¡¿Y si lloviera desde abajo?!
-gritaron los niños su ocurrencia.
Y los ancianos se reunieron
a contestarles la pregunta.
Y volvieron bañados en sudor,
en lagrimeo y por tanta saliva
que lanzaron sobre sus cabezas
para responder a la pregunta.
La lluvia cae –comenzaron su respuesta.
Pues un día subió para lloverse,
cuando se unieron las aguas abajo
y al abrazarse tanto, se calentaron.
La respuesta animó a los preguntones.
Así –continuaron los ancianos- una porción de ellas
se elevó, otra dio cobijo a los peces
y la más tierna se puso a murmurarnos sueños deliciosos.
Entonces creció otra pregunta,
que era de algún modo la misma:
¿Y por qué no llueve para arriba?
Una niña habló a orejas obstruidas:
¿No entendimos que arriba
cuenta sólo si hay abajo?
Y con la claridad de la mañana,
quedó hecha la pregunta.