducado. Gandhi ya lo había dicho: la tierra produce lo suficiente para saciar las necesidades de todos, pero no para saciar la ambición de unos cuantos.

El pasado sábado, en más de 50 países y alrededor de 250 ciudades del mundo, en una acción sincronizada, y sin precedentes, cientos de miles de personas se manifestaron en contra de este orden caníbal impuesto por los amos del dinero, rechazando y denunciando el servilismo de los gobiernos sometidos a los dictados del capital. Precisamente esta propuesta se originó como respuesta a la reciente decisión de la Suprema Corte de Estados Unidos, a través de la ley HR 933, mediante la cual niega la facultad a los tribunales federales para sancionar la falta de etiquetado de alimentos transgénicos por parte de las empresas criminales, de tal manera que se deja en estado de completa indefensión a los consumidores que no saben qué tipo de alimentos están ingiriendo, ni los efectos que el desorden genético introducido en ellos va a tener sobre su salud o sobre la de sus hijos o nietos. El argumento de la Corte sigue siendo el mismo: “no hay evidencias científicas claras y contundentes de que los OGM afecten a la salud humana”, cuando las mismas empresas financian las investigaciones oficiales “a modo” y boicotean los estudios independientes que demuestran lo contrario.

No hay que olvidar que la lucha en México y en Tlaxcala se sigue dando en contra de permitir que se siembre maíz transgénico que contamine la rica variedad de maíces criollos que todavía se cultivan en lo que siempre fue la “tierra del maíz” y que a pesar de que se aprobó una Ley de Protección al Maíz, hasta ahora sigue siendo letra muerta, y lo seguirá siendo si la ciudadanía no se organiza y defiende su derecho a una alimentación sana y a un medio ambiente sano también.