» Puebla » Tauromaquia
2012-04-16 04:00:00
No pasa nada, dicen los taurinos. Lo único que pasa es que la Asamblea Legislativa del DF está a punto de votar –antes del día 30– la prohibición de las corridas de toros en la capital del que fue segundo país taurino del mundo. Pero no pasa nada. Es decir, no hay por qué pensar en organizarse, deliberar, actuar coordinadamente, movilizarse en defensa de la Fiesta. Andaba por ahí, no hace mucho, el operador más notorio de la empresa de Miguel Alemán Magnani asegurando que los taurófobos tendrían que “pasar sobre su cadáver” para poder coronar sus afanes abolicionistas. Y como el hombre sigue gozando de cabal salud, qué mejor señal de que no hay de qué preocuparse. Tal se desprendería del más que sospechoso inmovilismo de los propietarios y administradores de la Plaza México.
Por no hablar de las agrupaciones de profesionales taurinos: matadores, ganaderos, apoderados y, por supuesto, críticos e informadores devenidos hoy dóciles publicronistas.
Derrotismo. Pero en el medio, además de dicho conglomerado de inexplicables tancredos, existen también quienes han preferido darse por vencidos sin pelear. Tanto pasa, tan real y poderosa es la corriente adversa a la Fiesta que, ante eso, optan por agachar la cerviz en confesión de que nada puede hacerse en esta guerra perdida de antemano. Adiós a la tradición, el arte, la cultura taurina. Y al toro de lidia, condenado a desaparecer –ojo, ecologistas– si desaparece la Fiesta que sustenta con su casta.
Claro que si uno rasca un poco en las motivaciones ocultas de ese extraño desaliento, resultará que quienes tan resignadamente se abandonan están respondiendo en su mayoría a explícitas consignas de sus medios y patrones, que ordenaron deponer cualquier polémica o compromiso con un tema tan políticamente incorrecto como es hoy la muerte ritual del toro bravo.
Y como los extremos terminan siempre por tocarse, unos y otros –tancredos y derrotistas– prefieren mostrarse dóciles a la aplanadora globalizante, empeñada en suprimir diferencias culturales, éticas y estéticas en nombre de las leyes del mercado único y valores anglosajones que lo sustentan.
Tiempos oscuros. Claro que queda mucho por hacer antes de que Andalucía –tan vilipendiada últimamente por los herederos del franquismo– se convierta en reducto y frontera terminal del arte secular que nos ocupa. También es verdad que para oponer acciones efectivas contra la creciente oleada taurofóbica se requieren coraje, imaginación y mucho amor por la Fiesta, virtudes de las que difícilmente podría alardear el taurinismo mexicano de estos tiempos. Iba a agregar otro requisito indispensable: la siempre difícil unidad de voluntades y acciones en torno a la defensa de la Fiesta por parte de un medio tradicionalmente antropófago y disperso. Pero en realidad esta unificación ya la ha conseguido, para mal, la todopoderosa empresa capitalina, cuya política divisionista anuló hace mucho la relativa fuerza de los gremios profesionales y redujo a la condición de marionetas a todos los estamentos de la Fiesta, habituados a bailar al son que les dicta.
Si primitivo y tribal era de por sí el ambiente taurino, la actual alineación de sus diversos clanes en torno al cacicazgo único ha tenido la virtud de neutralizar cualquier respuesta discrepante, pues lo que menos preocupa a los dueños de la Fiesta es la integridad y dignidad de la misma que, en México, lleva demasiados años extraviada.
Desestructuración del periodismo taurino. Es de dudar que los actuales directores de medios escritos y audiovisuales, artífices de una política esencialmente ninguneadora del tema taurino –reducido en ellos a cornadas más o menos aparatosas y espacios dedicados a los avances del antitaurinismo–, conozcan la relevancia que llegaron a tener en la prensa nacional las páginas de toros. Y tampoco es de esperar que hurguen en las hemerotecas para deleitarse con aquellos textos firmados por Carlos Quirós, Rafael Solana, Armando de María y Campos, Alfonso de Icaza, Septién García, Juan Pellicer, Carlos León, Paco Malgesto, José Alameda, en épocas en que la mejor y más sabrosa prosa de cada diario o revista se localizaba precisamente en su sección taurina. Al grado que solían incursionar en ella sin desdoro plumas como las de Alfonso Reyes, Javier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Juan José Arreola, Octavio Paz...
Hoy, lo que resta de aquellas páginas y columnas ilustres, además de escaso y discontinuo, raramente rebasa los niveles de la zafiedad más torpe, y deja al escucha o lector más cerca de la pena ajena que del conocimiento, así fuera superficial y parcializado, de lo que ocurre en el cada día más reducido mundillo taurino de este país.
La última esperanza. Hace poco, apenas en enero, Tlaxcala fue sede de un congreso taurino internacional nucleado en torno a la posible salvaguardia oficial de la Fiesta para blindarla ante la Unesco de la feroz embestida prohibicionista. Ponentes de cuatro países taurinos desplegaron ahí argumentos en favor de reconocer a la tauromaquia como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. ¿Dónde andará ese rico bagaje, variado e intelectualmente poderoso, que no se muestra en estos ominosos momentos?
¿Y de dónde emanaría la voz de mando que cortó de tajo el asomo de rebeldía encabezado en días pasados por el matador Alfredo Gutiérrez, devolviendo al redil a sus colegas más receptivos e inquietos? ¿Será la misma que evitó cualquier adhesión a una manifestación en apoyo a la Fiesta organizada por aficionados desesperados frente a la sede de la ALDF, con argumentos que fácilmente rebatiría la organización de un acto protaurino en la mismísima Plaza México? ¿Y la misma que mantiene en silencio a quienes tendrían que estar, ahora mismo, haciendo gala de elocuencia e imaginación para dejar oír la voz de su antigua pasión por los toros?
¿O será que ésta desapareció hace mucho, y quienes dicen sentirla y estar dispuestos a morir por ella en realidad son capaces de cambiar sin problemas una tarde de toros por un partido de futbol americano o un recital de música grupera si hay brindis de por medio?
Pese a todo, mientras el plazo fatal no venza nos queda la esperanza de que los pocos pero recalcitrantes taurófilos de cepa que van quedando dejen salir su alma torera y se decidan a actuar a fin de neutralizar la amenaza que cierne sobre su Fiesta. De ser así le harían un bien impagable a la cultura mexicana en su conjunto.
Silveti, valiente en Sevilla. El sábado, Diego Silveti abrió la feria de abril en buen tono pero sin triunfo. Pudo cortarle la oreja a “Certero” (502 kg), pues se fajó con él muy toreramente en lucha permanente con el viento, pero la espada lo traicionó tras una faena de mano baja, aprovechando la nobleza del mejor toro de una descastada corrida (pinchazo, estocada y tres descabellos para salir al tercio tras un aviso). Con el cierraplaza, de cara alta y peligro sordo, estuvo muy dispuesto. A éste sí lo mató bien y a la primera.
Ante media entrada en la Maestranza, el de Irapuato alternó con los sevillanos Oliva Soto, que dio la única vuelta al ruedo de la tarde, y Antonio Nazaré, valiente y machacón con el peor lote de un cuajado y astifino pero muy desabrido encierro de Montealto.
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