Logo de La Jornada de Oriente
Cargando...

Los antropólogos del batallón mexicano del general Zaragoza

Por: Anamaría Ashwell

2012-05-07 05:27:33

El general Ignacio Zaragoza fue un norteño (tejano–coahuilense) de convicciones liberales recias, hablar golpeado y sin tapujos. Una mínima revisión de su correspondencia, especialmente en los días posteriores o cercanos a la batalla del 5 de mayo de 1862 (batalla que confrontaría en Puebla a una milicia débil en armamentos y guarniciones contra un ejército galo sobrealimentado no solo de comida sino de cañones), da cuenta de su indignación también contra el enemigo interno: esos ciudadanos, poblanos, “hijos de frailes y monjas”, como los describió a Benito Juárez, “gente indolente y egoísta” también, que por intereses económicos o ideológicos negaban al ejército juarista apoyos materiales o logísticos alentando al mismo tiempo a los invasores galos.

La batalla, casi suicida, que libró este joven general en Puebla ese mayo de 1862, como dice José Emilio Pacheco (“Antes de la Batalla”, Proceso; 22 de abril de 2012) tiene significaciones que van más allá de la efemérides que actualmente festeja con escenografías montadas por Televisa el gobernador Moreno Valle para celebrarse a sí mismo y a Felipe Calderón. 

A los antropólogos nos incumbe particularmente esta historia porque la gesta militar del general Zaragoza está arraigada en la cultura y la memoria especialmente entre los pueblos campesinos de la Sierra Norte de Puebla (los que hicimos investigaciones de campo hemos recogido las arraciones que apuntalan historia y mito en muchas de esas comunidades). Y está asociada a tiempos históricos de extrema discriminación racial y cultural contra los pueblos indígenas en todo el territorio nacional; asociada también a comunidades campesinas sometidas a la explotación hacendaria y al “peso colonial” (como le llama JEP) del ejército y de la iglesia; a tiempos cuando pueblos eran diezmados por epidemias de fiebre amarilla y pobreza extrema  y que pronto serían sometidos, en el periodo llamado de la “República Restaurada”, a una política de “incorporación” nacional cuyas consecuencias éticas y culturales todavía hoy los antropólogos e historiadores debatimos apasionadamente (ver, Romana Falcón, México Descalzo. 2002, Arturo, Warman Los Indios Mexicanos en el Umbral del Milenio. 2003.). Es posible también descubrir en la veneración –o en su contraparte de leyenda negra– que los poblanos reviven en torno a la gesta militar del general Zaragoza (mediante el recordatorio arquitectónico protegido de los fuertes, la zona de monumentos donde él atrincheró a sus menos de 5 mil soldados para resistir al ejército invasor antes que pudiera tomar los Fuertes, así como las sobrias conmemoraciones anuales que se habían llevado a cabo hasta ahora) una historia que en el imaginario popular fusiona su figura con la épica mitológica y bíblica de un David  que logró acertar con su honda en la frente de un gigante Goliat. Porque la derrota del soberbio y racista general Lorencez en Puebla (quien se refería a  los mexicanos como últimos hombres capaces de enfrentar al invencible ejército galo) por un joven general mexicano leal a un presidente indígena, en condiciones militares y sociales adversas, vuelve esta gesta militar poblana del 5 de mayo casi una historia novelada por improbable. Y subversiva también porque se actualiza, en las condiciones de inequidad extrema que continúan –insuflando de  esperanzas y luminosidades– la opción de pueblos débiles y marginados para resistir no solo a la segregación económica y social impuesta por poderosos, sino a la discriminación  racial que viene de afuera pero sobre todo sigue teniendo aliados en actores de adentro. Y eso es motivo para fiestas y festejos rememorativos vigentes en las tradiciones populares a pesar del precio en sangre y dolor que aquel 5 de mayo zaragozano significó para el pueblo de México.

Por eso se nos derrama el vaso a los antropólogos cuando nos vuelven cómplices de acciones de gobierno que buscan tergiversar una historia extraordinaria y compleja, manipulándola para que una corrupta clase política tenga su fiesta y exposición en canales de Televisa, robando a la verdad histórica todas sus ricas contradicciones, así como la capacidad para generar en los pueblos la reflexión crítica sobre la pertenencia a una casa grande, una historia, una ciudad y una nación que también supo resistirse a ser subyugada.

Pero sobre todo nos indigna y nos rebela cuando con el eufemismo de “remozar” y “modernizar”, políticos e interesados destruyen los recordatorios de esa historia y lo hacen además con un gastadero de dinero público, en un país con urgencias sociales e inequidades extremas, que resulta  simplemente obsceno.

El patrimonio edificado (arquitectónico, espacios abiertos, arbolados y calles) es la suma dinámica de múltiples escenarios de una historia siempre en movimiento y no puede ser intervenido ni con prisas ni con excavadoras ni con clasificaciones de “inservibles” sobre todo a edificios catalogados. Y  para mayor ignominia buscando y consiguiendo el aval del INAH. 

Por eso celebramos a los colegas antropólogos y arqueólogos, adscritos al INAH, que desafiando a sus autoridades se han unido con nosotros en el ejército del general Zaragoza, porque la zona de monumentos que rememora la gesta militar del 5 de mayo, con viaductos que pasan por encima de su  cripta, con “parques ecológicos” que primero talan los árboles o cierran con rejas el paso a peatones, no es como nosotros entendemos que los  poblanos deben recordar y honrar su historia. 

 
Share
La Jornada
Nacional Michoacan
Aguascalientes Guerrero
San Luis Veracruz
Jalisco Morelos
Zacatecas  
Tematicas
Defraudados Izquierda
AMLO Precandidatos 2012
Servicios Generales
Publicidad
Contacto
© Derechos Reservados, 2013. Sierra Nevada Comunicaciones S.A. de C.V.