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Marlon Campos: valiente en Madrid con torazos

Por: Alcalino

2013-04-29 04:00:00

Ayer toreó en Madrid, con más entrega y disposición que halagüeños resultados, el queretano Marlon Campos, en tercia de finalistas de una corta serie de novilladas patrocinadas por Canal Plus. Ni la tarde, lluviosa y fría, ni el ganado de Guadaira, auténtica corrida de toros por cuajo, presencia e imponentes puntas, ayudó a los noveles. Más que novillada para principiantes era un encierro para gente experimentada en artes lidiadoras. Y los muchachos, designados por un jurado como los mejores de cada uno de los tres festejos previos, anduvieron a merced de tales bicharracos, al aliarse sus legítimas ansias de triunfo con la geniuda condición del ganado.

Tercero del cartel, Marlon Campos se deshizo, aviso de por medio y en lo peor del vendaval, de un desabrido y bronco albahío de Julio García, sustituto del titular, devuelto por inválido. Y salió a contender con el cierraplaza –un “Harinoso”, colorado de 514 kilos–, dispuesto a llevarse la furgoneta que premiaba al triunfador. Se encontró con un bicho de aparatoso trapío, algo soso pero al mismo tiempo revoltoso y alerta, que volteó dos veces al queretano como para herirlo pero nunca lo apartó de su valerosa porfía, que alcanzó su momento cumbre –y el del festejo– en una tanda de naturales de mano baja, trazo firme y corazón bien puesto. Un pinchazo hondo y certero descabello acabaron con el castaño y con la dura novillada de Guadaira. Y para el mexicano sonó una prolongada ovación, con cierta petición de oreja.

El cuarto se había llevado por delante a Rafael Cerro, herido en inoportuno desplante final por un animal estoqueado ya y virtualmente muerto, cuyo certero derrote le produjo una grave cornada penetrante de vientre con rotura de la bolsa escrotal. En compensación, suya sería la furgoneta en concurso, pues derrochó valor toda la tarde y mereció la oreja –negada por el juez– del castaño capirote que lo hirió, “Candil” de nombre y todo un toro, como el resto del encierro.

El segundo espada, Tomás Campos, no tuvo mejor suerte con el ganado pero acreditó valor y sentido del temple, a cambio de cierta frialdad. Tras leve petición saludó en el tercio a la muerte de su primero, como ocurriera también con Rafael Cerro en el anterior y en el último con Brandon Campos, maltrecho pero no vencido por el correoso cierraplaza.        

Rebanadas de historia. Con Brandon son ya 90 –y tal vez alguno más– los novilleros mexicanos que han partido plaza en las dos plazas grandes de Madrid: la antigua de la carretera de Aragón y la actual de Las Ventas. Los primeros en presentarse en la plaza vieja fueron Carlos Lombardini y Pedro López y lo hicieron mano a mano (11.07.1909), tras la sensación recientemente provocada por Rodolfo Gaona: pero el fracaso de la pareja fue tal que no volverían a pisar la arena madrileña.

1909–1930. Totalizan 13 una los novilleros “aztecas” que durante este periodo comparecen ante el público en la Villa y Corte, si bien Ernesto Pastor, nacido en Puerto Rico, era mexicano naturalizado. Ya matador, Pastor moriría de una cornada mal atendida en el propio Madrid.

Contrastando con la pobre impresión causada por la fugaz pareja Lombardini–López, son de señalar los triunfos apoteósicos de Edmundo Maldonado “El Tato” y Jesús Solórzano. Y también gustaron y cortaron orejas Alberto Balderas y José González “Carnicerito de México”.

La nota trágica del periodo fue la muerte de Miguel Freg (12.07.1914), degollado por el novillo “Saltador”, de Contreras, cuando era una legítima promesa del toreo.

1931–1936. En los años 30 y antes del boicot a los mexicanos de 1936, 10 aspirantes más enarbolaron ante los madrileños la bandera de la torería nacional. Destacaron por encima de los demás Garza y El Soldado, protagonistas de tres novilladas célebres entre julio y agosto de 1934 –Luis Castro llegó a cortar dos rabos, y Lorenzo un total de ocho orejas–. Pero también abrieron la puerta grande Luciano Contreras y Ricardo Torres, en tanto tocaban pelo David Liceaga, Arturo Álvarez, Jesús González “El Indio” y Eduardo Solórzano.

A quienes sostienen que Silverio Pérez jamás toreó en Las Ventas habrá que informarles que sí lo hizo (26.09.1935), y la crítica lo calificó como todo un valiente (¡). Y cuando las relaciones taurinas entre México y España estaban ya rotas, un novillero nacido en el DF, Manuel Arruza, fue autorizado a partir plaza en Madrid (30.07.39). No tuvo suerte, ni esa tarde ni en su corta vida, que el disparo fortuito de una arma de fuego iba a arrancarle al año siguiente.

En total, estamos hablando de 11 mexicanos y son estos sus altos logros: 21 orejas y dos rabos. Por si hubiese alguna duda de que la época de oro del toreo mexicano estaba a punto de estallar.

19441946. Firmado el primer convenio entre ambos países, una docena de novilleros nuestros cruzaron el océano y comparecieron ante la cátedra capitalina. Los orejeados fueron Eduardo Liceaga (dos veces), Paco Rodríguez (otras dos), Felipe González y Antonio Toscano. Seis apéndices en total, ningún par del mismo utrero.

1951–1957. A pesar de que, tratándose de matadores de toros, la ausencia de reciprocidad era palmaria, una verdadera nube de novilleros aztecas se hizo presente en la primera plaza de España: nada menos que 23, incluidos algunos formalmente desahuciados en nuestro país. Orejeados fueron solamente seis, aunque la suma de apéndices redondea la docena.

Cortaron orejas Anselmo Liceaga (2), el Güero Miguel Ángel García (3 y una salida en hombros), Manuel Márquez, Jaime Bravo y Alfredo Leal. Y verdadera conmoción produjo el mazatleco José Ramón Tirado, pues alborotó en grande a los madrileños y abrió la puerta mayor en sus dos únicas actuaciones (cuatro orejas en total, las del 15.07.56 de un novillo de Garro y Díaz Guerra). Joselito Huerta rayó también a gran altura, pero falló al matar. Y uno de los anunciados como mexicanos –Mario Granero– era en realidad guatemalteco.

1962–67. Nueva interrupción de las relaciones taurinas y, al reanudarse, 13 aspirantes llegados de México se presentan en Madrid. Pasearon en triunfo un auricular Oscar Realme, Mauro Liceaga, Jesús Delgadillo y su tocayo Solórzano, el joven hijo del Rey del Temple. Fernando de la Peña se labró gran cartel y cortó oreja dos tardes distintas, pero Antonio Sánchez, rebautizado allá como “Porteño”, fue el único –y hasta ahora el último– en desorejar por partida doble a un mismo novillo, el llamado “Ganador”, del Marqués de Albayda (31.05.64).

Total, 13 aspirantes y ocho orejas. Antes, en 1961 y sin el convenio aún signado, se autorizó la actuación del tapatío Carlos Barrón Chávez, casado con española y residente hacia años en la península.

1977–2000. De súbito, la presencia de novilleros mexicanos cesa casi por completo. Incluso, se da el caso que para completar media docena de ellos –¡en 23 años!– habría que recurrir al estadounidense Richard Corey, que se anunció como mexicano castellanizando a Ricardo su nombre de pila.

Corto también en logros, fue un período sumamente gris, en el que los únicos apéndices (dos presentaciones a oreja por tarde: 4 y 11.09.77) los paseó el moreliano José Luis Ortega.

2001–2013. Con el nuevo siglo se ha reanudado la tradición de que los novilleros punteros en México busquen el espaldarazo madrileño. Una explicación correlativa radica, a su vez, en la cerrazón que ha caracterizado a las empresas de nuestro país –empezando por la capitalina– en lo que a la promoción de nuevos valores se refiere. Por eso, últimamente, quien aspira a hacerse torero ha preferido emigrar pronto a Europa –España y Francia– e intentar abrirse paso allá, más que pensar en la utópica conquista de la Plaza México o habiéndola apenas tocado, sin oportunidad ni tiempo para hacerse aquí de un prestigio relativamente sólido.

De los 13 de paisanos que en lo que llevamos del siglo XXI partieron plaza en Madrid para torear utreros solamente lograron tocar pelo Arturo Saldívar (dos veces), Mario Aguilar y Juan Pablo Sánchez. No olvidemos, sin embargo, que hubo peticiones obstinadamente desatendidas por el palco para Diego Silveti –en su despedida novilleril– y Sergio Flores –más de una vez y a cambio de una cornada múltiple, sufrida en julio de 2011.

Balance provisional. Sintetizando, hemos repasado los esfuerzos, momentos felices e inevitables frustraciones de una noventena de novilleros llegados de México, que en suma obtuvieron de la cátedra madrileña 62 orejas y dos rabos desde que en el lejano 1909, dos de ellos se abrieron de capa en el coso de la carretera de Aragón, reemplazado por la monumental de Las Ventas a partir, en el caso de las novilladas, de 1935.

Los ocho pares de orejas cortados a un mismo burel han sido por cuenta de El Tato (23.09.29, de un novillo de Terrones), Luciano Contreras (08.07.32: Bernaldo de Quirós), Lorenzo Garza y Luis Castro (29. 07.34: Torre Abad, con el agregado de un rabo para El Soldado), de nuevo Lorenzo y Luis (23.08.34: Coquilla, más otro rabo a Castro), José Ramón Tirado (15.07.56: Garro y Díaz Guerra) y Antonio Sánchez “Porteño” (31.05.64: Marqués de Albayda). Y no hablamos de paseos en hombros, pues antes de reglamentarse las puertas grandes era el entusiasmo de la multitud quien espontáneamente los dictaba, sin preocuparse por contabilizar apéndices bien o mal concedidos, y a veces incluso sin dar tiempo a que el juez se pronunciara.

La provisionalidad de este balance responde al optimismo –tal vez ingenuidad– de quien aguarda un futuro cuajado de noticias sobre nuevos triunfos de toreros nuestros en la catedral taurina del mundo.

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