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EL nuevo libro del papa y la política mexicana

Por: Ramón Beltrán López

2012-11-27 04:00:00

Las columnas políticas, en radio, televisión, prensa escrita y en la ahora exuberante y arrolladora nueva prensa cibernética tienden a concentrarse en dos temas conforme se acerca la fecha esperada, el nuevo “Día D”, la fecha del advenimiento, del retorno. El anhelado temido 1 de diciembre.

El día del retorno del maligno, para unos, de la resurrección, para otros. Este 1 de diciembre será, inevitablemente, el regreso de la dictadura perfecta, aseguran quienes en alguna ocasión escucharon –y ahora repiten, incansables, una y otra vez– aquella frase de Vargas Llosa. Porque pocos, muy pocos, la leyeron en su momento.

Los otros pronostican que el “nuevo PRI”, ese que ya aprendió de sus errores, un partido nuevo, reconstituido, que encarna los ideales del siglo XXI, es ese que ya llevó a cabo su autocrítica y corrigió el rumbo, ese que pronto salvará a nuestro país de la violencia, el rezago, la miseria, el olvido de los viejos ideales de la Revolución, está a punto de llegar al poder.

Visiones opuestas, opiniones polarizadas, puntos de vista discordantes.

Pero que ambos ven hacia el futuro. Unos con optimismo, otros con desaliento.

Las encuestas parecen indicar que los optimistas son mayoría. Que las esperanzas depositadas en dos regímenes panistas sucesivos terminaron frustradas y que la mayor parte de los mexicanos espera cambios positivos con el próximo cambio de régimen.

Pero también debemos recordar que cada cambio de gobierno renueva las esperanzas. Nada más que al final, después de esos casi 2 mil 200 días de ejercerlo, pocos son los presidentes que concluyen su mandato con una aprobación mayoritaria.

Y estas son las dos visiones que miran hacia el futuro. El otro tema recurrente en el cual se regodean los columnistas es en el de enjuiciar al gobierno saliente y, en particular, al titular –hasta ahora– del Poder Ejecutivo.

Felipe Calderón, su desconfianza, sus obsesiones, su estilo personal de gobernar, sus fijaciones castrenses, ocupan ya cientos de líneas en el análisis obligado que se hace de aquel que deja el poder.

¿Y cómo medirlo con objetividad? ¿Cómo valorar objetivamente triunfos, fracasos, errores y aciertos?

¿Presidente del empleo? Obviamente no. ¿Entonces como llamarlo ahora que deja Los Pinos?

¿Luchador contra la corrupción? No, tampoco. Las tepocatas y víboras prietas a las que iban a combatir Fox, Pancho Barrio y, más tarde, Felipe Calderón, se observan gordas, relucientes, gozando de cabal salud, y ya pasaron 12 años. Y ya hasta descendientes tienen.

¿El de la lucha contra el crimen organizado, los cárteles, las drogas, la delincuencia? Lucha sí; guerra también. ¿Triunfo? No, tampoco. Violencia desatada en prácticamente todos los confines de la patria. Impunidad prácticamente total. Superior a 90 por ciento en prácticamente todos los rubros.

Y así podríamos unirnos a los sesudos analistas y buscar todos los enfoques posibles para aplicar los calificativos que consideremos más acertados.

Encontrar errores y aciertos. Que de ambos hubo y bastantes. Como los encontramos al final de cada sexenio.

¿Balance positivo o negativo?

Yo quisiera poder afirmar, de éste, del anterior y de los últimos cinco o seis últimos sexenios, lo mismo que acaba de asegurar Joseph Ratzinger en su reciente libro La infancia de Jesús, respecto de lo sucedido en su nacimiento, allá en Belén.

Porque, asegura Benedicto XVI, que en ese día y en ese lugar no hubo “ni mulas ni bueyes”.

Y tal vez tenga razón el sumo pontífice; sin embargo, aquí en la nueva Anáhuac, nos ha sucedido todo lo contrario. Aquí, optimistas, pesimistas, panistas, priistas, perredistas, y hasta los ahora recién paridos “morenófilos”, además de los sin–partido, podemos asegurar que aquí, ahora y antes, en el pasado como en el presente, en nuestra vida política contamos con una gran abundancia de ejemplares de estas dos especies, que tenemos más que suficientes, muchísimos, de todos los colores y pelajes, y que en caso de que nos lo llegaran a solicitar podríamos exportar ejemplares de ambas en cantidad suficiente como para abastecer cualquier mercado. E inclusive que los ofrecemos a bajo precio. Bueno, hasta regalados.

Aunque sea para adornar nacimientos, a la antigua usanza.

Pero por favor, que se los lleven.

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