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La memoria y el sujeto

Por: Rafael H. Pagán Santini

2013-06-12 04:00:00

Hablar del “sujeto” no obliga a referirnos a la identidad y personalidad del individuo. Ambas categorías se forman a partir de las experiencias perceptuales–motoras que el sujeto tiene durante todo su vida. Desde una perspectiva neurobiológica nos estamos refiriendo a la memoria del individuo. Probablemente la evidencia más poderosa de la importancia de la memoria, como fuerza cohesiva, es la identidad individual, el sentido de ser, de ahí que la perdida de la identidad cuando se desencadena la demencia1. En este sentido, la identidad de un individuo y su personalidad son las expresiones de su memoria.

Dado el desarrollo evolutivo del ser humano, desde su nacimiento cuenta una rica estructura organizativa que le permite procesar la información que recibe tanto del medioambiente como de su interior. El procesos amiento  de la información así como su almacenamiento involucran lo que se ha identificado como memoria y aprendizaje.  Dependiendo de las características conductuales y a las estructuras cerebrales implicadas, se han establecido tres sistemas de memoria: la memoria implícita, llamada también procedimental, la cual se refiere a la información que nos permite ejercer hábitos cognitivos y motores; la memoria explicita, que a su vez se refiere a la información sobre hechos (semántica) y eventos (episódica). Este tipo de memoria se expresa conscientemente y es fácil de declarar verbalmente o por escrito, lo que le ha valido el nombre de memoria declarativa. Una tercera sería la memoria de trabajo o cognición ejecutiva, la cual consiste en la representación consciente y en la manipulación temporal de la información necesaria para realizar operaciones cognitivas complejas, como el aprendizaje, la comprensión del lenguaje o el razonamiento. Rev. Neurol 2005; 40 (5): 289–297

La memoria es la capacidad de retener y de evocar eventos del pasado, mediante procesos neurobiológicos de almacenamiento y de recuperación de la información, básica en el aprendizaje y en el pensamiento. De acuerdo a Etchepareborda MC, Abad–Mas L, en los primeros años de la vida, la memoria es de carácter sensitivo y guarda sensaciones o emociones. Más tarde aparece la memoria de las conductas: se ensayan movimientos, se repiten y, poco a poco, se van grabando. De esa forma los niños van reteniendo y aprendiendo experiencias que permiten que progrese en el aprendizaje y se adapte al entorno. Finalmente se desarrolla la memoria del conocimiento, o capacidad de introducir datos, almacenarlos correctamente y evocarlos cuando sea oportuno2. La memoria de trabajo, como proceso cognitivo central, sería la responsable del procesamiento activo de la información adquirida. Este sistema de memoria activa y apoya los procesos cognitivos humanos al proveer una interfase entre la percepción, la memoria a corto plazo, la memoria a largo plazo y acciones dirigidas por metas. 

Independientemente del tipo de memoria o de su contenido, se ha sugerido que por su duración existen al menos dos tipos: memoria corto plazo y de largo plazo. La distinción entre una y otra es muy sencilla; la primera puede durar unos cuantos minutos u horas y la segunda puede extenderse hasta semanas o años. A esta clasificación se le ha añadido el término “consolidación”. De acuerdo con esta idea, la información recientemente adquirida es frágil y susceptible de borrarse; sin embargo, la información se puede consolidar y convertirse en una memoria estable de largo plazo. Actualmente se reconoce que el almacenamiento de la información ocurre a través de cambios en la eficacia de la comunicación entre neuronas, y esto puede lograrse por medio de un incremento sostenido en la fuerza de la comunicación neuronal gracias a la actividad repetida y asociativa. Esta forma de plasticidad neuronal depende de la actividad.

Al realizar una serie de tares cognitivas como la comprensión, el aprendizaje y el razonamiento utilizamos un sistema neuronal que temporeramente retiene y manipula la información. Este sistema, según Baddeley y Hiych3, se denomina memoria de trabajo, contiene varios componentes donde la función primordial de algunos de ellos es el almacenamiento pasivo de información mientras otras áreas del cerebro la procesan. De acuerdo a estos autores, al recibir un estímulo y ser percibido–atendido, éste se transfiere al sistema de memoria de trabajo. Esto permite recordar la información y almacenarla a corto plazo, mientras a su vez se manipula la información necesaria para los procesos cognitivos de alta complejidad. En principio, la memoria de trabajo es un mecanismo de almacenamiento temporal que permite retener algunos datos de información, compararlos, contrastarlos, o en su lugar, relacionarlos entre sí afín de responder al estímulo.

La memoria de trabajo, de acuerdo con Milton J. Dehn4, es particularmente necesaria para el procesamiento cognitivo consiente, ya que permite la representación interna de la información afín de guiar la toma de decisiones y de llevar a cabo una acción determinada. Fundamentalmente, la memoria de trabajo es una de los principales procesos cognitivos que subyacen el pensamiento y el aprendizaje. Al utilizar el contenido de varios sistemas de almacenamiento de memoria, la memoria de trabajo, nos permite aprender y enlazar pensamientos e ideas. Por consiguiente, el éxito del aprendizaje es en gran parte una función de la capacidad de memoria de trabajo del individuo. 

La memoria semántica recoge todo el conocimiento adquirido sobre el mundo y es prácticamente, la base de toda actividad humana. En la comprensión del lenguaje, una modalidad–específica, la memoria semántica integra la funcionalidad de los sistemas motores, de percepción y emocional. De igual forma, en las tareas de comprensión ocupa una región basta del cerebro, pero no bajo la modalidad específica. En las áreas que participan en la comprensión convergen múltiples corrientes de procesamientos perceptuales. Estas convergencias permiten la abstracción, la representación de experiencias perceptuales las cuales apoyan una variedad de funciones cognitivas en las que se incluyen: el reconocimiento de objetos, la cognición social, el lenguaje y la sorprendente capacidad humana de recordar el pasado y de imaginar el futuro5.    

La muerte neuronal, y con ella las respectivas uniones sinápticas, son las responsables de la pérdida de la memoria. Esto lo podemos observar en la enfermedad Alzheimer. Por lo que podemos decir que la memoria es el pegamento que mantiene unido e interconecta nuestras vidas. La vida sin la capacidad de almacenar nueva información, o de recordar experiencias almacenadas previamente, es una vida de disolución, una vida sin un pasado, presente o futuro mental, una vida sin lazos con otras personas o eventos, y lo que es más trágico, sin lazos con uno mismo.

 

 

1Larry R. Squire and Eric Kandel, Memory, 2009, Roberts and Company Publisher, Singapore, p: 219

2Etchepareborda MC, Abad–Mas L., 2005,Memoria de trabajo en los procesos básicos del aprendizaje, Revista de Neurología 40 (Supl 1): S79S83

3Baddeley A, Della Sala S (1996). Working memory and executive control. Philos. Trans. R. Soc. Lond., B, Biol. Sci. 351 (1346): 1397–403. 

4Dehn MJ., 2008, Working memory and academic learning, ed Wiley, USA.

5Binder JR, Desai RH. (2011) The neurobiology of semantic memory, Trends Cogn Sci. (11):52736

 

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