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La conciencia, el lenguaje y la sociedad

Por: Rafael H. Pagán Santini

2012-04-18 04:00:00

No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino,

por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia,

C. Marx

 

Los cambios estructurales que llevan a funciones novedosas en los organismos son el producto de las modificaciones en la conformación genética de estos. Mientras que los cambios comportamentales novedosos son el producto de la interacción cuerpo–cerebro con el mundo, efecto que Edelman llama la “Trinidad Comportamental”1. Esto es el caso del lenguaje y la conciencia, donde la interacción social puso en práctica las funciones novedosas del nuevo organismo, el Homo sapiens.

Desde un punto de vista biológico, todos los animales poseen el mínimo o “núcleo” de lo que podría llamarse un Yo. Éste se produce toda veces que el procesamiento de un objeto modifica el proto–Yo. Por ejemplo, cuando un objeto es visualmente sentido y el lente y la pupila del organismo deben ser ajustados. El concepto de proto–Yo, acuñado por Antoni Damasio, es la recolección de patrones de actividad neuronal de corto plazo, el cual representa el estado actual del organismo2. El proto–Yo recibe señales neurales y hormonales de los cambios viscerales. Aunque no es considerado un estado consciente, éste constituye el precedente biológico del “Yo”. El núcleo del Yo representa el nivel más bajo que puede ser considerado como consciente, es un tipo de inmediatez, limitada a lo que es inmediatamente presente, una consciencia irreflexiva presumiblemente poseída por todos los animales, no solamente por los seres humanos. El Yo mínimo o núcleo, por lo general, es segmentado en el Yo–agente (el Yo que actúa), el Yo–experimentador (el Yo que experimenta) y el Yo–sujeto (el Yo que puede actuar sobre otras entidades en el entorno)3.

El Yo, desde el punto de vista biológico, es la respuesta emergente que el cerebro produce a las señales corporales que surgen del sistema sensorial–motor de un agente individual4. Estas señales predominantemente motoras sirven para distinguir el sentido de agencia corporal de las señales evocadas por el movimiento de otros animales o agentes corporales. Este sistema se mantiene constantemente activo a través del desarrollo propioceptivo del sentido corporal. Según Edelman, la combinación de tales señales omnipresentes del sistema sensorial–motor hacia el núcleo y su distinción de que son contemporáneas con las señales perceptuales y memoriales del núcleo generan un sentido de Yo–experimentador de un mundo sustituto.  

Antes de que se desarrollara una consciencia de orden superior y de que se creara el lenguaje, se requirió una conciencia primaria que permitiera experimentar la categorización e imaginación de una escena corporal basada en referencias neurales del espacio. La consciencia primaria, aunque ocurre en los animales careciendo de cualquier capacidad lingüística, es un proceso esencial en los humanos. Los cambios neuronales que llevaron a la creación del lenguaje están detrás de la emergencia de la conciencia de orden superior, que es la que caracteriza a los humanos. Contando con la estructura corporal y neuronal, hace aproximadamente 150 mil años antes del presente, la conciencia de orden superior comenzó a emerger, sentando las bases del Yo extendido: el Yo autobiográfico dirigido directamente por la memoria episódica; el Yo concepto, también conocido como el Yo contextual; el Yo volitivo con funciones ejecutivas; y por último, el Yo narrativo, el cual es capaz de informar accione e intenciones.

Las estructuras neuronales del Homo sapiens primitivo estuvieron bajo una fuerte presión evolutiva que hizo capaz el desarrollo de las potencialidades inherentes en ellas. Se desarrollaron no tan sólo las funciones obvias relacionadas a las estructuras heredadas, sino que el cerebro se reorganizó dentro de las variantes posibles creando tanto nuevas redes neuronales como algo tan novedoso como las redes sociales y afectivas.

El ser humano se enfrentó a tres presiones evolutivas que, podríamos identificar como tres momentos que han coexistido desde el primer Homo sapiens5. El primero consistió en la producción de los medios indispensables para la satisfacción de las necesidades de vivienda, alimentación, bebida, ropa, etcétera, es decir, la producción de la vida material misma. La segunda consistió en que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello condujeron a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades constituye un aspecto primordial en la supervivencia de la especie. Un tercer aspecto, imprescindible para la continuidad de la especie, es la reproducción. La renovación de los individuos, desde el inicio de su propia vida el ser humano comienza a procrear otros individuos, y esto, a diferencia de las otras especies animales, crea la familia, lazos entre hombre y mujer, padres e hijos. En un principio la familia constituyó la única relación social donde el aumento poblacional creó nuevas relaciones sociales.

Desde el punto de vista social, de acuerdo a Marx, la producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación, de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación social; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. 

La conciencia de orden superior, conciencia que posee el ser humano, descansó sobre el substrato neuronal que sustenta la capacidad simbólica de éste. La capacidad simbólica inherente sólo pudo entrar en acción y ponerse en práctica hasta que apareció un medio para organizar el pensamiento. El lenguaje, creado por el ser humano, fue el medio del que se sirvió el cerebro para sentar las bases del pensamiento simbólico. El lenguaje implicó formar símbolos intangibles en la mente, y permitió combinar símbolos en formas novedosas. Además, permitió elaborar la pregunta “¿qué pasa sí?”, lo que a su vez permitió relacionar el mundo en una forma diferente y sin precedente6.

Para Max, el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir también para sí mismo; el lenguaje nace como la conciencia, de la necesidad , de los apremios de las relaciones con los demás hombres… La conciencia, por tanto, es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientras existan seres humanos. La conciencia es, en principio, naturalmente, conciencia del mundo inmediato y sensorio que nos rodea y conciencia de los nexos limitados con otras personas y cosas, fuera del individuo consciente de sí mismo; y es, al mismo tiempo, conciencia de la naturaleza, que al principio se enfrenta con un poder absolutamente extraño, omnipotente e inexpugnable, ante el que la actitud de los hombres es puramente animal y al que se sometan como el ganado; es, por tanto, una conciencia puramente animal de la naturaleza (religión natural)7.

En coincidencia con el pensamiento marxista, Edelman y Tononi8 señalan, el animal posee una individualidad biológica pero no un verdadero “Yo”, no es consciente de sí mismo. Aunque, los animales tienen un “recuerdo presente”, mantenido por la actividad en tiempo real del núcleo dinámico, no posee el concepto de pasado y presente. Estos conceptos emergieron sólo cuando las capacidades semánticas, la habilidad para expresar sentimientos y referirse a objetos y a actos por medios simbólicos, aparecieron en el curso de la evolución. Necesariamente, la consciencia de orden superior involucró las interacciones sociales. Cuando la lingüística en plena capacidad basada en la sintaxis apareció en los precursores de los Homo sapiens, la consciencia de orden superior floreció, parte como el resultado del intercambio en una comunidad de parlantes. Sólo así la conciencia de estar consciente fue posible.

1Edelman GM., Gally JA. and Baars BJ., 2011, Biology of consciousness, Frontiers in Psychology/ Consciousness Research, Vol 2, Article 4, 2.

2Damasio, Antonio R. 1999. The feeling of what happens. New York: Harcourt Brace.

3Franklin S., D.’Mello S., Baars BJ, and Ramamurthy U., (2009). Evolutionary Pressures for perceptual Stability and Self as Guides to Machine Conscuiousness. International Journal of Machine Consciousness 1 (01):99

4Ibid, Edelman.

5Marx C., Engels F., Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialistas e idealistas, Obras Completas, Traducción al Español, Ed Progreso, Cap. I de la Ideología Alemana, p 2628, 1980, Moscú.

6Tattersall I., (2004), What Happened in the Origin of Human Consciousness? The Anatomical Record (Part B: New Anat.) 276B:19–26.

7Ibid. Marx, p 29.

8Edelman GM. Y Tononi G., A Univers of Conscousness, Ed Basic Books, 2000, NY, USA.

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