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La evolución clonal en el cáncer

Por: Rafael H. Pagán Santini

2012-10-11 04:00:00

 

Le corresponde a los griegos el honor de haber sido los primeros en reconocer el cáncer como una enfermedad concreta y de haber acuñado los términos carcinos y carcinoma (ambos con el significado de cangrejo), cuya versión latinizada es cáncer. Las investigaciones biológica–genómicas de las últimas décadas ha roto con el concepto del cáncer como una única enfermedad describiéndola como un sistema complejo, adaptativo y darwiniano1–2. Mel Greaves y Carlo C. Maley3 en una excelente revisión explican cómo el cáncer evoluciona a través de un proceso reiterativo de expansión clonal, de diversificación genética y selección clonal en el medio adaptativo del ecosistema tisular. 
De acuerdo a estos autores, el cáncer, como un sistema complejo presenta características específicas entre las que se pueden mencionar las siguientes: (1) Taxonómicamente, el cáncer puede existir en una extraordinaria variedad, cuasi–clases, géneros, especies, caracterizado por células divergentes con espectro de origen y mutación; (2) el cáncer evoluciona dentro de un marco variado de tiempo que puede oscilar entre uno y 50 años, y en una misma persona, la estructura clonal, el genotipo y el fenotipo de éste puede variar con el tiempo, cualquier tipo de cáncer es, en efecto, múltiple–diferente (sub–clonal) y puede ocupar diferentes tejidos o superponerse en diferentes hábitats; (3) el número de mutaciones que se encuentran en cualquier cáncer puede variar de un puñado entre 10 y 20, lo más usual es encontrar cientos de miles, con niveles de importancia; (4) el cáncer adquiere, vía mutacional y epigénica, cambios en una variedad de trazos fenotípicos críticos que participan en potenciar la expansión territorial, a través de la autorrenovación proliferativa, la migración y la invasión (propiedades que son parte del proceso normal de desarrollo, de la reparación y de la fisiología tisular); (5) el cáncer avanzado, diseminado o muy maligno parece inequívocamente competente para evadir el tratamiento; (6) la mayoría, sino toda, la complejidad de este proceso puede explicarse en términos evolutivos. 
Greaves señala que, la evolución clonal se lleva a cabo en el habitad del ecosistema tisular, el cual, en sí mismo, a evolucionado en billones de años. La red de señales y la anatomía compleja evolucionó para maximizar e integrar funciones multi–celulares mientras restringe la expansión clonal aberrante. El balance por lo tanto es delicado, ya que la capacidad de recuperación en organismos multi–celular y animales como nosotros depende de las diferentes propiedades fenotípicas, que sino son fuertemente reguladas nos llevan o sostienen las malignidades (acoplamiento entre la autorrenovación y la estabilización de los telómeros, los cuales permiten la expansión proliferativa, la angiogénesis, la migración celular y la invasión)4.                 
En organismos multicelulares, la proliferación y la muerte está cuidadosamente coordinada a fin de controlar el número y la organización de las células y órganos. En humanos, un desequilibrio en éste proceso puede resultar en enfermedades como el cáncer, el cual surge de la acumulación de células por hiperproliferación y la reducción de muerte celular. Como consecuencia se ha puesto mucha atención en los diferentes mecanismos de muerte celular5, en especial, en la apoptosis como mecanismo de muerte celular crítico además de supresor de tumor6.  
Aunque la falta de seguridad en los diagnósticos y en las estadísticas antes y durante la primera mitad del siglo XX, está claro que la incidencia de varios tipos de cáncer ha aumentado durante el último siglo especialmente durante los últimos cincuenta años. El cáncer del pulmón asociado al consumo de cigarrillos y a la inhalación de productos de combustión del tabaco dañinos para el ADN se mantiene como el ejemplo más claro de la epidemia de cáncer del siglo XX. Constituye, junto con otros cánceres relacionados con el tabaco, una tercera parte de todos los cánceres en el mundo. Además, los cánceres ocupacionales como los producidos por la inhalación  del gas radón en la minería, que daña el ADN y produce cáncer del pulmón, el cáncer de escroto en los deshollinadores y la exposición ambiental a productos de desecho contaminantes de la industria petroquímica se consideran el sello característico de los cánceres modernos. 
De acuerdo a Greaves, la premisa de partida sobre el cáncer es que la causa inmediata o proximal es la variación o mutación de genes, un juego de azar que sigue unas reglas a un tiempo constreñidos por nuestra historia evolutiva. Los genes mutantes y los clones de células en los que residen toman el lugar central en esta historia de la evolución reflejando características intrínsecas a nuestra historia evolutiva. Una de ellas es la fidelidad imperfecta de la copia, mantenimiento y reparación de la molécula de ADN, de lo que se sigue la mutabilidad intrínseca de nuestros genes. El código genético no se copia siempre perfectamente; de ser así, la evolución no sería posible. Un cierto nivel de propensión al error es una necesidad evolutiva.
Un segundo legado de nuestra historia evolutiva, ventajoso, pero inherentemente peligroso, es el requisito fisiológico de las funciones celulares de conferir resistencia.  Esta actividad está preñada de un fuerte potencial maligno. Entre las funciones celulares que confieren resistencia al organismo se pueden enumerar las siguientes: la plasticidad fenotípica y la gran capacidad de proliferación de ciertas células, combinadas con su movilidad y capacidad invasora, además de la disponibilidad de canales linfáticos y vasculares para la migración celular. Estas propiedades casi cancerosas son características esenciales del desarrollo embrionario, de la inflamación y de la curación de las heridas, de la renovación de los tejidos, de las respuestas al estrés, y de la función de la placenta durante el embarazo. Reflejan una explosión bien orquestada de mil millones de años de memoria de las células para sobrevivir al estrés, clonarse y expandir su territorio. 
En otras palabras, el cáncer, recrea, dentro de nuestro propio cuerpo el procesos evolutivo que capacitó a los animales a adaptarse a su medio ambiente. A nivel de un organismo, la selección natural, a través de las mutaciones genéticas hacen que estos tengan más excito reproductivo que otros; estás mutaciones son “seleccionadas” en el sentido que de que persisten y vienen a ser más comunes en las generaciones futuras. En el cáncer, las células juegan el papel del organismo. Los cambios en el ADN de una célula cancerosa hacen que estás se reproduzcan más efectivamente que las células ordinarias. Situación que se puede ver aún dentro del mismo tumor. 
Según Greaves, el proceso biológico de desarrollo del cáncer, que tiene su origen en errores en el ADN que conducen a la formación de un clon celular territorialmente dominante no es, al fin y al cabo, sino una parodia de la diversificación de la especie durante la evolución. Actúan en una microescala y siguen las mismas reglas básicas que gobiernan la diversificación genética aleatoria y la selección clonal a favor de la supervivencia y la reproducción en nuevos territorios o ecosistemas.  Sin embargo, el cáncer no puede simplificarse en un paralelismo con la evolución.
La paradoja del cáncer radica en que si bien cada cáncer es un clon, es precisamente la falta de uniformidad genética la clave del éxito invasor. El azar actúa a todos los niveles de la vía causal multidimensional del cáncer. Del mismo modo que lo hace en la evolución biológica en general, sin ir más lejos, en la lotería genética que se juega en el momento de nuestra concepción. 
 
1Merlo LM, Pepper JW, Reid BJ, Maley CC. (2006) Cancer as an evolutionary and ecological process. Nat Rev Cancer. 6:924–935.
2Pepper J, Scott Findlay C, Kassen R, Spencer S, Maley C. (2006) Cancer research meets evolutionary biology. Evolutionary Applications. 2009; 2:62–70.
3Greaves M., Maley CC., (2012) Clonal evolution in cancer, Nature. ; 481(7381): 306–313.
4Greaves, M. Cancer: (2000) The Evolutionary Legacy. Oxford University Press.
5Lockshin, R.A., and Zakeri, Z. (2004). Caspaseindependent cell death? Oncogene 23, 2766–2773.
6Jacobson, M.D., Weil, M., and Raff, M.C. (1997). Programmed cell death in animal development. Cell 88, 347–354.
 
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