Los secretos de la ciencia

Las actividades de grupo no se valoran, hará dos años que amigos nos reunimos los domingos a desayunar; en un contexto enriquecido comentamos temas increíbles: sociales, políticos, médicos, físicos, químicos, interesantes y plurales como el origen de la vida, la muerte, agentes infecciosos, nanómeros, por quién votar, ruralidad, migración, trabajo, ingresos, educación, temas que incluso rebasan el ámbito de grupo de físicos, administradores y médicos. Discutimos el origen material de la vida, cómo orientar la política en beneficio de la colectividad, el cáncer como enfermedad genética e infecciosa; temas interesantes que en lo personal inducen a leer, satisfacer dudas y tener claridad en la plática. Semanas atrás se planteó un problema aún no aclarado; si el cáncer es enfermedad genética o infecciosa, ya que toda malignidad refleja orden de genes que regulan crecimiento, que si lo hacen en desorden enferman, ellos también inhiben el desarrollo celular y envejecimiento, lo que planteó en 1969–70, culminado en 2009 con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina otorgado a Carol Greider, estadounidense; Elizabeth Blackburn, australiana, y Jack Szostak, inglés, que consiguió protocélulas para copiar material genético, algo así como generar vida en tubos de ensayo.

Recibieron Premio Nobel por encontrar que los extremos distales de cromosomas o telómeros activan o inhiben la multiplicación por la enzima telomerasa, activando la reposición de células, que se acorta con los años induciendo vejez y muerte, por el contrario si la respuesta es desordenada causan cáncer. Extremos teleméricos que Barbara McClintock había descritos en el maíz sin haber causado revuelo. Elizabeth Blackburn había sido expulsada en 2004 del Consejo de Bioética por Bush, presidente de EU, quien no estaba de acuerdo en el uso de células madre, así el premio es uno más de los dislates de la nefasta carrera política de Bush.

Los desayunos enfocaron el linfoma de Burkitt, con singular historia asociada a telómeros. Denis Burkitt médico–cirujano irlandés tuerto en una riña de infancia, cristiano–evangélico de familia fue rechazado varias veces para trabajar en las colonias africanas por la falta de su ojo, en 1943–46 hubo carencia de médicos por la guerra mundial, se le aceptó trabajar en Kenia, Somalia y Uganda, cumplió su sueño de ayuda a los pobres, se instaló en Uganda, trabajó incidencia de hidrocele asociándola a filariasis parasitaria; en Kampala, a orillas del Lago Victoria, le sorprendió el número de amputaciones por elefantiasis parasitaria; creó una fábrica de prótesis para remediar la ausencia de extremidades. Atendió un niño con tumores en cuello y cabeza, otros más iguales hasta 41 casos de un cáncer no descrito, con reporte de patólogo de células redondas indiferenciadas en cuello, glándulas suprarrenales, riñones e hígado.

En 1958 presentó sus casos como sarcoma linfático de niños de la franja tropical resistentes a infección malárica; en 1961 dio una conferencia en Londres y Anthony Epstein, virólogo, le pidió muestras; tres años después demostró la presencia de un virus Herpes que se llamó Virus Herpes 4. Fue la primera vez que se atribuía cáncer a un virus. Burkitt viajó 16 mil kilómetros, visitó 58 hospitales, encontró coincidencia de casos con niños resistentes a malaria, en 1963 la Unesco autorizó llamar al tumor Linfoma de Burkitt. En la UNAM el doctor Filiberto Malagón reportó que los ratones resistentes a inoculaciones a infección malárica desarrollaban tumores semejantes al de Burkitt, hace la primera relación causa–efecto entre un tumor con infecciones repetidas y resistencia a la malaria que desarrollan secundariamente linfoma sin presencia de virus, atribuyéndole al parásito un estímulo genético causal. Este tema fue base de una plática que llevamos al XCIX Congreso Nacional de Profesores de Microbiología y Parasitología en Mayo a Orizaba.

Resultado de pláticas en desayunos maravillosos, cuyos miembros estamos furiosos con los resultados preliminares de las elecciones más nutridas y más envueltas en trácalas de Pri–pánicos, hoy más ladrones y cínicos que nunca.