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El cerebro y la actividad física

Por: Rafael H. Pagán Santini

2012-11-01 04:00:00

Durante años, la hipótesis dominante entre los científicos era que el cerebro pierde su plasticidad y capacidad a medida que pasamos de la infancia a la edad adulta. Hoy, sin embargo, disponemos de evidencia creciente de que el cerebro retiene su plasticidad hasta muy entrada la edad adulta y posiblemente durante toda la duración de la vida. De acuerdo con los estudios publicados en la revista Neurology y reseñados por la BBC, el ejercicio regular puede ayudar a evitar el encogimiento cerebral y otros signos vinculados a la demencia.

La actividad plástica se refiere a la capacidad del cerebro para reasignar funciones en otras áreas del cerebro. Las conexiones cerebrales que se han deteriorado o perdido debido al envejecimiento a procesos isquémicos pueden ser reasignadas a otras áreas cerebrales que permitirían una actividad similar. Una de las formas como los científicos han encontrado que se puede mantener esta plasticidad cerebral es a través de la actividad física. El esfuerzo del sistema cardiovascular y muscular parece mantener al cerebro más flexible. Los investigadores creen que los efectos benéficos del ejercicio podrían deberse a que éste incrementa el flujo de sangre, oxígeno y nutrientes al cerebro. Los estudios clínicos han demostrado que los ejercicios aeróbicos de caminar mejoran las funciones ejecutivas del cerebro en personas de 60 a 75 años, y no hay razón para pensar que esto no pueda ocurrir en personas de 80 a 95 años de edad.

Una de las de las señales que algo raro está ocurriendo en nuestro cuerpo es que vamos perdiendo la capacidad para llevar a cabo diversas tareas al mismo tiempo. Las funciones ejecutivas son las que le dan a la persona la habilidad para planificar, organizar el tiempo, estar enfocado y motivado en alguna actividad. Una alteración en la función ejecutiva interfiere con la habilidad del individuo para establecer y mantener el apoyo social. Todo sugiere que con los ejercicios cognitivos y con la actividad física la habilidad de los sujetos para cambiar de una tarea a otra mejora, las distracciones decrecen y la habilidad para iniciar nuevas actividades aumenta. Estas son funciones ejecutivas que parecen mejorar con sólo el entrenamiento físico.

Existe evidencia de que el ejercicio mental no dirigido, de hecho, aleatorio, tiene un efecto protector demostrable contra la demencia. Esto hace suponer que un régimen de trabajo cognitivo orientado y científicamente diseñado debería ser aún más. El beneficio, mental y físico, que se obtiene cuando las personas envejecidas permanecen en contacto con sus familiares y amigos se puede incrementar cuando se incluye un plan de ejercicios cognitivos. Los datos demuestran que una vida socialmente activa beneficia las funciones cerebrales tanto como lo hacen los ejercicios físicos. El estar socialmente activo también ayuda a mantener una actitud positiva, al estimular los sentimientos de valoración.

Las personas mayores son capaces de mejorar tanto su capacidad aeróbica como su capacidad anaeróbica con un entrenamiento regular apropiado, que tome en cuenta un mejoramiento gradual y despacio. El entrenamiento de resistencia, denominado a veces entrenamiento de aeróbico, aumenta la capacidad del músculo para realizar un ejercicio moderado durante un largo periodo de tiempo. Las actividades aeróbicas, como caminar, correr, montar en bicicleta, nadar u otros movimientos principalmente isotónicos (que mantienen el mismo grado de tensión, pero con menor longitud muscular), aumentan el número de vasos sanguíneos en el músculo sin incrementar significativamente su tamaño. La mayor perfusión sanguínea proporciona una mejor liberación de oxígeno y de glucosa a las fibras musculares durante el ejercicio. 

Un buen programa de entrenamiento debe diseñarse no tan sólo para mejorar la condición física, sino también para prevenir lesiones. El entrenamiento puede cambiar tanto las propiedades contráctiles del músculo (fortaleza y velocidad de contracción) como la habilidad del sistema nervioso para controlar la función muscular (coordinación).  En las primeras ocho semanas de entrenamiento la fortaleza muscular ganada se debe más a la mejora en la coordinación, producto de la habilidad del sistema nervioso para controlar el músculo, que del aumento del tamaño de éste. El entrenamiento de resistencia no sólo mejora la capacidad muscular, sino también previene las caídas al aumentar la coordinación y el balance corporal.

Por otro lado, la ausencia de actividades físicas añade años al cuerpo, acumula grasa corporal, favorece el anquilosamiento de las articulaciones y la pérdida de la capacidad de movilidad, lo que hace que el cuerpo se atrofie. Sin embargo, un ejercicio regular y con  entrenamiento, aunque sea de poca intensidad, oxigena el cuerpo y lo mantiene vigoroso. La capacidad de utilizar el oxígeno que se respira genera una sensación de bienestar que estimula a continuar con el ejercicio. Los ejercicios de relajación acompañados de un buen dormir se unen al ejercicio físico como medida de autocontrol del estrés. 

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