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Cuartos de final

Por: Horacio Reiba

2013-05-13 04:00:00

Es creencia generalizada que, aunque la temporada regular del futbol mexicano goce merecida fama de nembutal, la liguilla es otra cosa. Que en ella los jugadores se transforman, su entrega se vuelve ilimitada, los partidos devienen catarata de emociones. La afición lo huele y participa, la televisión lo sabe y lo aprovecha, los profesionales lo asumen y se asumen como tales. Y el verdadero futbol por fin resplandece. A disfrutar tocan.

Como casi toda fe, ésta también peca de ingenua. En principio, no tiene mucha lógica que así, de repente, se les enciendan todas las luces a empedernidos habitantes de la penumbra. Por mucho que los incentivos monetarios jalen. Que el interés popular crezca. Que los anuncios de la tele, y su costo, se multipliquen. Hubo tiempos, es verdad, en que alguna aproximación a tan caro ideal efectivamente ocurría. Tiempos anteriores al tiaguis de piernas, al obsceno festín de los agentes, a la participación de equipos mexicanos en torneos internacionales. Carencia ésta que la liguilla en realidad sustituía. Y con resultados bastante afortunados, la verdad. Pero eso fue antes. Porque hoy, veces ha habido en quela misma escuadra tiene Copa Libertadores el martes y liguilla el jueves. “Es que son excelentes profesionales”, alegan muy serios los telemerolicos, incapaces de llamar por su nombre semejante absurdo.

 

Evidencias a la vista

 

Hoy por hoy, la diferencia más notoria entre la fase regular y la liguilla es meramente escenográfica: los estadios lucen más llenos y ruidosos. Pero uno podía ver a Tigres y Rayados enfrascados el miércoles en el llamado clásico norteño y más parecía aquello el juego de pipis y gañas comiendo lagañas, encantados ambos con firmar provisionalmente el 1–0. Y al poco rato, Águilas y Pumas empeñados en otro tanto, solo que con más roces y caras de pocos amigos. Pero de futbol muy poco. Casi nada. Lo mismo que Santos y Atlas al día siguiente, un mal cubetazo helado sobre la entusiasta gente de Torreón, afición buena de veras.

Pero afición no hace equipos, y sin equipos no hay futbol. Aunque haya liguilla y aúllen los locutores de turno.

 

Garbanzo de a libra

 

La excepción se dejó caer por Insurgentes. O la lotería. A tal grado que la iluminación del estadio, del susto, decidió ausentarse de golpe, rompiendo el hechizo por un buen rato. Los sesudos salen con lo de siempre: partido de muchos goles, partido de fallas y descuidos defensivos. Y sí, aunque el yerro más vistoso fuera esta vez ofensivo, cuando Teófilo y    Pavone se estorbaron increíblemente, solos, a bocajarro y sin el portero a la vista. Pero ambos tendrían desquite, es decir, meterían el tanto malogrado –dos hizo el argentino, uno el colombiano, otro más el Chaco Giménez. Morelia, que había abierto el marcador en el minuto uno (frentazo de Mancilla a un rincón) y rondó el segundo antes de verse empatado y claramente superado, acabaría atenuando la goliza con un remate cercano de Carlos Ochoa que, manoteado por Corona, entró como pidiendo permiso para colarse mansamente, pegadito al poste.

Un gol que obliga a revisar la posición de los cementeros en esta liguilla. Aunque, claro, el Morelia tenía la ventaja de que un 2–0 como local lo hacía semifinalista. Esos son los atractivos de un partido que, al firmarse esta nota, aun no se celebra. Como tampoco un Atlas–Morelia de resultado no menos incierto, aunque sin duda menor, futbolísticamente hablando.

 

Emociones sin futbol

 

Los otros dos semifinalistas, América y Monterrey, van a enfrentarse entre sí, confrontación doble entre la peor versión del equipo de Vucetich y unas Águilas de vuelo más bien raso, a las que de repente tironea hacia las alturas su poderoso motor ecuatoriano de doce cilindros.

Fue precisamente éste, Christian Benítez, quien salvó con dos goles a su equipo –el segundo luchando a puro músculo con tres defensores y arrastrándolos a los tres como un bulldozer– de un Pumas que, sin jugar a nada, los tenía acorralados y reventando balones a lo loco. Ya se sabe que los universitarios son, por decisión del patronato, un cuadrito barato y peleón, mediáticamente muy apoyado y futbolísticamente muy pobre. Tal como se vio en esta eliminatoria. Francamente, no era para asustarse tanto. Pero llegó el Chucho y los sacó del atolladero.

Menos justificación tiene la caída del superlíder Tigres, que nunca modificó el patrón marcial, monótono y trotón de su juego, ni en el Tec ni en propia casa. El tal clásico norteño fue un auténtico ladrillo, y el autogol de Jiménez que decidió la tediosa doble cita puede que sea el más tonto de la historia, se entiende que después de aquel memorable del Gato Marín allá por 1979.

 

Sir Alex

 

La FIFA, en su delirio por el ranking, nombró no hace mucho a Alex Ferguson el mejor entrenador del siglo XX. Así, sin mayores explicaciones. Pero no le faltan razones, aunque sea evidente el agravio a señores como Rinus Michels o Stefan Kovacs, artífices del futbol total. En estos tiempos, que un DT permanezca 27 años al timón de un club es rareza digna del Guinness. Y si ese club es el Manchester United, a quitarse el sombrero todos. Aquí hay historia grande. Incluso, elementos de sobra para una buena novela.

Cuando Ferguson asumió la dirección técnica del ManU venía de dirigir a Escocia en el mundial México 86. Su experiencia previa remite a cuadros de su propio país –de entrada un Segunda, el St. Mirren, al que ascendió en 1977; luego el Aberdeen, con el que ganó dos copas de Escocia y la Recopa europea. LosDevils, a comienzos de la temporada 1986–87, sumaban 20 años sin ganar nada en Inglaterra. Estamos en el principio de la historia. Ferguson hizo ya un amago de retirada en 2005, el equipo quedó en manos de su segundo, el portugués Queiroz. Fue un retorno a la incertidumbre y la impotencia. Ferguson, que no se había ido del club, tuvo que regresar al banquillo. Para reabrir la época de oro de los mancunions.

En total, estamos hablando de un adicto al futbol puro, el de jugar y pelear, armar y atacar, y buscar cada partido con líneas adelantadas y ánimo optimista. Bajo su férula, el ManU entró a cotizar en la bolsa y se volvió el club más rico y popular del mundo, incluso por encima del Madrid y el Barça. Eric Cantona, los Neville, Scholes, Sheringham, Beckham, Schmeichel, Solskjaer, Yorke, Verón, Cristiano, Rooney, Nani, Chicharito y desde luego el gran Ryan Giggs, que se inició en los juveniles casi en el tiempo de la llegada de Ferguson al club, son algunos de los nombres que jalonan esta historia sin par.

En cuanto a logros contantes y sonantes, éstos son los números de sir Alex con el Manchester United: 2 Champions Leagues (1999 y 2008), 2 Intercontinentales (ídem), 1 Recopa europea (1991), 1 Supercopa de Europa (1992), 13 títulos de Premier League, 5 Copas FA, 4 Copas de la liga, 10 Community Shields, lo cual representa 38 trofeos bajo el mando de Ferguson, en contraste con solamente 23 durante toda la historia previa del histórico club.

En Escocia, su país, Ferguson había ganado un campeonato de ascenso con St. Mirren, y con el Aberdeen tres títulos de la Primera División, cuatro Copas, una Copa de la Liga, una Recopa europea (1983) y ese mismo año la Supercopa de Europa.

Antes de Alexander Ferguson, el único entrenador de futbol investido con el título honorífico de sir por la reina de Inglaterra había sido Alf Ramsey, tras ganar para la patria del futbol el mundial de 1966, pero nunca se había dado el caso de que fuera un escocés el depositario de dicho honor.

Eso y más merece sir Alex, gloria del Manchester United y del futbol mundial, que acaba de anunciar formalmente su retirada.

 

Los rencores de Mou

 

Luego de visitar el palmarés del legendario jefe del ManU, viajemos al lado oscuro de la luna, definido ya, aunque no oficialmente, el alejamiento de José Mourinho del banquillo del Real Madrid, al que deja envuelto en rayos, centellas y humo de petardos.

Se sabía hace mucho que Mourinho padece de un narcisismo devorador. Lo que no se sospechaba es que esa egolatría pudiera alcanzar el carácter de enfermedad grave, hasta el punto de convertirse en un rencor sordo, capaz de lanzarse contra todo lo que se mueva. Es decir, contra todo aquel que osare tocar con el pétalo de una crítica la figura del entrenador más caro del mundo.

 

El ninguneo a Casillas

 

Revisión sumaria de sus últimos dislates: a Iker Casillas lo mandó a la banca antes incluso de contratar a Diego López –su gran coartada hoy día, dada la espléndida forma por la que atraviesa–, y la causa fue que Iker ha lidereado a sus compañeros contra los dictatoriales manejos del portugués, los mismos que a larga hundieron al equipo. Además, es novio de una periodista, que hizo públicas en determinado momento las desavenencias de vestidor.

Pero a despecho de motivos tan evidentes, Mourinho sigue afirmando que Casillas no tiene, como portero, nada que hacer frente a su Diego López, cuya titularidad defiende como asunto de Estado, con el cuento de una superior calidad del recién llegado que nadie más comparte.

 

El asunto Pepe

 

Que uno de los insustituibles en las alineaciones del portugués era su paisano defensa central –con el que comparte representante, un tal Jorge Mendes– es cosa sabida. Mas de repente, todo cambió. Y la razón son unas recientes declaraciones de Pepe solicitando respeto para Casillas, por algo capitán del equipo y campeón del mundo. Furioso, Mourinho ha prescindido del central en los últimos partidos, y así como alababa hasta hace poco sus cualidades, ahora hace responsable de su relegación a Varane, una de las revelaciones europeas del año. Para hacerlo tuvo que reciclar a Ramos como lateral derecho –posición que no domina–, un movimiento que bastante caro le resultó. En Dortmund, por ejemplo.

Ironías de la vida, para despedirse del banquillo de la Casa Blanca con un título, aunque sea menor –la Copa del Rey, cuya final disputan el viernes contra el Atlético de Madrid– Mourinho tendrá que prescindir de Varane, lesionado en el empate del sábado en cancha del Espanyol que, por cierto, sirvió para que el Barcelona se coronara campeón de liga.

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