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La generación de la esperanza

Por: Alcalino

2013-02-18 04:00:00

Por segundo año consecutivo –y con acaso mayor rotundidad esta vez– la nota más vigorosa de la temporada grande capitalina la han dado jóvenes espadas mexicanos. Siendo este país semillero permanente de prospectos taurinos, no surgió en los últimos tiempos ninguna camada capaz de competir en número, calidad y variedad con la presente. Promisorio panorama, enturbiado por los obstáculos de siempre en México: ausencia de visión empresarial y de administración profesional. Con agravantes como la radical declinación del toro de lidia y la emergencia de un público desinformado y superficial, en oposición a la asolerada y sensible afición de antaño.

Un recuento de lo visto este invierno en la Monumental –hasta donde la empresa y sus listas negras lo permitieron– confirma lo asentado. Al menos ocho diestros nacionales surgidos en lo que va del siglo, la mayor parte de ellos con alternativa en el último lustro, se alzaron con triunfos de mayor o menor envergadura. Y siendo de lo más variado sus personalidades y estilos, los hermana la férrea voluntad de ser gente en esto del toro, en abierta lucha contra los obstáculos señalados y las asechanzas de la posmodernidad.

Los “veteranos”. Resurgieron jóvenes con varios años en esto pero poco consolidados antes de su participación en la temporada grande. Es el caso de Fermín Rivera y José Mauricio, doctorados ambos durante el invierno 2005–06 en la propia Plaza México. Ellos encarnan la avanzada de la camada a la que esta nota se refiere, dejando incluso atrás a un Arturo Macías al que mucho perjudicaron distanciamientos anteriores con la empresa capitalina.

Rivera, alternativado siete años atrás (06.11.05), era, paradójicamente, el menos rodado de todos. Puso la nota de clase con una faena de altos vuelos (a “Gavioto” de San Mateo, 07.01.13) y al repetir la confirmó, con menos resonancia –aunque cortó otra oreja– pero con la misma seguridad y sello propio, síntomas claros de una madurez que lo alcanza en plena juventud, pues a la fecha no pasa de los 26 años. Es, de la baraja mexicana actual, portaestandarte del clasicismo, entendido como sobriedad y apego a un canon de calidad sobriamente riguroso, tal como quedó evidenciado en el terso toreo por naturales que prodigó la tarde del 7 de enero, ante la dócil pero debilísima embestida del cárdeno sanmateíno “Gavioto”. Siendo su fuerte la muleta, dejó también su impronta en algún quite tan valeroso como plástico, puro y natural.

José Mauricio actuó tres veces y fue siempre a más. Luego de estar bien sin mayores estridencias con los de Jorge María y San Isidro (19.11.12), se mostró mucho más firme y resuelto ante un lote anémico de Julián Hamdan y aun mejoró esta impresión al sortear un par de inválidos de Barralva (10.02.13), arrancarles a pulso pases que no parecían tener y despacharlos como un purista del volapié, tanto que la oreja del obsequiado “Clavijero” –que también embestía a entrecortados suspiros– tendría que haberse sumado a la de “Farolero”, el quinto, cuya estocada puede ser la de la temporada. En su segunda tarde ya había cobrado el apéndice de “As de Corazones”, otro astado de regalo y escasas energías. Torero de corte elegante y fino, es sin duda el de más acusada expresión personal entre nuestros jóvenes. Como Rivera, y a diferencia del resto de la camada, tampoco ha toreado en plazas españolas.

Sí lo hizo, en 2010, Arturo Macías, aunque querrá olvidarse de aquella campaña marcada por el infortunio. Tres tardes lo vimos ahora y, al contrario de Mauricio, empezó bien y terminó a la deriva, desbordado por la encastada bravura de “Brinca Cercas” de San José (03.02.13). Se había presentado cortando la oreja de “Príncipe” de Barralva (04.11.12) y al repetir obtuvo la del obsequiado y mansísimo “Dorado”, de Jorge María, castigado con banderillas negras (13.01.13). Torero de férreo valor más que de clase, se mantuvo en esa línea aunque con menos sitio y más sequedad que en temporadas anteriores, cuando la enemiga de la empresa le cortó las alas.  

 

Los “rescatados”. Tampoco Joselito Adame encontró el menor eco en la empresa capitalina cuando vivía el momento álgido del encumbramiento, luego de una alternativa exitosísima en Arles (15.09.06) y triunfos contundentes en Nimes y Guadalajara. Tardó en venir a la México, dejó a sus mentores franceses y ya todo fue cuesta arriba para este hidrocálido, cuyo sello más notorio es un valor sin cuento, donde caben por igual la variedad, el mando y la autenticidad torera. Parece, en cambio, haber perdido frescura, y no anda sobrado de personalidad, lo que dificulta su transmisión al tendido. Fue incluido en dos carteles más bien de relleno y aunque sólo cortó un apéndice –al encastado “Ribereño” de Lebrija (13.01.13)– puede decirse que afianzó su cartel. Merecía mejor trato, luego de haber sido, en 2012, el único mexicano triunfador en un coso español de primera, nada menos que la Maestranza sevillana.

Octavio García “El Payo” venía de un profundo bache –su peor momento lo vivió en la isidrada última–, marcado por una crisis de identidad que parece estar superando. Es otro caso de decidido afán y cruda valentía, al servicio de un toreo de mano bajo, no demasiado depurado ni expresivo. Tal como se vio en sus dos actuaciones, colocado en carteles de fuste a cuya altura supo ponerse. Si solamente obtuvo la oreja de “Maitecho” de Barralva (04.11.12) fue por causa de su deficiente acero, que le impidió alzarse con apéndice en la nocturna de aniversario, luego de su largo e intenso muleteo al cierraplaza “Ordaz”, también de procedencia barralveña.

A última hora se agregó a esta lista Mario Aguilar, que tantas esperanza hiciera concebir en sus principios novilleriles antes de caer en prolongado letargo. Torero de corte fino y muleta muy mexicana –por lo prolongado, lento y saboreado de su toreo en redondo–, sintonizó estas cualidades con las de otro de Barralva, “Cardicito” –ejemplar de gran temple y clase en las 20 embestidas completas que tuvo–, y cambió al fin esa onza que parecía habérsele extraviado. La oreja cobrada debe servirle para superar dudas e inhibiciones, patentes al presentarse en la temporada (09.12.12) con un lote inválido de Marrón.

 

Entre el favoritismo y el ninguneo. Entre la pléyade juvenil de que nos venimos ocupando, el de paso más firme es hasta ahora Diego Silveti, que hizo tres paseíllos muy bien arropado por figuras y se mantuvo siempre a la altura del compromiso, en plena luna de miel con empresa y afición. Le tocó inaugurar temporada, y mientras Enrique Ponce fracasaba, él estuvo a punto de cortar la primera oreja de no haber pinchado a “Bonachón”, el único de Xajay que medio embistió. Se desquitaría paseando dos auriculares de “Ocote” de Los Encinos (25.11.12), al que un despistado Ruiz Torres premió nada menos que con la vuelta póstuma, e hizo un esfuerzo heroico para no irse en blanco del abusivo mano a mano con El Juli, actitud que le reportaría un apéndice del soso “Sereno” de Montecristo (20.01.13). Esa tarde, enfrentado a un maestro en plenitud, echó mano de lo más valioso de su bagaje actual: un amor propio a prueba de bombas, valor rayano en el estoicismo y clara tendencia al toreo bueno, aún sin pulir. Además, volvió a evidenciar las posibilidades de su toreo izquierdista, lo mejor que por ahora tiene. Lo más puro y logrado de un repertorio que florece en quites variados, marcados siempre por una enorme valentía. 

Por el contrario, los dos jóvenes que, con Diego, mayores ilusiones están por ahora suscitando solo tuvieron una única oportunidad de mostrarse. A Arturo Saldçivar, incluso, parece ser que tuvo que imponerlo El Juli para que pudiera partir plaza en la Monumental. Y eso que Arturo había sido, lejos, el mexicano que mejor papel hizo en Madrid en 2012. Con las mismas armas que le permitieron desorejar por partida doble al berrendo “Garambullo” de Los Encinos (25.11.12): impresionante quietud, capacidad para someter por abajo a los toros y correrles la mano en muletazos cabalmente reunidos y rematados, estilo austero y auténtico y una entrega constante, que se extiende a la hora de la verdad. Pero solo nos fue dado comprobarlo en esa única corrida.

El otro gran postergado de la temporada fue el también aguascalentense Juan pablo Sánchez, cuyo rasgo distintivo es un acusadísimo sentido del temple, sin menoscabo de su probado valor. Sin toros propicios, obligando a pasar a un inválido remiso y probón –“Regiomontano”, de Bernaldo de Quirós (11.11.12)–, convenció al público y cortó una oreja que no le valdría para repetir. Pero es otro torero con un futuro ampliamente promisorio.

A esta lista tendrían que añadirse el matador más joven de este país, el tlaxcalteca Sergio Flores, doctorado hace pocos meses en Bayona y al que mucho nos hubiera gustado ver. Sus razones habrá tenido la empresa para no contratarlo, ojalá que no tan espurias como suele. Porque tiene Sergio todo lo necesario para destacar en la profesión. Empezando, desde luego, por el hambre de ser, ese nexo común a todos los integrantes de esta somera revista a las realidades jóvenes del toreo mexicano, revisados a través de su desempeño en la temporada grande recién concluida.

Figuraron además en la cartelería de la México otros muchachos que han rebasado hace poco los 20 años y no consiguieron interesar como los mencionados. Lo que no significa que no vaya cualquiera de ellos a entreverarse entre los mejores. El signo de los nuevos tiempos es, pese a todo, la esperanza. Apoyada, como hemos visto, en la voluntad de aceptar desafíos y escalar cumbres que caracteriza a la acual savia joven de nuestra tauromaquia. 

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