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Mexicanos en Sevilla... y en San Isidro

Por: Alcalino

2012-05-14 04:00:00

Reanudamos –para concluir– el prometido repaso a lo más destacado que nuestros toreros han realizado en la Maestranza sevillana. Y lo hacemos justamente cuando, en 1962, se reanudan las relaciones hispanomexicanas. Para encontrar, otra vez, cortedad y mutismo en la empresa maestrante, porque a excepción de Joselito Huerta –simplemente discreto en sus dos presentaciones abrileñas del 65, últimas suyas en Sevilla– apenas asomaron por la puerta de cuadrillas los jóvenes matadores Abel Flores, para tomar la alternativa (28.09.63; cuarto mexicano que se doctoraba a la vista de la Giralda después de Jesús Solórzano en 1930, Alfredo Leal en 1954 y el propio José Huerta al año siguiente) y Gabino Aguilar.

Ambos habían triunfado antes como novilleros, especialmente el recio torero de Piedras Negras, que caló hondo, cortó en total cuatro orejas y abrió la puerta grande (11.08.63); también gustó Fernando de la Peña sin cortar apéndices, lo que si lograría Gastón Santos en su única presentación (12.05.63), segunda de un rejoneador mexicano tras la de Carlos Arruza (20.06.57).

 Y si no hubo más fue porque la empresa maestrante optó por ignorar a los numerosos paisanos que por aquellos años intentaban abrirse paso en España. 

 

Alfredo Leal y Curro Rivera

 

Así las cosas, no dejó de llamar la atención que precisamente en Sevilla se anunciara la Corrida de la Concordia (15.08.68) que marcó la reanudación de las relaciones taurinas entre ambos países que siguió a la ruptura –una más– de 1967. Fue un mano a mano de artistas y tanto Alfredo Leal como Curro Romero cortaron oreja, poca cosa en comparación con la gran tarde que Alfredo dio a los sevillanos el día de San Miguel (28.09.68): tuvo petición del segundo de una dura corrida de Concha y Sierra y al quinto lo bordó de cabo a rabo, ganándose una bronca épica el juez de plaza por negarle el segundo apéndice, mientras el elegante diestro capitalino recorría nada menos que cinco veces la periferia.

A la fecha, la última Puerta del Príncipe para un mexicano la abrió Curro Rivera al debutar en la feria de 1971 y cortarle las orejas a “Zalamero”, el tercero, y otra más a “Gavilán”, ambos de Fermín Bohórquez (18.04.71). Lo repitieron al siguiente año, no dio la nota y se olvidaron de él, misma suerte que corrió Eloy Cavazos, luego de una vuelta al ruedo protestada en su segunda comparecencia en la feria de abril del 75, primera y última suya en la Maestranza. Y ni hablar de Manolo Martínez, que se coló en un único cartel (19.04.78) sin conmover en absoluto a la afición más sensible de España.

 

Un tercio de siglo casi vacío

 

Entre la oreja cortada por Manolo Arruza según referencia anterior (12.10.77) a la que Joselito Adame le arrancó hace un mes a un boyancón del Conde de la Maza (16.04.12) transcurrieron casi 35 años, durante los cuales los sevillanos apenas supieron de la existencia de diestros aztecas. Y los que por  azar llegaban alguna vez a partir plaza poco o nada consiguieron. Tanto que las únicas orejas cortadas por paisanos nuestros las recibieron los novilleros César Pastor (06.05.79), Calita –dos de un eral en novillada sin picadores, en 2007–, y el año pasado Sergio Flores, que luego de pasear el apéndice de su primero a punto estuvo de desorejar también a su otro novillo –falló al matar– sin arredrarse ante una paliza fenomenal.

A lo largo del último cuarto del siglo XX y los años que llevamos del XXI actuaron alguna vez en la Maestranza una decena de novilleros y –sin llegar a repetir ninguno de ellos– los matadores David (1988) y Alejandro Silveti (1993), Miguel Armilla (93), El Zotoluco (2001), Israel Téllez (2011), Diego Silveti y Joselito Adame, los dos últimos en abril de este 2012.

Ah… y El Calesero –que había toreado por única vez en la Maestranza en 1946, haciendo sonar la música en el primer tercio– fue homenajeado con un festival (18.10.80), ya retirado y con 63 años a cuestas. Nada destacable conseguiría ante un manso peligroso de Juan Pedro, pero las crónicas dicen que dejó en la Maestranza aromas de torero caro.

Como se habrá advertido, el toreo mexicano ha tenido un eco simplemente discreto –con aisladas aunque significativas victorias– en los anales de la Real Maestranza de Caballería.

 

En marcha San Isidro

 

De las 30 tardes de toros anunciadas transcurrieron ya las cuatro primeras, con doble puerta grande el sábado para los rejoneadores Cartagena y Galán. Malos augurios se ciernen, sin embargo, sobre una feria en que el habitual malhumor madrileño está siendo exacerbado por la falta de fuerza del ganado… y de los carteles, que esta vez no convencen a nadie.  Aun así, hay que desear que dé el do de pecho alguno –y ojalá más de uno– de los espadas mexicanos que están anunciados, seis matadores y el novillero Sergio Flores, que figura entre los punteros del escalafón ibérico menor. Eso sí, cada quien va una sola tarde.

Los primeros en calarse el terno y partir plaza en Las Ventas serán Arturo Saldívar (que alterna el viernes con Abellán y Víctor Barrio, toros de Manolo González) y El Payo (el sábado 19, con Juan Bautista, Matías Tejela y ganado de Torrestrella). Que la suerte y las musas los acompañen.

 

Falaz ataque

 

Como si no fuese bastante con lo que desde todos los ángulos le está lloviendo a la Fiesta, el diario madrileño El País publicó en su página editorial del 7 de mayo una invectiva contra las subvenciones a los toros, so pretexto de inoportuna y desproporcionada erogación del alcalde de Valladolid (180 mil euros) para que la empresa local organice una corrida de postín (Morante, Juli y Manzanares). En tiempos de recorte de gastos gubernamentales y penuria generalizada, la crítica es enteramente válida (el tal alcalde acaba de cerrar la escuela de música). Lo malo es que el editorialista anónimo ironice con estos datos, y de paso se lamente de que “el dinero público seguirá fluyendo para la fiesta nacional… Murcia, Madrid y Castilla–La Mancha ya han declarado a los toros Bien de interés Cultural… el toreo por encima de la inteligencia”. Y para ilustrar el mensaje, la viñeta de libro abierto rasgado por un par de banderillas.

Además de agresivo, oportunista y parcial, el texto oculta que los toros dejan en garantía por licitación de plazas y en impuestos muchísimo más dinero del que descocados alcaldes puedan derrochar, generalmente no para subvencionar corridas sino capeas callejeras de corte popular.

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