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El arte de los sonidos fijos

Por: La Redacción

2012-03-09 04:00:00

Manuel Ramos Negrete*

El cine comercial de nuestros días es una experiencia sensorial, que no tendría el mismo impacto emocional, sin un diseño sonoro suficiente para magnificar escenas superfluas que sin el sonido, proyectarían un mensaje ambiguo, tal vez sólo imágenes aburridas.

Cualquiera que haya visto películas como Transformers I, Réquiem for a Dream, El exorcista (1973) recordará escenas memorables básicamente por la potencia del sonido que les acompaña compenetrándose en el imaginario colectivo. Recordemos de Transformers: los sonidos que emite un robot (extraterrestre) miniatura, sonidos cortos y agudos que nos permiten atribuirle un carácter de villano simpático, o bien los sonidos que acompañan imágenes muy rápidas y de corta duración alrededor del consumo de estimulantes en Réquiem por un Sueño, son sonidos que nos evocan succión, euforia, placer en unos momentos breves, y qué decir de El exorcista, el sonido de la cabeza que gira a 360 grados de la adolescente poseída, invención sonora del mexicano Gonzalo Gavira, y así podría citar muchos ejemplos de entre la vasta producción mundial y nacional.

La gestación de estos trabajos la encontramos muchos años atrás desde la invención del telégrafo (1837), luego los primeros intentos de registro y reproducción del sonido en un soporte (fonógrafo),  hasta los discos de vinilo y grabadoras de cinta en carrete, con esta última tecnología el arte de los sonidos y la música cambiaron sus formas y contenidos, por la facilidad para grabar y reproducir en un estado sólido: soporte. Un espacio de experimentación e implementación de la manipulación del sonido, con la intención de integrarla a producciones para el gran público, fue sin lugar a dudas Radio Francia (1940-1950) y su gran filósofo del sonido Pierre Schaeffer (Francia, 1910-1995) quien trabajando en producciones radiofónicas y audiovisuales desarrolló gran habilidad de la edición: arte de cortar, pegar, mezclar y modificar el sonido.

Así experimentando con un tornamesas y un disco de vinil, sucede el maravilloso deterioro del disco lo que eventualmente provocará que se rompa un surco del disco (sillon fermé)  y como decimos comúnmente se “raya”, (fenómeno que ahora en la era del iPod es nostálgico, pero aún así sigue vigente en muchas expresiones sonoras).  Pierre Schaeffer dedicó gran parte de su vida al estudio formal de este fenómeno. Si bien otros experimentadores sonoros de la época también llegaron a resultados sonoros similares, Schaeffer publicó las bases filosóficas y prácticas de este nuevo arte (Traité des objets Musicaux) texto en el que la fenomenología, la gestalt y la música van coto a coto para definir “objeto sonoro” y asimismo “escucha reducida”, atribuciones semánticas y una reinterpretación de lo que escuchamos están en el corazón de este estudio, y para divulgarlo el mismo Schaeffer promovió su trabajo en conciertos y emisiones “radiofónicas”, ganando así adeptos a este nuevo arte.

Algunos de sus alumnos serán también investigadores formales del sonido,  compositores y otros más “artistas sonoros”. Para potenciar las obras creadas con estos nuevos preceptos estéticos, desarrollaron o adaptaron tecnología de le época para que una grabación monofónica (un solo canal) pudiera evocar una sensación de espacio mediante un grupo de bocinas dispuestas en escenario y público, uno de estos primeros intentos fue la cuadrafonía (1954) y posteriormente con la facilidad  para  utilizar circuitos integrados se desarrollan equipos más sofisticados, y curiosamente el modelo de lo que hoy entendemos como sonido “surround” tiene sus orígenes también en la experimentación.

Francois Bayle (Madagascar-Francia), alumno de Pierre Schaeffer, se hace cargo de los estudios GRM (Groupe de Recherche Musicales) y desarrolla un sistema “polifónico” para proyección de sonido con más de 50 bocinas y lo llamó  “acusmonium”, el principio es muy simple: un distribuidor de señal de entrada stereo y salidas múltiples, manipulado por una mezcladora común y corriente (sliders). La particularidad  de su propuesta radica en el uso de bocinas de diversos tamaños y potencia distinta para provocar la sensación de relieve en el sonido y así evocar también en el escucha, movimiento, profundidad y espacio, por tal motivo muchos de estos primeros conciertos (performances) se les llamó “cine para los oídos”.

Hace años tuve la fortuna de asistir a una clase maestra del compositor Francois Bayle en el Conservatorio de Montreal y alguno de los colegas de clase preguntó el origen de este sencillo pero potente dispositivo artístico, la respuesta fue por demás ”pintoresca”.

Resulta que Bayle, como todo buen artista que gusta del sonido, escuchaba una emisión de la radio en la que se proponía el concepto de postal sonora: viajes en ferrocarril grabados y transmitidos diferidos, sin narrador, es decir, la grabación quasi pura “paisaje sonoro”, escuchando esto, la naturaleza le sugirió “hacer una parada técnica” (evacuar) y como no quería perderse ni un solo momento, fue en busca de un radio portátil que llevó consigo al baño, estando allí encendió la radio, mientras que en la estancia estaba su equipo de sonido tradicional y ¡zaaas! Aparece el fenómeno de relieve en el sonido, prendado de este recuerdo, llega con los técnicos del GRM y solicita le construyan el “acusmonium”.

Recomendaciones sonoros

 “L'Expérience Acoustique”, François Bayle, edición MGCB 5694; “De Natura Sonorum”, Bernard Parmegiani, edición INA-GRM; “REQUIEM”, Michel Chion, edición INA-GRM.

*Maestro de diseño sonoro y tecnología musical en el ITESM, Campus Puebla.

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