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Dinosaurios

Por: Israel León O’farrill

2013-05-16 04:00:00

En su ya clásico minicuento –también denominado microrelato o relato bonsái–, Augusto Monterroso nos hace ver su frustración por la existencia, incluso después del sueño reparador, de un anacronismo usualmente relacionado con los dinosaurios: los dictadores y el pensamiento conservador, reaccionario y retrógrado que viene aparejado con ellos. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Sabe de lo que habla Monterroso, pues vivió una buena parte de su vida en Guatemala –hijo de padre guatemalteco y de madre hondureña– y se enfrentó a la dictadura del general Jorge Ubico en 1944, seguido después de un largo periodo de exilio –vivió en México hasta su muerte– y como apunta Francisca Noguerol en su libro La trampa en la sonrisa: sátira en la narrativa de Augusto Monterroso, “periodo –el del exilio– fundamental para comprender algunos de sus textos”. Como Monterroso, muchos otros autores latinoamericanos han sido marcados por las dictaduras que han sufrido sus países de origen. En este instante, tanto el texto de Monterroso como el asunto de los dinosaurios tienen pertinencia pues el sistema judicial de Guatemala acaba de condenar al ex dictador Efraín Ríos Mont a 80 años de prisión bajo cargos de genocidio en contra de la población Ixil en el departamento del Quiché en ese país. “Ríos Montt –reporta Rogelio Alaniz en el Litoral.com– fue presidente de Guatemala desde marzo de 1982 a agosto de 1983, es decir menos de un año y medio. Durante ese periodo organizó escuadrones de la muerte que se encargaron de practicar operativos de limpieza étnica particularmente en el departamento de Quiché. Todas las imputaciones que se le han hecho son verdaderas y están probadas, pero no se debe perder de vista que en Guatemala las masacres se extendieron durante cuarenta años y las responsabilidades, en consecuencia, no se reducen a Ríos Montt, por más que este caballero en su condición de militar fue uno de los protagonistas centrales del genocidio”. En efecto, lo vivido en Guatemala en estos días no es más que el pequeño tirón a una madeja de brutalidades y violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

Es evidente que falta mucho por hacer, que no se acaba la justicia con el encarcelamiento de un dictador solamente; no obstante, para millones de guatemaltecos –y de latinoamericanos– significa bastante. Por ejemplo, ya en otras ocasiones he tenido la oportunidad de escribir sobre Benedetti, aunque no había caído en la cuenta de que él también le escribió a los dinosaurios. “Duérmete dino ya no eres presagio, ya puedes descansar por dos milenios, has cambiado de envase y de epopeya, los endriagos suplentes te persiguen”, escribió en el poema Canción de cuna para un dinosaurio. Pareciera, de verdad, que ahora al que le toca dormir –o al menos habitar el ámbito onírico– es al dinosaurio, pues la justicia ha llamado a su puerta. El canto de Benedetti es un exhorto para que la ranciedad, la sinrazón y la intolerancia se echen para atrás y se aletarguen. En Guatemala quizá esto empieza. En un dejo de optimismo, acudo a Charly García y su canción Los Dinosaurios: “Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer”. 

Celebración nos merece el enorme paso acometido por ese país, uno que es tan criticado por el nuestro que suele ver de arriba abajo a Centroamérica por considerarla inferior, atrasada, retrógrada… hoy nos da una lección. He sido testigo de la infinita cultura que detenta Guatemala, de su amplia diversidad humana y de la inmensa calidez de su gente; también de la dolorosa pobreza y la indignante marginación lo mismo que la grosera disparidad presente en su vida cotidiana. Y curiosamente, constaté que lo mismo sucede en México. Pese a que nosotros no experimentamos la guerra civil que ellos vivieron y que no podemos decir que hayamos tenido los genocidios de los que se acusa hoy a Ríos Mont, no podemos ignorar la sistemática marginación operada hacia nuestras comunidades originarias, los miles de muertos en el conflicto contra los cárteles del sexenio pasado –y que empiezan a acumularse en el presente– y la soez aplicación del sistema económico que incentiva la misma disparidad que vemos en Guatemala –tenemos al hombre más rico y a los pobres más pobres– y que poco ha de enorgullecernos. Lección nos da Guatemala, aunque dudo que escuchemos nada. Una amiga guatemalteca se congratulaba en una red social al decir que, quizá esto era lo más importante producto del fallo de la justicia en su país: “El escuchar que en mi Guatemala la gente está hablando de lo que pasó durante la guerra, dónde estaban y cómo lo sintieron, todos lo vivimos de maneras, en tiempo o en lugares diferentes pero lo vivimos. Siento que todos estamos hablando de nuestras experiencias. Hablar (y no es sólo hablar por hablar) eso es lo más importante”… En efecto, es fundamental que una sociedad reconozca sus errores y los discuta, los hable, de manera que pueda comprenderse y mejorarse a sí misma. Largo camino que si no empezamos a andar llegaremos a un punto en que será demasiado tarde. Benedetti termina así: “…duérmete dino y sueña con nosotros, el mesozoico se quedó allá lejos, duérmete saurio con tus huesos huecos, antes de que te quiten lo bailado”.  A Ríos Mont ya se lo quitaron… ¿Quién sigue ahora?

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