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Investigación y alquimia

Por: Israel León O’farrill

2012-09-27 04:00:00

 

La experiencia con productos académicos, tanto en su edición directa, en la dictaminación de artículos y ensayos, como en su consumo y aprovechamiento para mi trabajo académico e investigativo, me ha enseñado a respetar la investigación como actividad sin la cual no se puede concebir a la academia y mucho menos el desarrollo científico en nuestro país. Como ya lo he comentado en entregas anteriores, encuentro en la educación, la academia, la generación de conocimiento y su divulgación, pilares fundamentales para desarrollar sociedades más justas, inclusive a pesar de las agrestes condiciones en que se labora desde hace un par de lustros. Y es que, en desmedro de la educación y la investigación, los modelos educativos derivados del modelo económico imperante han engendrado sistemas para producir sobresueldos en los investigadores que, pese a ser aparentemente atractivos y justos, propician lo que podríamos denominar como la “pepena de puntos” para obtener becas y beneficios. En efecto, los programas Promep, Estímulos y el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) han hecho que muchos pseudo investigadores se lancen a una caza incesante por “estampitas” que les permita llenar el álbum correspondiente para arañar “suculentos” sueldos que, empero, no llegan a ser siquiera equiparables a los de diputados, senadores, miembros de gabinetazos, futbolistas o cantantillos poperos de televisora… lo peor del caso, es que lo hacen en perjuicio de su trabajo y de los estudiantes, finalidad última de nuestra labor.

Producto de lo mismo, se replican en diversas instituciones públicas del país los posgrados chocolates o de dudosa procedencia, que son mercados literalmente a institutos y universidades oportunistas –algunas públicas, pero muchas de ellas privadas– en un regateo que haría recordarle al mismo Jesús el episodio del Templo. Lo que importa es tener el grado sin importar de dónde se obtuvo o qué se tuvo que hacer para obtenerlo. De igual manera vemos que una buena parte de las maestrías en nuestras latitudes se pliegan más a la profesionalización y poco ya a la investigación, lo que desgasta el modelo investigativo que se construía desde la licenciatura y que veía en la maestría un paso intermedio fundamental para que, al llegar al doctorado, el dicente ya investigador construyera conocimiento. Hoy el panorama es cada vez más oscuro, pues de esta vena “profesionalizante” se están contagiando ya los doctorados al grado de que se busca que decrezcan tanto en tiempo de duración –algunos llegan a escandalosos dos años como en cuanto al nivel de los productos que están siendo presentados para obtener el grado. De manera tal que ahora deambulan en aulas y pasillos profesores con fatuos grados de doctor, que poco saben de investigación y que diseminan su falta de seriedad y compromiso con la misma labor que reitero en este punto: construcción de conocimiento y su transmisión a los educandos en el aula, como acompañantes en un proceso de investigación, así como a través de su  publicación en revistas y boletines académicos. Lo anterior, poco a poco se desvanece producto de la banalidad que refleja la soez persecución de centavos y de la vanidad de una pseudo aristocracia de cubículo.

En este mismo tenor han proliferado miles de revistas académicas y científicas que, a fuerza de obtener recursos a su vez, han doblado al máximo sus propias políticas para permitir cualquier tipo de bodrio pues se requiere publicar a como dé lugar; del otro lado, el de los autores, es exactamente igual. Recientemente presencié que una revista ibérica de renombrada universidad, publica productos “académicos” de nula o deficiente calidad de investigadores que claramente se apropian de los trabajos de tesis de sus pupilos para seguir pepenando puntitos que habrán de beneficiarlos posteriormente. Bueno, incluso he llegado a escuchar que le comentan a los muchachos que es un “privilegio” ser apadrinados por ellos pues de lo contrario jamás publicarían. Ilusiones rotas y cinismo son el resultado de semejantes despropósitos. Otro tanto se verifica en la edición y coedición de libros donde impera el recurso obtenido por financiamientos públicos por sobre la calidad de las producciones publicadas. En este sentido, varios de los programas que hemos comentado con anterioridad solicitan que los libros sean publicados en coedición con editoriales externas a las universidades y que sean de reconocido prestigio; con ello, piensan, se evitaría que facultades, escuelas e institutos publiquen tirajes de 10 o 20 libros sólo para cumplir el requisito. Desafortunadamente, este procedimiento también ha sido corrompido por facinerosos de tiempo completo y han seducido a ciertas editoriales para que publiquen cualquier cosa. 

Por si fuera poco, la enseñanza en asignaturas y talleres de tesis e investigación, cae en el vicio de las rúbricas y los manuales, textos que se vuelven canónicos y a la par, obsoletos. La investigación requiere imaginación e inteligencia para poder observar fenómenos sociales que no permanecen estáticos y por lo mismo no pueden ser analizados siempre con la misma óptica. La investigación, como se ve, vive embates constantes consecuencia del modelo en que nos encontramos hasta el cuello… todo aderezado con una buena dosis de corrupción, piratería y ardid  que convierten fruslerías investigativas en puntitos… ¡alquimia académica total! 

 

 

 

 

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