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Poderes fácticos

Por: Israel León O’farrill

2012-02-16 04:00:00

Si fijamos la mirada con atención en los últimos 20 años, encontraremos una tendencia interesante en cuanto al crecimiento de ciertos sectores económicos dentro del país; de manera paralela, hemos visto que algunos de los aspectos más notorios de la democracia se han ido posicionando cada vez más en la mente de los ciudadanos. Con poca fortuna constatamos que dichos aspectos gravitan en  lo electoral y poco en realidad en torno a la convivencia ciudadana, la confianza institucional y la solidez de un estado responsable de sus ciudadanos y sus propias decisiones. Esto quiere decir que nos hemos preocupado más por garantizar que haya elecciones limpias, alternancia más o menos comprobable, participación del electorado, instituciones y consejos ciudadanos, que liberar a las instituciones –públicas y privadas, que conste– de la terrible lacra de la corrupción. Por ejemplo, la transparencia se volvió descaro, como vimos con el lamentable “toallagate” del presichente… O el tema de la seguridad e integridad de las personas –que el Estado supuestamente debiera garantizar– que la administración calderonista ha convertido en un auténtico pandemónium de adoración al cine gore de cuarta generación al estilo de George A. Romero. Ni qué decir de aspectos como la soberanía, ni su vigilancia en manos del Estado que ha quedado reducido a piltrafa política y mercachifle de segunda…

Bien, y si fijamos todavía más la mirada, podemos percatarnos que las cosas han estado estupendas para unos cuantos que han amasado grandes fortunas gracias a los brillantes gobiernos de esos últimos 25 años. Veamos: en el sexenio Salinista, se beneficiaron las constructoras que se llevaron obra pública en carreteras que después tuvieron que ser rescatadas –la autopista del Sol es un trágico y lamentable ejemplo–; de igual manera, en su sexenio, el Estado se deshizo de todos los medios que pudo: vendió la televisión estatal a Ricardo Salinas Pliego y desmanteló El Nacional, periódico que nadie quiso comprar ni como chatarra. La crisis que impactó al gobierno de Zedillo en 1994, hizo evidente que todo había sido un espejismo de su predecesor. Entre los dos sexenios fueron rescatados múltiples bancos, financieras y demás negocios turbios generados por la privatización de la banca, primero a través del Fobaproa y después del IPAB, mecanismos de rescate de los múltiples negocios a medias que se licitaron a amigos, conocidos, familiares y un largo etcétera. Por supuesto, no sería injusto esperar que algo así sucediera de regresar el PRI al poder, el caso de Moreira en Coahuila es una muestra de que las cosas no han cambiado mucho. De cualquier manera, el Partido Acción Nacional parece ser harina del mismo costal.

Con la alternancia vino la esperanza, misma que se desmoronó por los constantes dislates de Fox, los escándalos de su familia y la terrible continuidad en el encubrimiento y solapamiento de negocios de la peor ralea posible. Pasta de Conchos, Sicartsa, y los manejos turbios del grupo Minero México son una muestra; el desatino del aeropuerto y Atenco también lo son. De igual manera, el apoyo gubernamental a Televisión Azteca para tomar por asalto –literalmente– el Canal 40… para permitirle a Televisa duplicar sus concesiones… y hacer crecer a Olegario Vázquez Raña y su grupo Ángeles al comprar Excélsior, Radio ABC, Imagen y Cadena 3 en televisión, y ahora tener presencia en financieras como Multiva. Se trata quizá de uno de los empresarios que más creció en el sexenio foxista y que no ha dejado de hacerlo con Calderón. En el presente sexenio hemos visto que quien ha medrado de manera considerable y continua –el asunto viene desde Fox, no hay que olvidarlo– es el crimen organizado; pero también lo han hecho el grupo Televisa y el grupo que encabeza Salinas Pliego, tanto que han buscado olvidar diferencias y aliarse. La mesa quedó puesta en parte por la extinción de Luz y Fuerza del Centro para dejar paso libre a la fibra óptica y un apetitoso negocio. A los usuarios nos queda claro que el cochinero que está detrás de la guerra con Carlos Slim –que tampoco vende piñas, por cierto– no ha hecho que los servicios funcionen mejor o sean más baratos. Desafortunadamente, los supuestos equilibrios puestos por los partidos desde el Congreso, son burdas invitaciones a negociar en el proceso que se avecina, tan soez como suena. Por si fuera poco, el desbarajuste que está detrás de Mexicana que empieza a tener visos del fraude de todos los fraudes, se vea por donde se vea, ha hecho que otras compañías y familias crezcan: en una esquina, Interjet de la familia Alemán y, en la otra, uno de los posibles grupos de inversionistas compradores encabezado por Diana Diez–Barroso Azcárraga, que a decir de muchos ha reavivado viejas rencillas originadas cuando el hijo del ex presidente y otrora gobernador veracruzano era accionista en Televisa. Ahora no quieren soltar las rutas de Mexicana. Sin duda, podríamos decir que los últimos cuatro sexenios han sido para apuntalar el control de los poderes fácticos en nuestro país y los que se han visto más beneficiados han sido los sectores de telecomunicaciones y del espectro mediático. La famosa cornucopia mexicana ha rendido frutos para unos cuantos, mientras la injusticia social adquiere visos de holocausto en regiones como la Sierra Tarahumara o el Sureste mexicano. Algo se ha hecho muy mal estos años… o muy bien, según se mire.

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