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América Latina : alternativas frente a la crisis / IV de V

Por: José C. Valenzuela Feijóo

2012-01-26 04:00:00

La ruta del pantano

 

Se trata de de una “ruta” que implica la preservación del modelo neoliberal. Por lo mismo, de fondo no se trata de una ruta pues no abre ninguna salida a la crisis. Una situación de este tipo, no es una novedad histórica, y tiene lugar cuando “los de arriba ya no pueden” (condición de todo cambio mayor) y además “los de abajo tampoco pueden” (con lo cual, el cambio no emerge). En este caso, la sociedad cae en una especie de pantano histórico, de ciénaga putrefacta en que el orden institucional y moral se va descomponiendo más y más y no aparecen actores sociales (i.e., clases y/o fracciones de clase) con la capacidad de visión y de organización para impulsar el proceso de cambio necesario. Por lo mismo, no existe un proyecto de país, nacional, capaz de movilizar a la sociedad. De hecho, la visión de ésta, como totalidad orgánica, desaparece de la conciencia social y política y pareciera que sólo existe lo individual, lo particular, lo parcial, cotidiano y de corto plazo: opera el viejo lema de “yo me preocupo de mí y de los demás que Dios se haga cargo”. Además, lo hago con reglas de conducta ad–hoc en que todo está permitido: la falta de lealtad, la mentira, el robo, el crimen. A la larga–larga, una situación de este tipo no se mantiene, pero en el ínterin se puede llevar décadas de historia perdida. En la región, muy probablemente en México, sobremanera con cargo a los gobiernos panistas de Fox y Calderón, se está asistiendo a una situación más o menos parecida.

 

La ruta de una industrialización

autoritaria y de corte fascistoide

 

El punto ameritaría un examen muy detallado. Pero, por razones de espacio, nos limitaremos a un simple y muy taquigráfico esbozo. Como marco general de referencia suponemos  un proceso de estancamiento económico, de parasitismo (sólo se premia al capital especulativo), de miseria, desocupación y marginalización crecientes Es decir, lo que típicamente resulta del modelo neoliberal.

También suponemos: 1) Un desprestigio creciente de los partidos políticos tradicionales y de sus dirigentes. En general, gran descrédito de la política: “la política es sucia, propia de deshonestos, de mentirosos y ladrones, huya de ella”. Algo que los medios televisivos, se encargan de difundir y propagandear ampliamente. 2) Desprestigio y descomposición de partidos de izquierda. Estos olvidan sus ideales anticapitalistas, se subordinan al sistema y operan como verdaderos criados del gran capital. 3) La burguesía, la grande en especial, se muestra como políticamente débil, incapaz e impotente para impulsar un proyecto de renovación nacional. 4) La dependencia y consiguiente penetración imperial alcanza niveles extremos en lo económico e ideológico. 5) Se extiende más y más un descontento generalizado. Pero como este malestar y rabia no se procesan en términos de conciencia de clase (la conciencia política de los segmentos medios y populares es prácticamente nula), el descontento sólo atina a buscar un nuevo personaje, necesariamente providencial. 

En un contexto como el indicado, se dan condiciones para la emergencia de líderes “providenciales”, “milagrosos”, con un alto poder carismático. Estos pueden lograr un apoyo masivo de buena parte de las capas urbanas marginadas por el sistema, los “ambulantes”, el lumpen, los pequeños comerciantes, buena parte de las nuevas capas medias, etcétera. Más que hablar contra el capitalismo, en América Latina tales líderes dirigirían sus ataques “en contra de los ricos y a favor de los pobres”. De seguro enfatizarían al “patriotismo y a la defensa de los intereses nacionales”. También, la necesidad de una autoridad firme y represiva. Este lenguaje es más entendible por las capas atrasadas y despolitizadas de la ciudad y el campo, amén de que evita el eventual peligro de un discurso que hable de clases sociales, del capitalismo explotador y hasta de un socialismo nacionalista, al estilo de lo que predicaban Mussolini y Hitler.

Si a lo anotado agregamos que a partir de su impotencia política la burguesía puede decidir “abdicar” a favor de tales líderes providenciales, tenemos ya todos los ingredientes para la ruta autoritaria. La cual, operaría con algunos elementos del “bonapartismo” descrito por Marx y, sobremanera, con los rasgos que tipificaron a las experiencias de corte fascista (en Europa y, parcialmente, en la Argentina de Perón)4.  El proceso también podría operar bajo dirección militar sin mayor apoyo popular. Es decir, se trataría de militares que implantarían una dictadura desarrollista.

En tal contexto, se debería perfilar una estrategia económica que: a) impulsara una industrialización muy acelerada con un alto crecimiento ocupacional (como en los tiempos del Brasil de Kubitschek y de los militares que derrocaron a Goulart); b) el proceso también iría asociado a un férreo control de los salarios y, en general, de la fuerza de trabajo asalariada. En corto, dictadura en contra del trabajo; c) por la distribución del ingreso que se delinea, el crecimiento industrial obligadamente debe apuntar al desarrollo de la industria pesada (el Departamento I de Marx) y a las exportaciones; d) los puntos anteriores se pueden recubrir con un lenguaje “atractivo”: transformar al país (vg. Brasil) en “gran potencia mundial”5. Desde el punto de vista económico esta ruta también se puede denominar como “sendero a la Tugan–Baranovsky”, en recuerdo de las teorías del gran economista ruso. Es decir, durante un periodo que pudiera no ser corto, la acumulación y el crecimiento se pueden desligar del crecimiento del consumo asalariado.

 

Una industrialización

democrático–burguesa

 

En este caso, el bloque social impulsor del cambio debería agrupar al conjunto de los sectores populares (campesinos, marginales urbanos, pequeña burguesía independiente y asalariada urbana, proletariado industrial y circulatorio, capitalistas medios y pequeños), bajo la dirección de la burguesía nacional.6  Entendiendo por ésta, la fracción capitalista que trabaja fundamentalmente para el mercado interno en la sección de bienes de consumo y que, como regla, no ocupa posiciones monopólicas. Se supone también que es enemiga del capital financiero y que busca reservar espacios de inversión estratégicos para el capital nacional. Es decir, regula fuertemente la presencia de capitales extranjeros. 

En otros tiempos (primer tercio o mitad del siglo XX), esta fracción del capital llegó a jugar un papel importante en diversos países del tercer mundo. Estuvo detrás de Perón en Argentina, de Vargas en Brasil, de Lázaro Cárdenas en México, de Aguirre Cerda en Chile. Hoy, más de medio siglo después, surgen dudas serias sobre su capacidad de liderazgo y hasta sobre su misma existencia. Para el caso se puede señalar: I) su debilidad económica; II) su usual cobardía política, su ceguera y tendencia al acomodo con los de arriba. Digamos también que en muchas ocasiones esta fracción inicialmente se escuda detrás de movimientos políticos populares con dirección pequeño–burguesa y relativamente radicalizados. En este caso y en países de capitalismo muy atrasado donde las posibilidades reales del socialismo son mínimas, lo que de verdad tiene lugar es la creación desde el Estado, de esa clase burguesa (éste podría ser el caso de Ecuador con Correa y de Bolivia con Evo Morales). Cuando la dirección es claramente demo–burguesa, a nivel declarativo se puede radicalizar, pero en su eventual gestión pública se maneja con pies de plomo y concilia con los peores enemigos, como vg. la banca y el capital financiero especulativo. Los casos de Lula en Brasil, de Alan García en Perú, Tabaré Vazquez en Uruguay  y de Michelle Bachelet en Chile, son claros ejemplos de esta capacidad para “transar sin avanzar”.

El modelo demoburgués en la región, amén de su difícil implementación en lo político, encontraría (de llegar al gobierno) problemas económicos agudos. Como debe redistribuir el ingreso y encuentra una oferta relativamente inelástica, suele provocar inflación y desequilibrios en el Balance de Pagos. También suele enfrentar dificultades para impulsar la inversión y el crecimiento. Estos problemas, aunque difíciles, se pueden resolver: una posibilidad implica radicalizar el proceso y activarextender la intervención estatal (control de la política monetaria y cambiaria, del comercio exterior, cambios múltiples, inversión estatal, etcétera). Fenómeno que puede tener lugar sólo en el contexto de una muy vasta movilización popular, la cual –helás– también acercaría bastante la posibilidad de una ruta de superación del mismo capitalismo. La otra posibilidad, que nada resuelve, es la del retroceso: “tirar la esponja” y volver hacia atrás, negociando con el capital extranjero y el financiero, aplicando cierto gasto social (“apagafuegos”): una especie de neoliberalismo moderado con algún gasto social que salve las apariencias. Esta “alternativa”, hoy por hoy, no es infrecuente en la región.

 

4Sobre el tema, un texto muy interesante es August Thalheimer, “Sobre o Fascismo”, Centro de Estudios Victor Meyer, Salvador, Bahía, 2010. Thelheimer, fue un gran dirigente de la socialdemocracia alemana (comunista de izquierda). También, con otra perspectiva, el clásico El miedo a la libertad, de Erich Fromm. En Argentina, también hay una vasta literatura sobre el tema. Con la ventaja de ser más criolla.

5En términos gruesos, por sus características económicas, esta ruta es más probables en países grandes (Argentina, Brasil México) que en chicos como Chile y Uruguay. Aunque en estos momentos (enero de 2012) es poco probable que emerjan soluciones militares (al menos en Argentina y Brasil, que tienen gobiernos relativamente consolidados).

6No olvidemos que la categoría pueblo es relativa al período histórico y a las condiciones socioeconómicas concretas de tal o cual país.

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