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Votar por AMLO desde una posición de izquierda radical anticapitalista: razones y prevenciones (o el necesario desencanto)

Por: La Redacción

2012-06-22 04:00:00

 

Estoy convencido de que hay que votar por Andrés Manuel López Obrador. Hay razones para ello que hay que esgrimir incluso a veces frente a nosotros mismos, frente a nuestro propio desencanto de esta política y de los políticos. Lo que vale en estos momentos es un voto razonado que junto a las razones apunte las prevenciones.

Algo está pasando. O mucho está pasando. Es el hartazgo colectivo y la sensación compartida de enojo, que expresan en clave de convivencia social el agotamiento de un modelo de país que tomó forma como proyecto con el “asalto al poder” (una verdadera revolución silenciosa) de una generación de políticos y tecnócratas que llegó al gobierno en 1982 y que se anunció como una generación que cambiaría al país llevándolo a la definitiva modernidad, a la verdadera justicia social y al bienestar para todos y todas. Muchos, políticos, intelectuales, líderes sociales, se adhirieron desde  el centro, desde la derecha, desde la izquierda, al canto de sirenas de ese proyecto modernizador. 30 años después el saldo es negativo. Vivimos un país a donde no ha llegado el bienestar, ni la justicia social para todos y todas, un país en donde las cuentas alegres de la superación de la pobreza no pueden esconder la realidad de más de 50 millones de mexicanos y mexicanas sin lo necesario para vivir con dignidad. La pobreza campea por todos lados y nuevos modos de pobreza se acumulan. La inseguridad y la violencia no tienen nada que ver con lo que había en la década de los 80: ahora es el narco, la narcoviolencia, la que dibuja a una sociedad enajenada de sus contenidos de convivialidad, cada vez más encerrada en guetos y atemorizada. El deterioro ambiental es mayor, caminamos al ecocidio como si nada y nos sentimos gratificados porque somos más “ecológicos y reciclables” en nuestra vida diaria, mientras el capital travestido en inversión necesaria para el crecimiento y la modernización del país arrasa con las playas, con la sierras, con el desierto, contamina los ríos, el aire, las tierras.

Durante estos años hemos visto nacer  a un intento de izquierda “actual” que renunció a principios para acomodarse a lo que hay y que pronto desvirtuó  su pretendida actualidad regresando a los mismos vicios de siempre: los propios de la izquierda pero ahora agravados por las mañas del hacer política que sustentaron el largo período anterior (el clientelismo, la reiteración nacionalista de cierto temas clave, las negociaciones en lo oscurito, el acomodo en la foto del poder como requisito para la interlocución….) Vimos también nacer una derecha moderna, que se dijo menos doctrinaria y anclada en el pasado y que terminó presa del vacío de principios en el que se colocó, cubriendo su desnudez ideológica con el  mismo discurso de quienes tomaron el poder en los ochenta, convirtiéndose ella misma pronto en ese poder mimetizándose en el mismo discurso, las mismas apuestas, en lo que terminó siendo un simple recambio de personas porque ya ni siquiera de énfasis.

Pero también nosotros, muchos, nos encaminamos a fabricar nuestra ilusión inaugurando todas las formas de participación posible al margen de la política y a nombre de la sociedad civil. O bien, no sé que es peor, terminamos marginados en una izquierda que aparecía como revolucionaria y que se ocupó en mantener las mismas maneras de nombrar las cosas en un afán de “guardar los nombres de las cosas”, perdiéndose en el anonimato de disputas estériles. En estas décadas hemos visto y asistido al surgimiento de movimientos sociales que nos desbordan sorprendiéndonos (como todavía ahora, los jóvenes con su movimiento) porque son escritura de la rebeldía y de la indignación social y son, además, escritura de promesas por venir; son lo que se quiere hacer,  verdaderos actos de creación social. Literalmente asistimos sorprendidos, nosotros que desde izquierda y derecha, desde la política o la sociedad civil (otra manera escondida de hacer política) programábamos la felicidad de los demás con nuestros proyectos políticos y sociales en verdaderos esfuerzos de ingeniería social. No solo se trata de los movimientos de defensa frente a la ofensiva del proyecto neoliberal que se impuso, movimientos que tienen sin duda la heroicidad de resistir el vendaval del capital, sino de todos aquellos movimientos locales, regionales, de carácter nacional y latinoamericano que han acompañado la rabia de la negación, sostenida en el ¡No más así! y el ¡Ya basta! con actos de creación de lo nuevo, de prefiguración de lo porvenir

Y hoy en los acontecimientos que se están dando, el tiempo social pareciera condensarse en signos de posibilidad y de esperanza. El proyecto neoliberal ha fracasado generando no sólo una situación insostenible de hartazgo social, sino esta novedosa emergencia de movimientos sociales de todo tipo que en su hacer de resistencia prefiguran otro mundo posible. La clase política que accedió el poder y que ha gobernado en las últimas tres décadas (el PRI, el PAN y las izquierdas que se han acomodado al juego que todos jugamos para aprovechar un pedacito de poder) está desgastada y ya no tiene credibilidad. Desde la sociedad civil empezamos a reconsiderar lo que hacemos, a reconocer que a veces también jugamos al juego de poder de otros modos, administrando las partes “más nobles” de la reproducción del sistema y, lo más grave, jugando al juego del buenísmo salvador erigiéndonos en tribunal de lo que éticamente está bien y lo que está mal,  casi como conciencia moral de lo social ante el abandono de toda moralidad en la política. Y las izquierdas autonombradas revolucionarias, cuando no desaparecieron en medio de disputas, hoy también hacen el esfuerzo por leer de otra manera lo que ha pasado y voltean asombrados hacia los movimientos sociales que están cambiando el mundo, que están cambiando el país sin seguir el manual de la revolución por venir ni el tratado de la lucha de clases. Es un tiempo revuelto y por ello un tiempo de apertura: ante la crisis social, política, económica, se han abierto posibilidades de transformar el modelo de país vigente y una de esas posibilidades es la de un cambio de régimen que permita echar fuera del poder político institucional, del gobierno, a quienes han encabezado el proyecto de país que nos tiene así. Pero no solo eso, es un tiempo de posibilidades que nos afecta, porque todo está en crisis y ya no podemos desde la izquierda, partidaria o no,  hacer otra cosa sino reinventarnos, pero no desde el reciclaje de viejas consignas y gastadas promesas, sino desde otros modos de hacer política, desde otras maneras de participar, de sumarnos a, de estar a la par de, de juntarnos con, a riesgo de que si no lo hacemos lo que se abre nos pondrá el olvido.

Este tiempo social de posibilidades se condensa ahora en la elección presidencial y en la renovación del poder legislativo, de manera más definitiva y clara que hace seis años porque está acompañada de múltiples voces colectivas de indignación.  “Se ha abierto una importante oportunidad de conformar un movimiento muy amplio, que es en efecto políticamente heterogéneo y pluriclasista, pero opuesto a la continuación del régimen neoliberal en cualquiera de sus caras, ya sea la del PAN, políticamente desechada, o la del PRI que es la amenaza mayor. Esta amplio movimiento, un bloque social heterogéneo, es el que se está agrupando alrededor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador” (Resolución del PRT del 9 de junio de 2012)

Por ello hay que votar por Andrés Manuel. No por más, nada más porque la conformación de este amplio movimiento social heterogéneo es una oportunidad para que el cambio de gobierno quede abierto a modificar  las prácticas políticas podridas y modificar las instituciones en decadencia. Esa oportunidad no la hay con la candidata del PAN y mucho menos la hay con el candidato del PRI. Ambos representan y forman parte de la clase política que durante 30 años impuso y gestionó el modelo de país que hoy nos tiene así.

Como a otros, me preocupa el modo en que plantea Andrés Manuel la asunción de la tarea política como “un apostolado”, porque el apóstol de cualquier causa cuando tiene el poder  se excede. Como otros, no creo en la “república amorosa” ni he querido asistir a ninguno de los congresos o foros en los que se ha intentado glosarla y desglosarla en un intento de darle sustancia al engendro. Como otros, cuando veo a  esa parte de los “compañeros de viaje” de Andrés Manuel que de ganar empezarán a pasarle la factura, me preocupa la casi ingenuidad que hay en el planteamiento de que podrá con ellos desde el ejercicio de la honradez personal o desde la apelación a eso que llama “el pueblo”. Aun así, considero que hay que votar por él. Hay que votar por ampliar y profundizar el tiempo de posibilidades, por abrir la oportunidad de otros modos de política que detengan lo que está pasando. Nada más. Porque no creo que toque a la izquierda revolucionaria anticapitalista convertirse en defensora del “cambio verdadero” que propone AMLO siendo su guardia revolucionaria que defenderá la pureza de su movimiento. No hay tal, el movimiento que encabeza es necesariamente contradictorio y se mueve exclusivamente dentro de los márgenes de la idea de llegar al poder político en las elecciones para desplegar la transformación. Lo nuestro ha de ser lo otro, hacer política de otro modo: participar en el apuntalamiento, la consolidación, la ampliación, de movimientos locales y nacionales, regionales y mundiales que se construyan como ejercicio de una lucha anticapitalista, internacionalista, ecosocialista, feminista, configurando desde ya prefiguraciones de lo porvenir en verdaderos actos de creación de espacios y momentos de autonomía social que abran grietas, verdaderas grietas al sistema. ¿Dedicarnos a gestionar el poder o a ser los consejeros de quien lo gestiona? Dedicarnos, mil veces mejor, a cambiar el mundo desde abajo y a la izquierda.

¿Hay que votar por AMLO? Sí, es hoy una tarea política. Una más, necesaria, pero nada más una más.

 

1Miembro del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, desde la convicción de que hoy una izquierda partidaria anticapitalista y revolucionaria también es necesaria.

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