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Divulgación y frivolidad

Por: Israel León O’farrill

2013-01-03 04:00:00

Día con día se registra lo que Braudel denomina el “acontecimiento” mismo que describe como  “explosivo, tonante. Echa tanto humo que llena la conciencia de los contemporáneos; pero apenas dura, apenas se advierte su llama”. El acontecimiento, elemento fundamental de la historia de la corta duración, está en el campo del cronista y del periodista. Por supuesto, no todo trasciende para llegar a formar parte de lo que se conoce como la “historia de los acontecimientos”, esa “Historia” con mayúscula que se ha centrado en los “grandes” personajes y sus “grandes” obras… La historia como disciplina ha sufrido cambios fundamentales desde la llegada de la Escuela de los Annales –de la que Braudel es uno de los máximos representantes– con el objeto de dirigir la atención a las causas más que a los acontecimientos; a las personas más que a los personajes. Como consecuencia de lo anterior tenemos la llamada “historia de las mentalidades”, metodología de análisis histórico que privilegia el estudio de los aspectos ideológicos que propician el actuar de los sujetos y que explicarían los acontecimientos. Importantes representantes de esta corriente son Serge Gruzinski, Solange Alberro y Antonio Rubial García, los tres trabajando temas de conquista y coloniales. Dicha discusión ha propiciado la publicación de trabajos interesantes y ya clásicos dentro del estudio de la historia; no obstante, se conoce poco este trabajo no sólo por su discurso especializado, sino porque quizá una lectura crítica de la historia oficial siempre resulta incómoda para los que detentan el poder.

A cuento con estas reflexiones, me topé con una reseña al libro La Función Social de la Historia, de Enrique Florescano, elaborada por el historiador Rafael Flores Hernández en la revista Palabra, de Clío. El libro se centra, de acuerdo con Flores, en la discusión por parte de Florescano de los problemas epistemológicos y metodológicos que vive la disciplina, así como de su responsabilidad ante la sociedad a la que se debe el historiador. Florescano es un investigador mexicano conocido por múltiples textos entre los que destacan Etnia, Estado y Nación, Memoria Mexicana, Memoria Indígena, Imágenes de la Patria, Quetzalcóatl y los Mitos Fundadores de Mesoamérica, entre otros. En todos ellos vemos la necesidad de Florescano de explicar la historia desde la historiografía y el análisis etnohistórico. En palabras de Rafael Flores, “tal vez lo más relevante de este trabajo, dentro de las expectativas que sugiere el título de la obra, resida en la crítica que hace Florescano a la institucionalización académica de la historia y la falta de compromiso de los especialistas con los problemas que enfrenta su sociedad en la actualidad”, pese a que, como apunta el mismo comentarista, “se percibe una importante carga de erudición por parte de Enrique Florescano, quien hace gala de ella en cada una de sus afirmaciones. Apuntala su estudio con una cantidad copiosa de citas, las cuales en ocasiones pueden resultar excesivas, al igual de las notas al pie de página que las acompañan (…) Ello resulta incluso contradictorio si consideramos la crítica que realiza el propio autor a la manera como los historiadores academicistas redactan sus trabajos”.

Para Rafael –ya en una conversación personal que sostuve con él– la disciplina ha de centrarse en la explicación de la historia ante las sociedades herederas de su paso y lo ha de hacer con un lenguaje llano, sencillo, y con medios al alcance de sus posibilidades, es decir, ha de ser despojada de su academicismo excesivo y ser traducida a un lenguaje más pedestre, por llamarlo de alguna manera. Ello que cae dentro del dominio de la divulgación de la ciencia, ha constituido una labor constante de numerosos investigadores que se han dedicado a explicar a la sociedad la ciencia que hace que su vida sea posible. No obstante, lo anterior ha tenido una viabilidad importante con las llamadas ciencias exactas, pero con las sociales, se han tenido resultados sumamente irregulares. Un caso ejemplar de lo anterior es el History Channel que se ha visto invadido por pseudo investigaciones de farsantes y “reallities” de medio pelo, cosa que ya he discutido en otros espacios; lo mismo ha sucedido con el canal Nat Geo y con el canal Discovery… Otro de los problemas que enfrentamos y que discutía con Rafael, es la banalización de las disciplinas sociales que renuncian a la enseñanza de la teoría y el rigor científico, vicio que infecta a muchas de las disciplinas de este espectro en nuestro país, de las que la Comunicación es fiel representante, pese a que de ella se esperaría el diseño de propuestas de difusión. En efecto, se ha privilegiado lo inmediato y lo fútil dentro de la enseñanza con el supuesto interés de facilitar el aprendizaje de los múltiples y complejos procedimientos que operan en torno a la comunicación; se trata del asalto de la farándula mediática y la superficialidad de conceptos empresariales totalizadores en pos de una pretendida “profesionalización” que está minando, aunque no se quiera ver, la seriedad de su estudio. El dilema está, sin duda, en la divulgación de la ciencia sin que ello implique su frivolización; está en preguntarnos cuál es la función social de la historia, de la comunicación y otras disciplinas, pero con la certeza de que la ciencia debe seguir produciéndose con seriedad, pues la sociedad misma merece un trabajo prudente de nuestra parte. Gran dilema.

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