Día mundial del evento vascular cerebral

Ayer 29 de octubre fue día dedicado a conmemorar el evento vascular cerebral, expresado para entender día del infarto o hemorragia cerebral, al que mi persona, “contreras” como siempre, agregaría, que si se trata de conmemorar infartos o hemorragias del cerebro, por qué no considerar infartos cardiacos, pulmonares, renales o de otros órganos que también sufren eventos vasculares. Al margen de definiciones, ocurre que se vislumbra una novedad científica inductora a modificar el concepto del evento vascular, en la que los infartos o coágulos se atribuyen a pequeños agentes infecciosos que hemos ubicado como bacterias, es decir son enfermedad infecciosa, pero son tan pequeñas que los taxónomos las colocan como pre–pre–células, debido a su tamaño de milésimas de micra, además de que no tienen conformación celular con núcleo, citoplasma y pared, que desde siempre se han confundido, primero con virus, después aceptamos que son bacterias pero con reserva; además, están ampliamente difundidas en el medio ambiente, enfermando plantas, animales invertebrados y vertebrados, así como humanos, son algo así como patógenos pre–bacterianos que no se pueden ser ubicados correctamente en la clasificación conocida de células precariotas o bacterias, que por su tamaño son difíciles de identificar y ubicar en los estratos de seres vivos pre–celulares o celulares, la confusión en tan manifiesta que los evolucionistas dicen que deben ser los primeros seres vivos que habitaron la tierra, algo así como el eslabón perdido de las bacterias, a las que antecedieron evolutivamente así como a los seres vivos orgánicos, que además no son independientes, viven parasitando plantas, insectos, animales y humanos y que son ultramicroscópicos, carecen de la capa de péptido–glucanos de pared; por ello no tienen forma definida, viven dependiendo de células vivas para aprovechar sus enzimas y multiplicarse como lo hacen los virus, así los taxónomos crearon un nuevo escalón para ellos que llamaron Dominio Prekariota, con un nuevo Phylla Mollicutes, palabra derivada del latín mollis que significa blando o suave y cutis piel, por ser micro–organismos con cubierta suave como la piel, lo que les impide adoptar forma específica, miden de entre 125 a 250 nanómetros o milésimas de micra, que a su vez son milésimas de milímetro, su falta de pared les permite cambiar de forma y ser resistentes a la penicilina, aunque son  sensibles a eritromicina y tetraciclina; se opina que pudieron haber evolucionado de bacterias del género Clostridium que redujeron el tamaño de su genoma hasta igualar al de virus, pero en general parece cierto que son organismos anteriores a células, muy pequeños, que habitan libremente la naturaleza, hasta hoy bajo dos géneros que consideramos bacterianos: Mycoplasma yChlamydia, identificados causando un buen número de enfermedades en plantas, animales simples como artrópodos, animales desarrollados y humanos. Los Mycoplasma con dos familias: Spiroplasmataceae y Acholeplasmatacea o fitoplasmas, que causan unas 15 enfermedades en humanos, destacando cuatro que invaden mucosas respiratorias y canales urogenitales: 1. Mycoplasma pneumoniae productor de neumonía, infecciones articulares crónicas en mujeres. 2. Mycoplasma hominis asociado a enfermedad febril después del parto, infección uterina, inflamación de trompas ováricas, embarazos ectópicos. 3. Ureaplasma urealyticum productor de inflamación del caño ureteral de la orina, con escurrimiento de pus semejante a gonorrea, enfermedad pulmonar en lactantes, causa de bajo peso en recién nacidos. 4. Mycoplasma genitalum también productor de uretritis. El género Mycoplasma que infecta humanos tiene por lo menos 17 especies y es muy complejo.

Otro grupo de Mollicutes son las llamadas bacterias del género Chlamydia, también altamente difundidas en la naturaleza, donde Chlamydia trachomatis tiene unos 15 serotipos identificados por las letras en mayúscula del abecedario y causan: Linfogranuloma venéreo, enfermedad ocular o tracoma y neumonía, amén de muchas patologías más cuando se distribuyen por sangre, entre las que a Chlamydia pneumoniae la señaló Pekka Saikku del Instituto de Salud Pública de Oulu, Japón, como presentes sus anticuerpos en pacientes con enfermedad coronaria de arterias, dato que después confirmó Grayson en coágulos con pruebas de reacción en cadena de la polimerasa; así se asoció la existencia de este agente en placas de ateromas, coágulos o infartos, hallazgo que se ha repetido en Finlandia, Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica, donde quizá el reporte más contundente sea el de James Summersgill, de la Universidad de Kentucky, que en el Congreso de Enfermedades Infecciosas de San Francisco comunicó haber aislado la bacteria en las coronarias de un paciente sometido a trasplante cardiaco, más los reportes aumentan cada día; está sucediendo con este Mollicutes como aquello que pasó con la bacteria Helicobacter pylori y los gastroenterólogos, quienes se negaban a aceptar que gastritis, úlcera gastroduodenal y su complicación cáncer, fueran causadas por una bacteria, fenómeno que se repite con neurólogos y cardiólogos reacios a aceptar la versión de que los infartos cerebrales o cardiacos se relacionen con la presencia de Mollicutes, que además no son bacterias, son algo así como el eslabón perdido de pre–células que  quizá iniciaron la vida orgánica en la tierra, pero capaces de causar embolias.