Logo de La Jornada de Oriente
Cargando...

El Hobbit

Por: Israel León O’farrill

2012-11-29 04:00:00

“En un agujero en el suelo vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero hobbit, y eso significaba comodidad.” Hace años, cuando estaba más joven, me acerqué a la obra de J.R.R. Tolkien, el creador de un universo que ha fascinado a generaciones desde la publicación de El Hobbit en 1937, seguido por El Señor de los Anillos (1954) y otras obras póstumas entre las que se encuentra El Silmarillion (1977). La cita anterior abre la primera novela de Tolkien cuyo personaje principal, Bilbo Baggins, un hobbit que emprende una aventura en un tiempo anterior a nuestra historia y en un lugar lejano –siempre lo es– representa al promedio de los habitantes ingleses: personajes que poco se aventuran fuera de la comodidad de sus vidas, que poco se interesan por el mundo exterior y que son buenos para la bebida y la comida. El mismo Tolkien se identificaba profundamente con un hobbit; no obstante, no sólo representan la comodidad, sino que tienen una asombrosa resistencia ante el mal y los viajes de largas jornadas. Ellos serán los personajes centrales de ese portento publicado en tres entregas (La Comunidad del Anillo, Las Dos Torres y el Retorno del Rey) El Señor de los Anillos y que ha sido un fenómeno editorial sin precedente; lo mismo sucedió con las adaptaciones al cine llevadas a cabo por Peter Jackson –hay un antecedente interesante en la película del mismo nombre realizada en animación por Ralph Bakshi y que se quedó a la mitad– mismas que arrancaron expresiones de asombro y nudos en la garganta a aquellos adoradores de la trilogía pues por fin podíamos ver un hoyo hobbit, Hobbiton, Gondor,  Rivendell, Edoras en Rohan, Isengard, Minas Morgul y muchos otros lugares míticos descritos en esas novelas. Me reconozco un fanático de los libros –los he leído unas 10 veces– y fui de los que se emocionó enormemente con la llegada de las versiones cinematográficas…

Escribo estas líneas pues se aproxima otro fenómeno fílmico dentro de la saga de Peter Jackson:El Hobbit, un viaje inesperado (2012), película que espero con sumo interés, no únicamente porque la novela es una de mis favoritas, sino porque el cine de Jackson me parece interesante –sí, inclusive sus pequeños pecados King Kong (2005) y la ciertamente fallida Desde mi Cielo (2009) y sus excelentes proyectos como Meet the Feebles (1989) o Criaturas Celestiales (1994)– y porque promete tres entregas con lo que se explorará por completo las páginas de la novela de Tolkien. Más de una ocasión he escuchado de personas neófitas en las historias de la Tierra Media que se trata de otra historia de elfos, duendes, enanos y caballeros que luchan por desterrar del mundo el mal; nada más alejado de la obra de Tolkien. El autor, filólogo inglés profesor en Oxford durante décadas, había publicado numerosos textos académicos concernientes a sagas nórdicas y lenguas como el saxón, el galés, el finlandés y por supuesto el inglés, antes de publicar la saga de Bilbo Baggins, con lo que obtuvo reconocimiento académico antes del literario. Gracias a sus exploraciones filológicas pudo desarrollar un lenguaje comúnmente conocido como “elfo” y que tendría diferentes variaciones según el pueblo que lo hablara: el quenya y  el syndarin. Como se ve, su trabajo no es simplemente literario; no se trata de un mero escritor que imaginó universos –perfectamente diseñados, por cierto– sino que construyó a la vez lenguajes diversos que acompañaron esas historias, con toda la lógica lingüística y cultural que una sociedad tal podría necesitar; llevó la ficción a un nivel inusitado. El Hobbit ha sido un auténtico fenómeno de ventas y lo colocó como uno de los escritores fantásticos más connotados de su época. Es un libro pensado para niños, con ritmos y contenidos en ese sentido; no obstante, también llamó la atención de grandes contingentes de lectores ávidos de una historia de esperanza en un momento en que Europa se encontraba en plena reconstrucción –Tolkien peleó en la Gran Guerra en 1916 en la batalla del Somme, cosa que lo marcó irremediablemente. Lo mismo sucedería con El Señor de los Anillos, publicado posteriormente a la Segunda Guerra Mundial. Numerosas serán las correspondencias que se harán entre este libro y esa conflagración, especialmente la sordidez de las batallas y los líderes corruptos relacionados indudablemente con Sauron, Saruman, los decadentes Theoden y Denethor y las hordas de orcos... Igual con la interesante figura de la criatura Gollum/Smeagol, terrible ejemplo de ambición, locura y mezquindad que hoy vemos en tanto personaje en nuestra vida cotidiana.   

Pocos son los libros que llegan a la pantalla y que pueden ser bien representados pues el traslado de un medio al otro tiende a ser accidentado en el mejor de los casos; en el peor, se suelen convertir en auténticos bodrios que insultan a aquellos lectores cuya imaginación se encuentra debidamente entrenada. Jackson ya ha demostrado que navega excelentemente bien en la mente de Tolkien y su mitología, por lo que podemos esperar una buena interpretación. Se trata de literatura y cine con mucha pertinencia en los tiempos oscuros en que vivimos –llegada de Peña a la presidencia, por ejemplo– pues nos darán un poco de esperanza y distracción para nuestras atribuladas mentecillas…

Share
La Jornada
Nacional Michoacan
Aguascalientes Guerrero
San Luis Veracruz
Jalisco Morelos
Zacatecas  
Tematicas
Defraudados Izquierda
AMLO Precandidatos 2012
Servicios Generales
Publicidad
Contacto
© Derechos Reservados, 2013. Sierra Nevada Comunicaciones S.A. de C.V.