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#132 wishful thinking o el pensamiento ilusorio

Por: Ramón Beltrán López

2012-05-29 05:12:01

¿Cómo hacer para que nuestros sentidos o nuestra imaginación, o nuestros deseos, no nos engañen?  Desde hace siglos, tal vez milenios, el pensamiento mágico ha creado espejismos que han conducido, inclusive, a crear dogmas religiosos que fueron aceptados, voluntariamente o por fuerza, como si fueran hechos reales, siendo total y absolutamente falsos. De ahí derivaron juicios y sentencias tan absurdas como la de Galileo Galilei, para aquellos que no los aceptaban como verdaderos.

Sin embargo, nuestros sentidos, principalmente el de la vista, nos engaña cuando nos muestra diariamente que el sol se mueve alrededor de la tierra y no a la inversa. Ejemplos como éste abundan. No creo que, en este momento, la mayoría de los seres humanos que habitan en este planeta sea capaz de demostrar que no es el sol el que se mueve, esto, por supuesto, sin recurrir a lugares comunes, p. ej.: los satélites artificiales, los libros publicados etc. es decir, que sean capaces de hacerlo mediante procesos deductivos y experimentales, tales como los utilizados por Galileo hace 500 años.

Pero no únicamente los sentidos tienden a engañarnos, también nuestra imaginación y nuestros deseos. A esto se le ha denominado pensamiento ilusorio. Los ejemplos de ello son infinitos.

A fin de evitarlo y poder separar la realidad de la imaginación, lo cierto de la ficción, se diseñó el método científico, hasta ahora la mejor aproximación para discernir lo cierto de lo falso. Obviamente que para no complicarnos, los asuntos de la fe los dejamos a un lado.

¿Y a que viene todo  lo anterior? Pues simplemente a que considero que se ha utilizado mucho del pensamiento ilusorio en los muchos y muy variados intentos de explicar, e inclusive pronosticar, el futuro del movimiento estudiantil denominado “soy el #132”, en referencia a aquellos 131 alumnos de la Ibero que repudiaron de diversas maneras la presencia de Enrique Peña Nieto en su escuela.

Pueden algunos estar de acuerdo en la forma de rechazarlo y pueden algunos otros considerar que no fue ésta la forma más adecuada de proceder dentro de un centro de educación superior, pero lo más importante sería analizar con la mayor objetividad y el mayor rigor científico e histórico este fenómeno social, producto –según lo  afirman– de las denominadas redes sociales. No es tarea fácil y mucho menos a vuela pluma.

1. La juventud es naturalmente inconforme y rebelde, aunque curiosamente, en este caso, la manifestación de oposición a un candidato, se ha limitado a sectores estudiantiles que se pueden considerar privilegiados, tanto en lo económico como en  lo educativo y cultural. Con acceso a esos  medios electrónicos que aún no llegan a más de 50 por ciento de la población. Ahora resulta que los “rebeldes” son los más  privilegiados. 

2. Estos movimientos se han limitado a algunos grandes centros de población, principalmente las capitales de los estados, sin incidir mayormente en otros sectores de la población, los cuales se han mantenido totalmente al margen. Baste recordar que el movimiento estudiantil más importante de la era moderna, el del 68, se concentró igualmente en la capital y en algunas grandes ciudades, e igualmente incidió muy  marginalmente en otros estratos de la población. Actualmente, con una gran proporción de ninis, y un 50 por ciento de la población marginada, en niveles de pobreza extrema, sería de esperar que esta inconformidad se extendiera rápidamente, lo que no ha sucedido. Tal vez porque carece de objetivos claros y asequibles.

3. Los movimientos estudiantiles son por su misma naturaleza efímeros, de corta duración, simplemente porque la inconformidad y la rebeldía juveniles entran rápidamente en conflicto con los intereses primordiales y personales que llevaron a estos jóvenes a prepararse mejor para poder ingresar al mercado laboral en mejores condiciones; y esto además de su imposibilidad de alcanzar el poder por sí mismos ni dentro de sus propios planteles, ni tampoco el poder político. Los estudiantes, jóvenes idealistas, combativos, rebeldes, convencidos de las razones de su lucha, terminan, finalmente, obligados a entregar el poder o los resultados de sus movimientos, cuando son triunfantes, a los maestros, los burócratas o los políticos, simplemente porque ellos están impedidos, por definición, para tomar el poder y los frutos del triunfo en sus propias manos. Por estas mismas razones, que son absolutamente inevitables, serán siempre presa codiciada de aquellos que buscan pescar en río revuelto. De esos que buscan y olfatean las diversas maneras de acceder a los puestos de mando. Saben que finalmente la presa les será entregada voluntariamente.

Hasta la fecha no conozco un solo caso en que un líder estudiantil, exitoso o no en sus luchas, pertinaz en la consecución de sus ideales juveniles, consecuente con sus convicciones, que haya llegado a ocupar un puesto de elección a nivel ejecutivo, ya en la real politik. Y mucho menos que haya seguido convencido, 15 o 20 años después, de todo aquello por lo que luchó en su etapa de paso por las aulas.

4. Hasta hace unos cuantos decenios los procesos democráticos, principalmente los electorales, los organizaban los gobierno priistas a través de la Secretaría de Gobernación federal, y estatales. Actualmente ya contamos con un Instituto Electoral autónomo, que aunque imperfecto y partidizado resulta ser cada vez más confiable para los ciudadanos. Muchas encuestas, de todos colores y sabores, así lo han demostrado. La crisis electoral de 2006 hubiera desembocado en una revolución como las que han barrido a los gobiernos del norte de África, de no haber sido porque muchísimos mexicanos confiaron en los resultados, aún a pesar del estrecho margen que existió entre el primero y el segundo lugar.

5. A través de estos procesos democráticos, que en mucho han sido realizados por gobiernos del PRI, se dio la alternancia hace ya 12 años, sin sobresaltos, tropiezos, ni crisis institucional. Con el agrado de unos y el disgusto de otros. Intentar denostar, descalificar, demeritar a un candidato, y hacerlo en estas condiciones, parece sólo un intento infantil y absurdo de torcer los resultados. La manifestación evidente de un pensamiento ilusorio. Simplemente porque el proceso electoral ya está en marcha y no existe una corriente de opinión importante que lo ponga en tela de juicio. Hay un árbitro que vigila, de forma aparentemente satisfactoria para la mayoría, que haya igualdad de condiciones y respeto a las reglas del juego.

¿Qué a muchos no les simpatiza un candidato? Eso es lo normal y es  un problema de la democracia. En esta se gana con la mayoría, no mediante el consenso. Y actualmente, olvidadas las ideologías, se gana con márgenes muy inferiores al 50 por ciento.

Mejor sería poner sobre el tapete de las discusiones, a juicio de los electores, las virtudes y los merecimientos de los otros candidatos, del suyo, de aquel a quien consideren el mejor.

Todo lo demás es alharaca, simple onanismo mental.

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