¿Arreglos en lo oscurito o programas de partido?

Aún cuando no se ha iniciado formalmente el proceso electoral el ambiente político ya se ha empezado a enrarecer, a adquirir matices oscuros y alcanzar altas temperaturas. Hay muchas voces que acusan al Ejecutivo federal de utilizar a la Procuraduría General de la Republica para sus fines personales, electorales y/o partidistas. ¿Ejemplos? Sobran. Desde aquel famoso “michoacanazo” durante el cual fueron aprehendidos 17 presidentes municipales de ese estado por supuestos nexos con el narco, para ser dejados, todos, en libertad, hasta la difusión –muy oportuna– de supuestas investigaciones iniciadas hace tres años en contra de tres exgobernadores de Tamaulipas.    Ex gobernadores por los cuales muy pocos meterían las manos al fuego, pero que hasta el momento son inocentes.

Acusaciones, que nunca se concretaron en hechos, en contra del actual gobernador de Michoacán, en vísperas de la elección para sucederlo; elección en la cual participaba como contendiente la mismísima hermana del presidente. Y quien, por cierto, fue derrotada.

La política es en general, sucia. La política electoral es aún peor. Pero tal parece que Felipe Calderón pretende rebasar a aquel Jolopo de triste memoria quien se atrevió a denominar a su vástago como el “orgullo de su nepotismo”. ¿Permitir que su propia hermana sea candidata en las postrimerías de su mandato?  ¿Y encima de todo arriesgarse a la derrota?

Pero, finalmente, estas y otras triquiñuelas son conocidas de todos nosotros y se han vuelto el pan nuestro de cada día. La conducta de nuestra clase política, provenga del partido que sea, es lamentable, vergonzosa.

Sin embargo hay tres hechos que pueden modificar sustancialmente la identidad mexicana. ¿Cómo poder otorgarles su justo valor? ¿Cómo y cuando medir su verdadera importancia?

¿A que me refiero en concreto?

A la próxima visita de Benedicto XVI a pocos meses del proceso electoral, visita que seguramente incluirá actos de culto público al cual asistirán multitud de funcionarios públicos de todos los niveles, muchos de los cuales intentarán llevar agua a su molino partidista mediante su presencia… y su cercanía al Pontífice. Calderón seguramente será uno de ellos y no tendrá empacho alguno en hacerlo.  Cinco años en Los Pinos desnudan a cualquier mortal. Por sus obras, a lo largo de un lustro, ya lo conocemos. ¿Benedicto XVI aceptó y/o planeó conjuntamente con los altos jerarcas de la iglesia católica y El Yunque la pertinencia y la oportunidad de esta visita? A juzgar por las frecuentes, y absolutamente impunes, intervenciones del Nuncio Papal (Embajador del Estado Vaticano) en la política interior mexicana, así parece.

A efecto de poder hacer comparaciones baste recordar que las filtraciones de Wikileaks respecto de las opiniones que expresó el embajador gringo anterior en relación a algunos de  nuestros funcionarios obligaron al gobierno de EU (el más poderoso del mundo), a retirarlo, y estas eran opiniones privadas; opiniones expresadas entre un funcionario estadounidense y su gobierno. Sin embargo las reacciones del gobierno mexicano fueron de furia incontenible. Se trataba, dijeron, de una intromisión inaceptable en nuestra política interna. Y el embajador se fue.

Simultáneamente, para completar los tres hechos iniciales, se pretende que, un poco antes de la visita, se discutan en el Senado de la República las modificaciones aprobadas por diputados de todos los partidos al artículo 24 de la Constitución. ¿Y que dice el citado artículo? “Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que mas le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna. Los actos religiosos de culto público se celebraran ordinariamente en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de estos se sujetaran a la ley reglamentaria”.

Se trata de una disposición que garantiza la libertad de creencias y fija algunas limitaciones a los actos de culto públicos. En la práctica estas restricciones no se han aplicado desde hace más de 80 años. Sin embargo, la intención del presidente y de un amplio sector de la derecha mexicana es desaparecerlo; eliminar cualquier limitación que pueda existir, presente o futura. Y de ser posible, incluir también cambios al artículo 3º.

Por otra parte una porción creciente de la población, que profesa otras religiones, y un amplio sector de ciudadanos –que de acuerdo a las encuestas se aproxima a dos terceras partes de la población–, convencido de la esencia del viejo liberalismo y del éxito que ha tenido en la práctica la separación de las iglesias y el estado, prefiere mantener el texto como se encuentra actualmente, aunque este  no se aplique en la práctica.

Actualmente hace su aparición una vertiente nueva, nueva en cuanto a su participación, la cual exige que sea discutida primero, porque llegó antes a la Cámara de Senadores, la modificación que se ha venido solicitando desde hace mucho tiempo respecto del artículo 40 de la Constitución, aquel que establece que: “es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una republica representativa, democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior”.

A este artículo se pretende añadir únicamente una palabra, un solo término: “laica”. A la inclusión de este término se oponen todos aquellos que pretenden modificar inicialmente el artículo 24.

Pronto sabremos los resultados de todo este jaloneo político electoral. Estos resultados pueden modificar la identidad nacional.

¿Algún partido político se atreverá a airear esta disyuntiva abiertamente y de cara a toda la población? ¿O preferirán seguirle jugando al ensarapado, al estilo Salinas?

A maniobrar en lo oscurito.