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Sexta Jornada

Por: Eduardo Merlo

2012-12-24 04:00:00

Mi esposa es María,

¿Eres tú José?

es reina del cielo

¿Tu esposa es María?

y madre va a ser

Entren peregrinos

del divino Verbo.

no los conocía.

 

 

Las “jornadas”, a fuerza de pedir posada o alojamiento, cambiaron su nombre por “posadas” porque a la gente le resultó más a propósito. De los agustinos de Acolman, la festividad se fue extendiendo a otros pueblos, pero siempre en los templos, hasta que, debido al jolgorio y escándalo que ocasionaban, fueron echadas de los recintos sagrados, pero bien cobijadas en las casas de los fieles, donde perdieron solemnidad, pero ganaron en frescura y alegría. Se intentó conservar la esencia religiosa navideña y así en su diseño que se fue conformando con los años, se dejó la procesión con las imágenes de María y José, ella montada en la mulita y un ángel tirando de las riendas, puestas sobre una tablita a manera de andas, caminando por el patio o la calle, mientras se canta la llamada “Letanía Lauretana”, que menciona alusiones o alegorías a la Virgen María, como: Estrella de la Mañana; Puerta del Cielo; Torre de David; Casa de Oro y otras muchas, a lo que los procesionantes deben contestar cantando: “Ora pro nobis”, esto es: “Ruega por nosotros”. Cada uno de los nueve días se repite lo mismo y lo único que varía es la oración rezada ante el nacimiento.

El último día de posadas, que es el 24 de diciembre, muchos acostumbran hacer la procesión y todo lo relativo, al caer la tarde, para que en la noche tenga lugar, en forma especial, el arrullo del Niño Dios. También hay quienes esperan lo más cercano a la media noche, para que el arrullo tenga lugar al tiempo que la tradición indica esa natividad gloriosa. En ambos casos se rompen piñatas, se reparten aguinaldos, ponche y lo que dispongan los anfitriones.

Por la noche, tiene lugar un rezo especial –únicamente en las familias que siguen cabalmente la costumbre– después del cual salen a relucir las figuras diminutas –a veces no tanto– del Niño Jesús, a quien previamente han despojado de sus vestiditos, para tenerlo desnudo y así, seleccionando previamente, o a veces en el momento, a la madrina que hará el arrullo, misma que es acompañada por su consorte, o siendo soltera por otra persona afín a la madrina, ya que ambos tendrán la “obligación moral” de recoger la imagen el 7 de enero, para llevarla a vestir adecuadamente y presentarla al templo, el 2 de febrero para su bendición, después de lo cual se entrega a los dueños, estableciéndose un compadrazgo formal, que no es un juego.

Pues esa noche santa, la imagen es colocada en una mascada cuyos extremos son sostenidos por los padrinos, entonando todos el “arrullo”, que aunque varía en cada región, utiliza la misma música o tono: “A la rorro Niño, a la rorro ro. /Duérmete mi niño/ duérmete mi amor– Las estrofas a veces son variadas en cada ciudad o pueblo, aquí apuntamos las más usuales: “Esos tus ojitos/ ya los vas cerrando;/ pero estás mirando/ todos mis delitos”, se repite el estribillo y luego otra estrofa: “Quisiste por nombre/ llamarte Jesús;/ como Padre amante tú me diste luz./ La Virgen lavaba/ San José tendía,/ el Niño lloraba/ de hanbre que tenía./ Le daban sopitas y no las quería/ sólo su lechita que lo mantenía./ Toronjil de plata/ torre de marfil/ arrullen al Niño/ que se va a dormir”. Concluido el arrullo se coloca la imagen en el pesebre del nacimiento y todos se sientan a cenar, cuando no es que lo hicieron previo a esta ceremonia hogareña. La cena es prácticamente un ritual gastronómico, primeramente cumple con el menú que idearon las cocineras de la época virreinal, cuyas recetas ostentan todavía muchas familias: el caldo de habas, la ensalada de Nochebuena; los chiles huachinangos capeados; el bacalao a la vizcaína, los buñuelos y una buena cantidad de postres. A finales del siglo XIX vino a México, procedente de Norteamérica, la costumbre de hornear un guajolote, al que pomposamente se le llama pavo. La cena usualmente tiene todos estos platillos y otros más, como pastas de origen italiano, a veces pierna de cerdo al horno y mil suculencias más. Con todo esto las Posadas finalizan pues el día de Navidad está ya amaneciendo.

 

Nuestros tatarabuelos poblanos cantaban:

 

Somos gente buena

¡Ábranse las puertas!

míranos muy bien,

¡Entrad ya los dos!

unos caminantes

que vendrán cansados

que van a Belén.

los padres de Dios.

 

Y deseándoles que tengan  muchas posadas: Eduardo Merlo

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