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Voces silenciadas

Por: Israel León O’farrill

2012-05-17 04:00:00

Nuevamente es tema de mi entrega semanal la libertad de expresión y la difícil vida que llevan los periodistas mexicanos en estos tiempos. En efecto, la violencia ejercida hacia los comunicadores en diferentes entidades del país, sea por parte del crimen organizado o de las autoridades es detestable por donde se le vea –según la organización Reporteros Sin Frontera, 49 por ciento de los casos son responsabilidad de los órganos de seguridad del Estado. De acuerdo con un reportaje de Mariela Paredes en la revista Contraparte, del año 2000 a la fecha habrían sido asesinados o desaparecidos 109 periodistas en México. La cifra, que es alarmante en sí, no dirá mucho para funcionarios y personeros de las administraciones actuales o pasadas; habría que preguntarse si dirá algo a los candidatos a la presidencia, especialmente aquellos tres de derecha como los llamó el sábado pasado enLa Jornada nacional Jaime Avilés: JVM, Quadri y EPN; menos quizá a este último, cuyo equipo de campaña y simpatizantes están dados a las amenazas a manifestantes como los de la Ibero y a golpear a otros –como los de Córdoba, Veracruz. Es un hecho, siguiendo estos datos, que los gobiernos panistas estarían manchados por la sangre de informadores, especialmente el de Felipe Calderón, pues en su sexenio, según datos del mismo reporte, se incrementó 246 por ciento en relación con el de su antecesor Vicente Fox. Pero no sólo ellos, pues en las administraciones priistas, como la de Veracruz que se vio manchada recientemente por la muerte de la corresponsal deProceso en ese estado, Regina Martínez Pérez, han sucedido también estos asesinatos frecuentemente atribuidos a la lucha entre los cárteles. No obstante, no olvidamos las detenciones a los twitteros en ese mismo lugar por “actos terroristas” (ultramega sic, de harta risa loca) y nos resulta ilustrativa la entrevista de Julio Scherer y el director del semanario, Rafael Rodríguez Castañeda y otros colaboradores con el gobernador de la entidad, Javier Duarte,  a cuento del asesinato de Martínez y en la que no hubo respuestas claras. Vale la pena leer el número dedicado al caso (1853 correspondiente al 6 de mayo de 2012) para tener un atisbo del trabajo de la reportera y sus posibles consecuencias. Lo cierto es que, una mordaza a estos trabajadores de la información no sólo vulnera su derecho a difundirla, sino que vulnera nuestro derecho ciudadano y como sociedad, a recibirla. Poco se ha reflexionado en este sentido y nuestra sociedad, como ente pasivo, recibe la información y poco cavila sobre la calidad de la misma o siquiera sobre las dificultades o riesgos que corren los periodistas para obtenerla.

En este contexto, el sábado pasado asistí a un evento que se realizó en la Catedral poblana en memoria de los periodistas caídos llamado “Toca. Mirar no Basta” organizado por Maricruz Aguilar y patrocinado por una empresa de publicidad llamada U–Touch. En entrevista, Aguilar me aseguró que el movimiento es enteramente ciudadano, que ella está preocupada por vivir en una sociedad de paz; se trata de pintar con huellas digitales blancas palomas rojas y de esa manera, manifestarse a favor de la paz. El acto se dio en el atrio de la Catedral pues previamente se dio una misa en honor a los periodistas asesinados. Aguilar me comentó que estaba molesta pues habían asistido pocos periodistas para cubrir el acontecimiento y criticó su falta de solidaridad; sin embargo, estuvieron tanto Televisa como Televisión Azteca Poblanas,  cobertura que ya quisieran tener muchos eventos. Ciertamente, muchos medios decidieron no asistir por su vinculación con la iglesia a través de la misa. Ella me comentó que lo hizo ahí para que no se confundiera la gente: “si yo lo hago en el zócalo suena como una manifestación y esto es una manifestación (sic) totalmente pacífica, por eso no hay calles cerradas, por eso no hay gritos, por eso es una ceremonia totalmente pacífica porque de lo contrario no seríamos coherentes”. Pienso que tales movimientos no pueden ser “light”, que no transgredan los modos de lo correcto y el decoro; los delincuentes no se andan con delicadezas al amenazar y exterminar periodistas. Las televisoras seguramente asistieron a cubrir el acto, pues les debe haber parecido inocuo, asequible a las noticias que se transmiten en Puebla: un paraíso donde aparentemente no pasa nada. Una expresión de este tipo es deseable pues no lleva gritos ni consignas; no tiene “incómodos” cierres a la circulación ni busca afectar a nadie. ¡Perfecto para el jet set poblano!

Hoy, el periodismo comprometido con la sociedad es cada vez más necesario y su fomento, de vital importancia para nuestra frágil democracia; es menester que no se amordace o se dirija con ahogamientos publicitarios o con amenazas directas. Los mensajes que envía el crimen organizado son múltiples y diversificados: unos, para la competencia, otros para el ciudadano común, otros para las autoridades y otros para los medios de comunicación. Sin embargo, es difícil saber si estos recursos criminales no están siendo utilizados por los aparatos del sistema en general –gobierno y poderes fácticos– para controlar a los medios en provecho de la situación violenta que vive el país. Debe la sociedad en conjunto con el Estado proteger a los medios y a sus trabajadores; de no hacerlo, quedaremos mudos ante la ignominia en la que vivimos.

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