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Fraude a la democracia

Por: Jaime Ornelas Delgado

2012-07-05 09:43:33

La jornada electoral del 1 de julio, fue el broche de oro con el que cerró la telenovela producida por Televisa y TvAzteca para llevar a Enrique Peña Nieto a la presidencia de la República. No sólo se trató de las trampas, que fueron muchas y denunciadas debida y oportunamente; sino de una vulgar estafa, de una elección igual a la de 2006 perfeccionada por la experiencia adquirida por el poder y que volvió a dejar a millones de ciudadanos en la más absoluta indefensión.

Por eso, el movimiento social no sólo denuncia las métodos tradicionales empeñados en alterar la voluntad popular (el carrusel, la compra de votos, la coacción, el manipuleo de los programas sociales, las tarjetas para hacerla efectivas “después del triunfo” o la facciosa injerencia de Felipe Calderón y muchos etcéteras más), sino que también pone en evidencia la fraude a la democracia que sufrimos quienes hemos mantenido, con el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, la lucha política electoral para alcanzar el poder político. Sin embargo, lo sucedido a lo largo de la campaña, como el gasto exorbitante, la parcialidad con que las televisoras trataron a los candidatos, las encuestas manipuladas que deforman la realidad hasta hacer creíble las más evidentes y grotescas mentiras, las dolosas observaciones de los intelectuales orgánicos del poder económico y las televisoras terminaron por cerrar los frágiles espacios que deja la democracia representativa a la acción ciudadana.          

Es difícil saber si al actuar así quienes encabezaron el “fraude democrático”, tienen conciencia de la responsabilidad que adquieren al reducirle a la ciudadanía la posibilidad de lograr con los votos el cambio de gobierno. Hoy, muchos mexicanos se preguntan ¿cuáles son las otras vías, las otras posibilidades para lograr el cambio verdadero? Y cuidado, porque lamentablemente las respuestas pueden conducir a caminos sinuosos que suelen impedir la ampliación de la democracia o el saneamiento de la vida política del país. Cancelar la vía democrática termina por abrir caminos indeseables, cuyos riesgos son enormes.    

Por eso tiene razón Andrés Manuel López Obrador al insistir en acogerse a la legalidad existente para impugnar el fraude en todo el proceso electoral, es decir, desde su inicio hasta la jornada electoral y aún después.

Es ingenuo pensar que el fraude se cometió sólo el 1 de julio. Se inició, incluso, varios años atrás cuando desde el poder económico se eligió a un oscuro gobernador de la entidad más poblada del país, sin mérito alguno para hablar de liderazgo nacional, como el futuro presidente de México. Ahí comenzó a diseñase el producto que se vendió a un pueblo desprevenido, asiduo a las telenovelas y a la consulta de todas las revistas que publican las televisoras sobre la vida y milagros de las y los “artistas” que trabajan también para esos medios; o ciudadanos que ritualmente se plantan frente al televisor para “ver y oír” el futbol y sensibles a los productos chatarra que entre gol y gol les ofrecen Televisa y Tv Azteca.

Hoy, a ese mismo teleauditorio, le están diciendo que todo fue legal, democrático y ejemplar y que quien impugne “no sabe perder”. Los medios parecen reclamarle a López Obrador que haya decidido ajustarse a la legalidad sin seguir el ejemplo de Josefina Vázquez Mota, quien sin resultados oficiales y sólo con las perniciosas encuestas de salida se declaró vencida.    

Para el movimiento social, las cosas no han concluido y está llegando el momento de salir a la calle para denunciar el fraudulento proceso electoral y salvar del naufragio los restos de una democracia que ni el Partido Revolucionario Institucional ni el PAN han sabido cuidar. 

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