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David y Goliat

Por: Guillermo Aragón Loranca

2012-09-18 04:00:00

A principio de septiembre, la Caravana por la Paz, encabezada por Javier Sicilia, los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado, ya no sólo de México sino de algunos países de Centroamérica, así como de algunas organizaciones civiles y religiosas de los Estados Unidos, se detuvieron algunas horas en Georgia, frente a la entrada de la tristemente célebre “Escuela de las Américas” (ahora eufemísticamente llamada: “Instituto para la Cooperación en Seguridad del Hemisferio Occidental”), a fin de realizar una protesta simbólica en contra de la política violenta e injerencista del gobierno norteamericano, ahora a través de la lucha contra las drogas, instrumentada a través de supuestos planes de ayuda como el Plan Colombia o el Plan Mérida.

Algunos analistas han calificado esos 26 días de peregrinar dentro del territorio donde se asientan los poderosos consorcios militares–empresariales–financieros, como el duelo de David, un reducido grupo de ciudadanos armados sólo con su fe y su confianza en la posibilidad de que el ser humano escuche a su conciencia y cambie de rumbo hacia un mundo más solidario y vivible, frente al gigante Goliat, la fuerza del egoísmo y la avaricia del capital que ahora ya emplea abiertamente la violencia para adueñarse de las riquezas y de la vida misma del planeta. La comparación puede resultar atractiva si David emplea toda su astucia y su energía en vencer a Goliat, si apunta bien el pequeño guijarro de su honda hacia la frente, hacia la conciencia de los seres humanos que dócilmente colaboran convencidos de que el mejor mundo posible es el del neoliberalismo.

Algunos medios han destacado que el objetivo de la marcha es impedir que el flujo de armas siga llegando a México por diferentes vías, alimentando así la violencia; esto debido a la destrucción simbólica que realizara la caravana en Álamo, Texas, al inicio de su recorrido, pero esta es una apreciación muy parcial, porque lo que está detrás del discurso y de los actos simbólicos de los integrantes del movimiento, es sacudir la conciencia de la sociedad civil, tanto de México como de Estados Unidos y del mundo entero, para darse cuenta de que el sistema socioeconómico impuesto en la mayor parte del mundo es intrínsecamente violento por sí mismo; que las contradicciones del propio sistema han llegado a un punto en el que la ganancia y la acumulación sólo pueden hacerse a través del despojo y el control violentos de la sociedad, disfrazados de los más diversos motivos: lucha antiterrorista, lucha contra el narcotráfico, lucha contra el fundamentalismo islámico, rescates bancarios, guerras preventivas, tratados de libre comercio, derecho a la autodefensa, intervención humanitaria, protección de la población contra sí misma, entre muchas otras denominaciones que se han hecho.

 El acierto y el valor del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad ha sido no sólo sacudir la conciencia de los mexicanos, sino haber atravesado la frontera para alertar a los ciudadanos de allá de que ellos son también víctimas y cómplices de la violencia generalizada; de que la violencia doméstica o la internacional, llámesele como se le llame, son los diferentes rostros de una sola y única violencia: la del despojo y la opresión.

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