2012-07-25 04:00:00
El viernes primero de cada mes
comulgamos.
Es una acendrada usanza
que nos conocen camas y paredes,
sábanas almohadas y pelajes.
Tanta claridad nos produce
el primero de los viernes,
que nos retoza
cuatro semanas asomando por los ojos.
Es un día de carne y hueso,
de caderas y de cuellos,
de una excitación que nos tienta
a morir inmaculados de suspiros,
como aquellos santos que averiguan
cuál es el abrazo más tierno.
Comunión de cuerpos y espíritus
arrebatados por un instante
a la pleamar del mundo,
y devueltos al día siguiente fuertes
e intensos.
El sábado descansamos,
aunque no así de la memoria
tatuada de besos,
que con dedos murmurantes
le alborotan el pelo
hasta sacudir el olvido.
Luego, ya el domingo,
el pensamiento nos fluye fresco
Share |
Tweet
|