2012-09-21 04:00:00
Cuando las mujeres aparecieron
en las calles de Grecia, con sandalias apenas
detenidas en sus tobillos,
un levantamiento sacudió nuestros principios.
Sin ellas, esto que llaman democracia,
seguiría inerte, sin su bullicio,
y a las decisiones les haría falta
el agridulce sabor de la incertidumbre.
Serian imperativos los acuerdos y nuestros discursos
no conmoverían al mundo con ternuras.
Ahora que mujeres y hombres marchamos
por las calzadas y andamos las veredas de la vida,
la verdad alumbra de desnuda, y aunque a veces tropecemos,
el acuerdo no humilla, solo desmorona al diletante.
Pero ay de las mujeres del Imperio,
ay de los jefes de terciopelo:
ellas suenan sus tacones e invaden con tanques los desiertos,
ellos enternecen con sus lágrimas desde la pantalla del infierno.
Fragmento del poema: Divididos estamos.
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