2012-01-19 04:00:00
Por ello, agobiado de penas y de tareas,
hermoso dentro de su miseria,
capaz de amar en medio de las plagas;
el hombre sólo puede hallar su grandeza,
su máxima medida en el Reino de Este mundo.
Alejo Carpentier: El reino de este mundo.
Pobres de los dioses sin madre,
que al perderse de esos pechos
carecen del don de soplar la O por lo redondo.
Pobres dioses de bocas tristes,
de labios delgados,
sin el ejercicio de mamar la vida.
Pobres los famélicos u obesos
dioses del biberón y la papilla
quienes hoy dominan al mundo.
desde la bolsa de valores,
lanzando sus verdes radiaciones
que carcomen los precios del maíz o del petróleo.
Pobres dioses alimentados con sucedáneos,
calentados en climas artificiales,
suplementos gélidos de la ternura.
de brazos y de abrazos
y de un regazo de madre
que los arrulle y apapache.
Pobres esos dioses que compiten
por salir en las portadas
de las revistas excluyentes,
vidrieras y pantallas para idolatrarlos.
No es como ellos creen, que pudieran ser ubicuos,
lo cierto es que no aparecen
en todo lugar y a sus antojos,
pues temen a un atentado o a pescarse un herpes.
Pobres dioses sin apellido de madre
que heredan un “junior” mezquino a sus hijos,
hasta bautizarlos en las listas de Forbes.
Sin madre y sin arraigo desean poseerlo todo,
pero a los pobres dioses les pende el alma de un hilo
si el 99 por ciento decide echarlos de este mundo.
Share |
Tweet
|