2013-01-17 04:00:00
He firmado tantos ejemplares de mis libros que el día que me muera va a tener un gran valor uno que no lleve mi firma.
Jorge Luis Borges
Debo no niego, pago no tengo. Este popular proverbio, que si no es mexicano debiera serlo, expresa el reconocimiento formal de una deuda y, al mismo tiempo, la incapacidad de solventarla. Digo que parece un dicho mexicano, porque tan cínica postura forma parte del folclórico bagaje cultural nacional.
La referencia viene a cuento porque publicaciones recientes aluden a que México destaca entre los países que más compromisos internacionales ha suscrito. Una infinita lista de convenciones, tratados, acuerdos, pactos, protocolos, convenios, et al, dan cuenta de ello. Asimismo, la variedad de temas también es infinita; trátese de derechos humanos, especies migratorias (la humana incluida of cors), comercio, extradiciones, ecología, pobreza, mujeres, niños, drogas, educación, salud, trabajo, ballenas, tortugas, pericos, etcétera, invariablemente nuestro país figura entre los abajo firmantes.
Así, México es reconocido como la pluma más rápida del oeste y demás puntos cardinales. Merito que no se acredita, ni mucho menos, a la hora de cumplir y ofrecer resultados. Estampar el poder de su firma se convierte en principio y fin del asunto.
Mi feminista y querida amiga uruguaya Alma Espino, me envía ellink http:// blogs.elpais.com/mujeres/2013/01/rankingnegro.html, que se refiere al “ranking negro” para las mujeres en el mundo. En él se informa que, a pesar de sus compromisos internacionales, “México es uno de los peores países del G–20 para ser mujer, según un reciente estudio publicado por la Fundación Thomson Reuters. La violencia física y sexual, el machismo y el complicado acceso al sistema de salud de las zonas rurales sitúan a México en el puesto 15 de los 19 países analizados. El informe compara la situación de las zonas marginadas de México con las comunidades más olvidadas de África o Asia”.
En México, sigue diciendo el informe, “la discriminación aumenta a medida que disminuye la capacidad adquisitiva y se oscurece el color de la piel. El analfabetismo de las mujeres que hablan lenguas indígenas supera 33 por ciento, mientras que en los hombres no llega a un 20 por ciento”. Además, debido al arraigado machismo, “dos de cada cinco mujeres casadas tienen que pedir permiso a sus maridos para salir solas de día y dos tercios han sufrido algún tipo de violencia doméstica”.
Este ejemplo relativo a los derechos de las mujeres y la equidad de género, muestra claramente que el discurso oficial y los compromisos firmados contrastan con la realidad. Ni siquiera en la integración del nuevo gabinete presidencial, se cumplió con la resolución adoptada por los estados miembros de las Naciones Unidas en diciembre de 2011 (suscrita por México, ni modo que no) que recomienda la paridad de sexos en los puestos políticos.
Y se podría escribir todo un tratado acerca de los tratados y compromisos incumplidos por México. En él destacarían, aparte del ya mencionado asunto de las mujeres, los temas laborales; empleo, salario mínimo, derechos de los trabajadores, trabajo infantil y pensiones. Y tantos otros como educación, alimentación, salud, vivienda, etcétera.
Evidentemente ese desparpajo para firmar tiene sus antecedentes en la vida interna del país. Empezando por la propia Constitución y las leyes que de ella emanan, cuyos contenidos más que mandatos, son una mezcla de buenas intenciones y sugerencias de opción múltiple. El llevado y traído problema de la aplicabilidad de la ley.
Así que los célebres pactos que intermitentemente suscriben las fuerzas vivas, luego de una entrada espectacular, languidecen con más pena que gloria sin llegar ya no digamos a un final feliz, sino siquiera una sepultura digna.
Es por ello que el recién suscrito Pacto por México ha sido recibido con escepticismo en diversos sectores y medios nacionales. Susana Moraga, en ADN Político, nos recuerda que se trata del cuarto acuerdo nacional que se firma en los últimos 11 años. Empezando por el Acuerdo Político para el Desarrollo Nacional, en octubre de 2001, promovido por Vicente Fox y avalado por las ocho fuerzas políticas del Congreso de la Unión. Se establecieron 34 compromisos buscando impulsar las reformas energética, laboral y fiscal, que no se lograron.
Luego el Acuerdo Nacional para la Unidad, el Estado de Derecho, el Desarrollo, la Inversión y el Empleo, conocido como el Pacto de Chapultepec, impulsado por el empresario Carlos Slim y firmado el 29 de septiembre de 2005 por más de 550 personalidades entre artistas, empresarios e intelectuales, al que más tarde se sumaron funcionarios, gobernadores y legisladores. Sus resultados se perdieron en el bosque y nadie supo de ellos.
El 21 de agosto de 2008 se signó el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, a consecuencia del secuestro y homicidio de Fernando Martí, hijo del empresario Alejandro Martí, quien fustigó a Calderón y sus empleados con su célebre “si no pueden renuncien”. Ni pudieron ni renunciaron y como broma macabra se disparó la violencia que ha dejado cientos de miles muertos, desaparecidos, presos y víctimas colaterales.
El empuje, habilidad y capacidad mostrados por Peña Nieto hasta ahora, superan con creces a sus antecesores, pero como dicen los locutores deportivos, ya veremos si con eso le alcanza para revertir los pronósticos y sacar un buen resultado.
Cheiser: A propósito de firmas. Que ya van más de 25 mil firmantes contra la incorporación de Felipe Calderón a Harvard. Desconozco el efecto que tal rechazo pueda tener entre quienes deciden sobre esos asuntos en la prestigiosa Universidad, pero queda claro el abandono en que quedan los tigres de papel una vez que pierden el cobijo del poder.
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