El fin del 13 baktún

Finalmente la expectativa catastrofista–consumista del “fin del mundo” no se cumplió y los numerosos gastos y créditos obtenidos a través del dinero plástico en la euforia mercantil tendrán que comenzar a pagarse en infinitos “pagos chiquitos” a partir de la difícil cuesta de este 2013, que comienza con los tradicionales aumentos, albazos legislativos, gasolinazos y un largo etcétera que nos recuerda que seguimos viviendo la misma pesadilla neoliberal.

Sin embargo, por debajo de esta cotidianidad superficial y mediática, se mueven otras realidades y otras perspectivas que alimentan la esperanza y llaman al compromiso en la construcción de un mundo diferente; cuando todo parecía absurdamente igual y fatídicamente predeterminado, cerca de 50 mil mexicanos (tzeltales, tzotziles, choles, mames, tojolabales y zoques) volvieron a sacudir al país con su presencia silenciosa en las plazas centrales de cinco ciudades chiapanecas, haciendo de su silencio y su puño levantado un fuerte grito clausurando el 13 baktún y anunciando el comienzo de una nueva era que ellos en sus municipios autónomos y en sus caracoles han venido construyendo, no apenas desde hace 19 años, sino desde hace más de 500 años, como ejemplo y guía para estos momentos de cambio en el que un mundo viejo marcado por la avaricia del capital debe derrumbarse para ceder el paso a otro mundo aún por construir.

Mucho se ha dicho sobre las interpretaciones políticas, sociales, culturales y hasta religiosas de este nuevo gesto de los integrantes del movimiento indígena zapatista, pero la interpretación que me interesa destacar es la de un nuevo llamado a la sociedad civil del resto del país para que nos comprometamos de hecho, en la práctica, en la realidad cotidiana en la construcción, no de uno, sino de los muchos mundos posibles que pueden surgir de las aspiraciones de los seres humanos liberados de la enajenación de la sociedad egoísta del consumo y la acumulación depredadora de bienes, buscando lo que nuestros hermanos bolivianos y ecuatorianos han definido como el “buen vivir”, concepto indefinible en palabras, pero que remite a prácticas concretas, experiencias nuevas, utopías hechas realidad en pequeña escala, que demuestran la posibilidad humana de construir una cultura verdaderamente humana que tenga a la vida como centro y no al capital.

El fin del 13 baktún es una invitación a salir de ese mundo ilusorio del consumo indiscriminado e infinito de bienes materiales que pasan por encima de las relaciones solidarias y de afecto entre los seres humanos, para “construir” otras experiencias a partir de nuestras aspiraciones profundas que yacen aletargadas en nuestro inconsciente, pero que contienen las claves creadoras de formas diferentes de una vida basada en la concordia y la armonía con todos los seres vivos y con la naturaleza misma. Si como ya es costumbre al inicio de cada ciclo anual nos fijamos cambios y metas, las urgentes serían romper con la enajenación del confort despilfarrador y parasitario y comenzar una vida más sobria, basada en otros valores que cada uno de nosotros tiene que descubrir y experimentar.